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sábado, 29 de septiembre de 2012

Los desiertos en España

Paisaje desértico en las Bardenas Reales (Navarra). Cuesta pensar que
 un lugar así exista en el norte de España, en plena Europa
El 14 % de la superficie del planeta está ocupada por desiertos. Estos están marcados por unas condiciones ambientales muy duras que hacen muy difícil el desarrollo de la vida. Aún así la fauna y flora de los desiertos es apreciable, más abundante de lo que pensamos, y con una gran capacidad de adaptación . 
Las zonas áridas del planeta se caracterizan por la fuerte escasez de precipitaciones, inferiores a 200 l/m2, aunque en los desiertos más áridos como el de Atacama o el Sáhara Central se pueden suceder años sin llover ni una gota. Esas precipitaciones además son muy irregulares, concentradas en pocos días, cayendo con frecuencia de forma torrencial, lo que favorece la erosión. Esta es por lo general muy fuerte, favorecida por la falta de vegetación, lo que deja los suelos desprotegidos frente a la acción del viento y las escasas lluvias torrenciales. Por otro lado, es evidente la existencia de temperaturas medias anuales muy altas. En los desiertos tropicales las temperaturas `permanecen siempre elevadas, aunque en los llamados desiertos fríos, de latitudes superiores, por ejemplo el Gobi o los desiertos de Asia Central, puede hacer mucho frío en invierno. Otro rasgo característico es la elevada oscilación térmica diaria, ya que la temperatura baja con rapidez por la noche: después de un tórrido día suele haber una gélida noche.

    DESIERTOS EN ESPAÑA

    Ni España ni Europa presentan, en sentido estricto, las condiciones climáticas que dan forma a los desiertos y que definirían a una zona árida e hiperárida. Por tanto, sería difícil hablar de desierto en sentido estricto. Sin embargo, nuestro país es el único del continente donde existen zonas semiáridas que se acercarían a dichas condiciones y cuyo paisaje se asemeja a lo que consideramos desértico. De hecho. muchas especies de fauna y flora cuya distribución incluye áreas del Oriente Próximo y África solo se hayan en Europa en territorio español. Esas zonas son por lo general de relieve llano o poco montañoso, marcado por un paisaje estepario con plantas herbáceas, matorral bajo y una ausencia casi total de árboles. Las precipitaciones son muy escasas, generalmente inferiores a 300 l/m2 y caen con gran irregularidad, provocando una fuerte erosión, que se percibe facilmente en el paisaje, donde deja sus huellas en las lomas y elevaciones,  dejando el suelo desnudo de vegetación. Hablamos de las badlands o tierras baldías, característicos suelos áridos marcados por la acción del viento y el agua torrencial, que lo han marcado con cicatrices a modo de carcavas y barrancos, de ramblas como surcos que canalizan el agua de las escasas lluvias.


    Paisaje de Badlands en el desierto de Tabernas.

    Generalmente, estas áreas semiáridas se hallan en  el sudeste peninsular, especialmente en las provincias de Almería y Murcia, zonas con temperaturas medias elevadas, como ocurre también con las islas orientales de Canarias, Fuerteventura y Lanzarote, convertidas en una prolongación del Sáhara. Pero también habría que añadir zonas más al norte, en las llanuras del valle medio del Ebro (Bardenas Reales, Belchite y Monegros), donde junto a veranos calurosos se suceden inviernos fríos.


    Sin embargo, en la creación de los desiertos españoles, ha influido algo más que las condiciones climáticas, que no son tan extrema como en otros desiertos. Muy importante al respecto ha sido la presión demográfica sobre el medio natural y la acción del hombre que han favorecido la erosión, al despoblar de vegetación los suelos. De hecho parece claro que el nombre de la comarca árida de Monegros, procede de Mons negros o montes negros, en referencia a la abundancia en otro tiempo de bosques de sabina, que dan un tono oscuro al paisaje. A partir de la Edad Media, sin embargo, el uso de madera en la construcción y como combustible supuso la destrucción de dichos bosques, a lo que se añadió la imposibilidad de regeneración de la vegetación por sobrepastoreo y por los procesos erosivos posteriores, lo que terminó desertizando el paisaje. Otro tanto ha sucedido en las zonas áridas del sureste peninsular, particularmente Murcia y Almería. Son zonas donde el hombre ha actuado desde hace miles de años con intensidad favoreciendo la desforestación y con ella la erosión y la desertización progresiva. Estudios históricos y arqueológicos nos confirman  la existencia hace muchos siglos en las zonas montañosas de importantes bosques de encinas, alcornoques, pinos y madroños. El clima era similar, pero no lo era la capacidad destructiva del hombre, por lo que la vegetación y los árboles retenían la escasa agua de lluvia, favoreciendo la humedad. Primero fueron las actividades mineras, que requirieron millones de toneladas de esparto para alimentar sus hornos, luego en el siglo XIX, el carboneo, con madera de encina, y a medidados del siglo XX, la intensa presión demográfica. A todo esto hay que añadir los frecuentes fuegos, normales en las zonas mediterráneas por el  largo estiaje veraniego. A esto también ha colaborado la acción del hombre, con sus nefastas políticas forestales que han favorecido la repoblación masiva en el área mediterránea con especies como el pino carrasco, autóctona en muchas zonas del este peninsular, pero mucho menos extendido antaño. Con tales repoblaciones se reducía la diversidad de especies (encinas, carrascas, madroños, sabinas, etc.) y se favorecían los fuegos. Aunque se adapta bien a suelos pobres y calcáreos como los del Mediterráneo peninsular, al calor intenso y la escasez de precipitaciones, el pino carrasco es pirófito y favorece el desarrollo de grandes incendios forestales.  
    Hoy el proceso de desertización se acrecienta por la expansión agrícola bajo plástico y de los regadíos, el desarrollo de infraestructuras y el urbanismo desatado, ligado al turismo masivo.
    Este mapa presenta las zonas de España con mayor riesgo de desertización, que en general, coincide con las zonas más secas:




    DESIERTO DE TABERNAS

    El desierto de Tabernas se encuentra a una treintena de kilómetros de la capital, en el interior de la provincia de Almería, en una zona protegida de los vientos húmedos procedentes del mar por la sierra de Los Filabres al norte y la sierra de Alhamilla al sudeste. El Efecto Foehn evita la llegada de los vientos húmedos y así las precipitaciones registradas son inferiores a 250 l/m2. Cuando caen lo hacen torrencialmente, marcando el paisaje con barrancos y creando las tipicas badlands. A esto hay que añadir la gran cantidad de horas de sol existentes y una elevada temperatura media anual (17 grados). La singularidad del paisaje, muy desértico, lo llevó a ser declarado Paraje Natural en el año 1989, no en vano, contiene especies únicas en el mundo y en Europa, emparentadas con los desiertos norteafricanos, siendo considerada además Zona de Especial Proteccion de las Aves. Ese mismo paisaje le convirtió en un escenario idóneo para películas que requerían un ambiente desértico como Lawrence de Arabia o Cleopatra, pero especialmente películas del Salvaje Oeste, típicos Western  protagonizados por Clint Eastwood o Henry Fonda  que fueron rodados allí. Allí quedaron poblados del oeste americano,escenarios de película convertidos hoy en parque temático para el turismo, donde se recrean escenas de pistoleros y vaqueros para disfrute de los turistas.


    Recreación de un pueblo del Oeste utilizado como escenario de cine (Tabernas)

    El desolador paisaje del desierto de Tabernas se extiende hasta el horizonte.


    CABO DE GATA-NÍJAR

    El Parque Natural Cabo de Gata-Níjar es quizás el espacio más árido de la Península, en algunas zonas las escasas lluvias apenas alcanzan los 200 l/m2. La casi ausencia de lluvias se ve acompañada por la no existencia de un invierno como tal, ya que las temperaturas son muy suaves en la estación fría, siendo muy calurosas en verano. Es además la zona de Europa con mayor número de horas de sol al año. Predominan paisajes de naturaleza volcánica, con muy escasa vegetación y tonalidades ocres, negras y rojizas. A pesar de todo su riqueza natural es indiscutible, como lo demuestra su nombramiento como Reserva de la Biosfera. A ello ha contribuido el haber permanecido al margen de la expansión urbanística y turística sufrida por el litoral español en las últimas décadas, con unas costas donde predominan imponentes acantilados, salpicados de preciosas playas como las de Mónsul o Los Genoveses. Su flora singular nos muestra más de 1.000 especies exclusivas, predominando una vegetación propia de zonas secas y cálidas, con especies como el palmito, el esparto y el romero. Su riqueza va más allá y en sus fondos marítimos se desarrollan grandes praderas de Poseidonea oceánica, auténticos bosques sumergidos donde se desarrolla una variada fauna submarina.

    Costa abrupta en torno a la población de Las Negras.

    Playa de Mónsul en Las Negras, Parque Natural de Gata-Níjar.


    LAS BARDENAS REALES

    El paraje ocupa más de 42.000 hectáreas, la mayoría declaradas Parque Natural y Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Su valor paisajístico es enorme, situado como está en la próximidad de la ciudad de Tudela, en los límites entre Navarra y Zaragoza, en plena Depresión del Ebro. La pluviosidad es mayor que en el sureste peninsular, en torno a los 450 l/m2, pero los inviernos y veranos son secos, concentrándose en primavera y otoño y desarrollándose de forma torrencial. La consecuencia es una fuerte erosión, ayudada también por el intenso viento del noroeste, el cierzo, que azota la zona y que ha modelado el territorio construyendo un paisaje caprichoso, con barrancos, mesetas planas en forma de mesas y cerros aislados de forma estravagante, llamados cabezos. El territorio no pertenece a ninguna población ni término municipal y son propiedad de la Comunidad Foral de Navarra.  En sus zonas más llanas y ricas sufre una fuerte explotación agrícola y en algunas zonas existen bosques de pinos, sabina o carrasca,. Predominan, sin embargo, los arbustos y las plantas esteparias, y en algunas zonas no existe vegetación alguna. Los veranos calurosos se mezclan con el rigor de los inviernos fríos.


    Vista área de las Bardenas reales. Son visibles los efectos de la erosión.

    La erosión ha producido los característicos "Cerros testigos" de las 
    Bardenas Reales

    La erosión produce los llamados "Cabezos" como este de Castildeterra,
     convertido en uno de los  reclamos turísticos de las Bardenas Reales.

    LOS MONEGROS

    Situada al sureste de la provincia de Huesca, la comarca de los Monegros no es un clásico desierto, aunque hoy se explota turísticamente como tal, como lo evidencia el famoso Monegros Desert Festival de Música Electrónica. En este sentido, surgió en 2007 el proyecto Gran Scala que copia el de las Vegas y que pretendía construir un complejo turístico de hoteles, parques temáticos y casinos, hoy descartado por efecto de la crisis económica. Los Monegros son más una característica estepa, con fuerte implantación de labores agrícolas, donde todavía subsisten algunas masas boscosas, sobre todo en las zonas altas de la sierra de Alcubierre, su auténtica espina dorsal, restos de los bosques que hace siglos cubrían buena parte de su superficie -pinos y sabinas en las zonas más bajas, carrasca y quejigos en las más altas- y que como hemos comentado dieron nombre a la comarca, Mons Negros. Las escasas lluvias varían entre los 250 l/m2 y los 400 l/m2, concentradas en otoño y primavera. Se suceden veranos calurosos e inviernos fríos. La diversidad biológica y la abundancia de endemismos le otorgan un enorme valor ecológico, abundando lagunas como la de Sariñena, que lo convierten en un importante refugio para las aves.

    Esta vista aérea de los Monegros muestra zonas cultivadas siguiendo el
    relieve, surgiendo ante nuestros ojos un  paisaje casi subrrealista.

    Existe una intensa actividad agraria en las llanuras de los Monegros.


    ZONAS ÁRIDAS DE MURCIA

    Entre la costa y las zonas altas y montañosas se extienden las principales zonas áridas de Murcia. Hay una Murcia más verde y boscosa en las montañas del noroeste, en las sierras de Taibilla y Espuña, y otra árida y seca que se extiende hasta la costa, solo rota por el desarrollo en los valles de los ríos de la verde huerta murciana. Los cultivos intensivos contrastan con las lomas que los circundan, marcadas por la intensa erosión, que ha ido desgastando los suelos hasta dejarlos desprovistos de vegetación. Abundan las tierras baldías o badlands, como en el desierto de Mahoya entre Abanilla y Fortuna, y existen ramblas como las de Algeciras en Librilla, lugares donde la fortisima erosión se manifiesta de forma descarnada. La pluviosidad escasa se mezcla con la altísima temperatura media anual, lo demás lo hace la torrencialidad de la lluvia y la acción del viento. Más áridas son todavía las zonas costeras, donde la pluviosidad está entre las menores de la Península Ibérica, entorno a los 200 l/m2, nos referimos a las costas de Mazarrón y Águilas, la comarca de la Unión, donde las explotaciones mineras han otorgado un tono rojizo al paisaje por la oxidación de los minerales que se extraían, o las costas casi inalteradas del Parque Regional de Calneque, al sur del Mar Menor.

    Desierto de Mahoya, entre Fortuna y Abanilla (Murcia).
    La erosión es muy intensa en la rambla de Algeciras en Librilla (Murcia).

    El valle de Ricote en Murcia fue el último reducto morisco en la Península.
     La huerta contrasta con las áridas lomas que la rodean como un oasis en
    el desierto.

    Las costas del Parque Regional de Calneque, en el sureste de Murcia.
    Al fondo la turística Manga del Mar Menor.

    LANZAROTE Y FUERTEVENTURA

    Lanzarote y Fuerteventura son las más orientales de las islas del archipiélago canario y las más próximas al Sáhara africano. En ellas se suceden paisajes muy áridos de naturaleza volcánica, especialmente en Lanzarote, conocida como "la isla de los volcanes". La isla fue cubierta en buena parte por un gran manto volcánico debido a la gran actividad volcánica de principios del siglo XVIII. El clima de las islas es subtropical seco o subdesértico. Las temperaturas varían poco a lo largo del año y se muestran suavizadas por la acción del mar -corriente fría de Canarias- y la acción de los vientos Alisios, por lo que no son especialmente calurosas, pero las precipitaciones son muy bajas, sobre todo en las zonas menos elevadas y costeras. Las zonas más altas pueden superar los 200 l/m2, pero en algunas zonas del litoral las lluvias no llegan a los 100 l/m2. Su proximidad al Sáhara, expone a estas islas, con mayor frecuencia que las islas occidentales, a la calima, el polvo en suspensión surgido del Sáhara y generado por las tormentas de arena, que llega atraido por el viento Siroco. Por otro lado estas dos islas son mucho menos altas, lo que impide la retención de la humedad que contienen los vientos Alisios, lo que favorece su aridez. El valor paisajistico y natural de estas islas, plagadas de endemismos, resulta indiscutible y Lanzarote, además de albergar en su interior el Parque Nacional de Timanfaya, ha sido nombrada Reserva de la biosfera por la UNESCO.


    Vista de la isla La Graciosa desde Lanzarote.
    Dunas de El Corralejo en Fuerteventura.
    Extensas playas jalonan la costa de Fuerteventura.
    Los dromedarios  con turistas surcan los paisajes volcánicos
     del Parque Nacional de Timanfaya (Lanzarote).
    Una de las peculiaridades de las Canarias más orientales es la agricultura desarrollada en algunas zonas de Lanzarote. El hombre ha sido capaz de aprovechar terrenos incultivables cubiertos de lava y ceniza volcánica desde las erupciones volcánicas de 1730, y donde las lluvias no alcanzan los 200 l/m2.  Pronto se descubrió que estas capas de ceniza volcánica retenían la humedad atmosférica y protegían las plantas del sol por lo que se creó un peculiar sistema de cultivo: se excavan hoyos o calderas de un metro de profundidad, buscando los antiguos suelos fértiles y la humedad interior y alrededor se hacen muros de piedra que protegen las plantas del viento y la arena.


    Cultivos en el interior de la isla de Lanzarote.



    lunes, 10 de septiembre de 2012

    La desaparición del lago chad: una tragedia humana y ecológica en el corazón de África.


    La actividad pequera ha sido fundamental en la economía de los pueblos
     del lago Chad. Hoy está en claro retroceso.

    EL LAGO CHAD

    El lago Chad es una especie de oasis en medio del Sahel, la zona semiárida que se interpone entre la sabana africana al sur y el desierto del Sáhara al norte, una zona muy sensible a los cambios climáticos y la sequía y  marcada por el avance imparable del desierto. Se trata de un lago de agua dulce con poca profundidad y un fondo muy plano que incluso en sus mejores momentos, hace décadas, nunca pasó de los 7 metros de profundidad máxima -hoy tiene una profundidad media de tan solo 1,5 metros-. En sus aguas convergen las fronteras de varios estados: Chad, Níger, Nigeria y Camerún. Su caudal siempre ha sido muy variable porque depende de las escasas lluvias estacionales de la zona, pero especialmente de los aporte de los ríos que vierten en su cuenca, que se rigen también por lluvias tropicales e irregulares, que igualmente se concentran en la estación de lluvias, de ahí las variaciones en su caudal a lo largo del año y entre distintos años. Entre estos ríos tributarios destaca especialmente del río Chari y sus afluentes, como el Logone, que discurren desde el sur y traen sus aguas desde las sabanas y bosques de las zonas elevadas de la República Centroafricana, aportando el 90% de su agua -28000 millones de m3 el Chari y 12000 millones de m3 el Logone-. En menor medida le aportan agua otros ríos que proceden del suroeste, de Nigeria, como el komadugu Yobe  -un 5% del total-.
    Las poblaciones cercanas se han adaptado siempre a esta situación, dedicándose a la pesca, base de su alimentción, que complementaban con actividades agrícolas de carácter tradicional, que ponían en cultivo las tierras húmedas y limosas que el lago dejaba al descubierto cuando terminaba la época de lluvia y reducía su superficie. Igualmente en la época lluviosa los ríos llegaban cargados de agua y se desbordaban en las zonas bajas, cercanas al río posibilitando la agricultura en las zonas inundadas. Así ocurre en la desembocadura del río chari, en la región chadiana de Yaeres, donde las llanuras se inundan y permiten crear un granero para la siembra del mijo.

    Mapa político de Africa central. En azul el lago, en rosa el país de Chad.

    Una playa en el curso del río Chari.


    En este gráfico se ve el caudal medio mensual (en m3/s) del río Chari según los datos de 60 años (1933-91). Es evidente el contraste entre la cantidad de agua arrastrada en la época de lluvias y la escasez hídrica en la estación seca.


    LA DESAPARICIÓN DEL LAGO CHAD: UN DESASTRE ECOLÓGICO Y HUMANO

    El lago Chad ha sufrido grandes modificaciones en su tamaño y extensión a lo largo de la historia, dependiendo de los cambios climáticos a largo plazo que se producían. De esta forma ha habido periodos en los que el lago prácticamente ha desaparecido y otros en los que volvía a recuperar su tamaño con la vuelta de un ciclo climático más húmedo. Así, hace 6.000 años, cuando el Sahel y el Sáhara eran más húmedos y menos cálidos, el lago llegó hasta los 300000 km2, el tamaño actual por ejemplo del mar Caspio. Hoy estamos ante uno de esos cambios, y de hecho el lago se ha reducido muchìsimo en las últimas décadas. En los años 60 el Lago Chad cubría una superficie de más de 25.000 km2, en la actualidad apenas supera los 1.000 km2 y ha perdido el 90% de su tamaño. De hecho, la cuenca norte, próxima al Sáhara, se ha secado por completo (ver mapa inferior). Su escasa profundidad -en la actualidad la profundidad media es de tan solo 1,5 m.- lo convierte en especialmente vulnerable a cualquier variación del clima, favoreciendo la evaporación.

    EVOLUCIÓN DE LA SUPERFICIE DEL LAGO CHAD

    Imágenes de satélite que muestran el retroceso de las aguas del lago Chad desde principios de la década de los 70 (primera imágen) hasta la actualidad (segunda imágen)
    Sin embargo, la diferencia en este último proceso de cambio es que a la dinámica natural hay que unir la acción directa del hombre.  La mitad del retroceso del lago viene dado por el cambio climático operado en la zona y que ha supuesto una reducción de las lluvias y un aumento de las temperaturas y por tanto de la evaporación. El desierto del Sáhara avanza inexorablemente sobre las tierras del Sahel, que sufren una creciente desertización y cada vez más sequías -especialmente duras fueron las de los añós 70-. Sin embargo, se estima que la extracción de agua en la cuenca para destinarla a proyectos de regadío es el factor responsable de la otra mitad de la reducción del lago. Los ríos llegan al lago casi secos como consecuencia de la desviación de sus aguas para el desarrollo de proyectos de regadío. Algo parecido a lo sucedido con el mar Aral en Asia. A finales de los años setenta se desarrollo un proyecto de regadío en la parte nigeriana que mermo el lago, en las cabeceras de los ríos Hadeija y Jam,are, tributarios del Chad, donde se construyeron varias presas. Sin embargo, fue el "South Chad Irrigation Project" el plan que hirió de muerte el lago, al afectar a su gran río tributario, el Chari y su afluente, el Logone, que fueron represados y sangrados con canales. Se pretendía reverdecer zonas muy secas, asentando a la población y permitiendo un desarrollo del sur del país, pero solo se pusieron en regadío un tercio de la superficie proyectada y quedaron cientos de kilómetros de canales inservibles, así como estaciones de bombeo inutilizadas. La sobreexplotación se mezcló con las sequías reduciendo enormemente el caudal del río. Además se introdujeron cultivos como el arroz o el algodón, muy exigentes en agua. y todo ello en una zona de gran evaporación. La consecuencia fue la reducción drástica del lago y la consiguiente catástrofe ecológica que afecta a la fauna y flora de sus aguas, así como a los hombres que habitan sus orillas e islas. 
    Han desaparecido las abundantes especies de fauna que poblaban las orillas -jirafas, hienas, búfalos, gacelas, antílopes…- y la aves que volaban sobre sus aguas, y han disminuido dramáticamente, en cantidad, tamaño y variedad, las especies de peces que eran el alimento básico de la población. A la vez, han proliferado en exceso otras especies, dañando seriamente el ecosistema, es el caso de plantas invasivas como la thypa o pájaros como el Quelea quelea, también llamado “pájaro langosta” por la forma en que se agrupa en grandes bandadas cuya presencia constituye una auténtica plaga para el ecosistema y los cultivos.
    Igualmente la reducción de recursos ha aumentado los conflictos, los pescadores se desplazan a las orillas ahora alejadas y se concentran en los poblados cercanos a ellas. La violencia crece y los enfrentamientos son habituales entre pescadores, agricultores y ganaderos, entre viejos y nuevos habitantes. La tensión crece entre los distintos países, tribus y comunidades por los derechos de uso sobre el agua.
    Pese a todo, no todo en la desecación de la cuenca del lago ha sido una tragedia, para muchos ha resultado una bendición. Cientos de miles de personas de las zonas áridas alejadas del lago se han asentado en su antigua cuenca, mientras muchos pescadores se convertían en agricultores: unos y otros ponían en cultivo y trabajaban las nuevas tierras emergidas tras el retroceso del lago, húmedas y fértiles, donde se ha sembrado maíz, arroz, sorgo, batatas, etc. La cuenca del lago se ha convertido así en el granero de la región.
    A finales de los años 90 y con el inicio del siglo XXI llegaron años húmedos que hicieron aumentar repentinamente la superficie del lago provocando inundaciones y obligando a comunidades enteras a desplazarse hacia nuevas orillas. Sin embargo, resultó ser un espejismo y pronto en lago siguió reduciéndose hasta la actualidad.

    Puedes caminar un par de kilómetros hacia el interior sin que te cubra.
    Abundan las zonas pantanosas y de abundante vegetación.
    Muchos pescadores de Níger, en la desaparecida cuenca norte se han
     trasladado a las islas.
    El lago Chad ha retrocedido dejando al descubierto cada vez más tierras.
    Las huelllas de una orilla en retroceso constante.

    LA DIFÍCIL SOLUCIÓN AL PROBLEMA

    La solución al problema es hoy muy complicada. Se baraja en la actualidad la opción de un proyecto de trasvase de aguas desde el río Ubangui, situado en la cuenca del río Congo, hasta la cuencia del río Chari, con la pretensión de volver a abastecer el lago Chad y recuperar su nivel. Se trata de un proyecto muy complejo y costoso, que implicaría la construcción de una gran presa en Palambo, en el cauce del Ubangui, y el trazado de un canal navegable de más de 100 km de longitud, por donde circularían los 900 m3/seg que se pretenden detraer. Con ese agua se rellenaría el lago y se abastecerían regadíos, además la presa de Palambo produciría enormes cantidades de electricidad para los países del entorno, que compensaría la perdida de agua de estos.  El problema es su alto coste, más si cabe en un momento de crisis como el actual, además de las dudas sobre su eficacia, pues estamos en una época de crecientes sequías y de reducción de lluvias, no está claro que en el futuro el Ubangui pueda proporcionar esa agua sin ver afectado seriamente su propio caudal.
    Por otro lado el restablecimiento del nivel de agua en el lago tiene también su complejidad, por un lado trastornaría de nuevo a las poblaciones que se han adaptado y han ocupado nuevas tierras agrícolas, además la eliminación de las fluctuaciones anuales del nivel del lago rompería las formas de vida tradicionales de sus habitantes, porque el trasvase aseguraría un aporte constante de agua todo el año.
    Para poder profundizar sobre las posibilidades y perspectivas del trasvase de agua desde el río Ubangui podéis consultar: http://hispagua.cedex.es/sites/default/files/especiales/Trasvases%20Africa/chad.html

    En este vídeo se visualiza la situación de grave retroceso del río, así como muchas de las cuestiones expuestas en esta entrada:

                  


    ¿LE OCURRIRÁ LO MISMO AL LAGO TURKANA?

    Otro gran desastre similar al del lago Chad está apunto de ocurrir en Äfrica Oriental, en el lago Turkana. Situado casi integramente en Kenía, se denomina también Mar de Jade por el color y brillo de sus aguas. Se encuentra en una zona extraordinariamente seca y se considera el mayor lago de desierto del mundo, con 6.405 km2, más o menos el tamaño de las provincias españolas de Castellón o Tarragona. Su existencia depende de la llegada de aguas de zonas más elevadas y húmedas, las tierras altas de kenia al sur y sobre todo las zonas montañosas de Etiopía desde el norte. Las aguas del macizo Etiópico llegan a la cuenca del lago a través del río Omo y su intrincado curso lleno de meandros. Ambos, el río y el lago, son Patrimonio de la Humanidad por ser ecosistemas únicos en el mundo y albergar culturas humanas de gran valor antropológico. El lago Turkana alberga tres parques nacionales y atesora una enorme riqueza en animales acuáticos -cocodrilo del Nilo- y terrestres -leones, jirafas-, además de ser una zona de paso para las aves migratorias, que tienen aquí un lugar de parada en medio del desierto. Las actividades tradicionales ganaderas, agricolas y pesqueras mantienen en estos dos ecosistemas a más de medio millón de habitantes. Sin embargo, el gobierno etiope construye desde 2006 una enorme presa, Gibe III, que permitiría producir electricidad y poner en regadío más de 300.000 hectáreas, la mayoría de caña de azúcar para la exportación, un cultivo que demanda mucha agua. Los efectos serán demoledores sobre la ecología y las poblaciones de la zona: las culturas del Omo dependen de las crecidas del río, pues tras retirarse cultivan y hacen pastar el ganado en las tierras enriquecidas y húmedas. Con la presa tales crecidas no tendrían lugar. Peor serían las consecuencias sobre el lago Turkana, que con una profundidad media de treinta metros, desaparecería antes del año 2030.