La actual Mérida, capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura, está ubicada en una
posición central al norte de la provincia de Badajoz, a orillas del río Guadiana,
entre las Vegas Altas y Bajas del río, hoy fértiles tierras de regadío del Plan
Badajoz. Mérida es conocida por su extraordinario patrimonio
arqueológico y monumental, que le llevó en 1973 a ser declarada Conjunto
Histórico Arqueológico, y veinte años después, en 1993, a ser declarado su
conjunto arqueológico Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En dicho
patrimonio prima desde luego la impronta romana, pero también la visigoda e
islámica, muy presentes en la ciudad moderna, cuyo crecimiento y expansión
provoca que salgan a la luz múltiples restos arqueológicos continuamente. En la
preservación de dicho patrimonio y su compatibilización con el desarrollo de la
ciudad actual, está su gran desafío y a la vez su riqueza.
Superposición del casco urbano de Emérita Augusta sobre la trama urbana de la Mérida actual. Fuente: socialesjaranda.wikispace.com |
Reproducción de la antigua Emerita Augusta. Fuente: www.man.es |
El origen de la
ciudad nos remonta a los tiempos del Imperio Romano y su conquista y dominio de
la Península Ibérica. Como núcleo urbano va ligado a la figura del
emperador Augusto, bajo cuya autoridad se produce un reordenamiento territorial
y administrativo de la Hispania romana, una vez terminadas las guerras en el
norte peninsular contra los cántabros y los astures. Las dos provincias
hispanas existentes durante la República, junto con los territorios
recientemente conquistados, fueron reestructuradas en tres provincias: la
Hispania Citerior o Tarraconensis por un lado, por otro, la antigua provincia
de Hispania Ulterior, que fue dividida a su vez en otras dos provincias
delimitadas más o menos por el río Anas, al sur la Provincia Ulterior Baetica
con capital en Corduba, que incluía territorios fuertemente romanizados, al
norte del río la denominada Ulterior Lusitania, considerada como provincia imperial, que incluía territorios no pacificados del todo, lo que implicaba el
mantenimiento de contingentes de legionarios. Las provincias imperiales no
quedaban bajo el control del senado, sino que eran administradas por un legado
designado por el emperador. Lusitania era entonces una zona escasamente
romanizada que estaba poblada por pueblos vettones y lusitanos, con estructuras
protourbanas y tribales y donde se incluyeron inicialmente los nuevos pueblos
sometidos, galaicos, cántabros y astures. Estos últimos territorios pasarían
luego a la Hispania Citerior, quedando en Lusitania los territorios por debajo
del Duero.
Provincias romanas de Hispania durante la época de Augusto. Fuente:es,wiki2.org. |
La nueva provincia tendría pronto una
nueva capital, fundada a orillas del río Anas en torno al año 25 a.C. y
conocida como Iulia Augusta Emerita. Se trataba de una de las cinco colonias
catalogadas en Lusitania por Plinio en su Naturalis
Historia. El mismo autor habla en Tarraconensis de hasta doce y en Baetica
de nueve.
Había sido fundada por el legado P. Carisio en el 25 a.C. a partir de
contingentes militares correspondientes a las legiones V Alaudae y X Gemina,
recurriendo a soldados veteranos o "emeriti" que habían participado
en la guerra contra astures y galaicos. Se le adscribió desde un principio un
territorio muy amplio, que se extendía por buena parte de lo que hoy es la
provincia de Badajoz, por lo que parece evidente que fue proyectada desde un
principio con vocación de capital de provincia.
Desde un principio, Emerita resultó ser un
baluarte fundamental en el programa urbanizador iniciado por el emperador
Augusto, concebido como base del ordenamiento global de la Península Ibérica
una vez conquistada, y que incluía además la creación de ejes viarios o
calzadas que debían articular el territorio y permitir su control y cohesión.
En este sentido la fundación de colonias como Emerita tenían un claro sentido
estratégico, algo que también resultaba evidente en el caso de Caesaraugusta
(Zaragoza), situada en el valle del Ebro y que permitía la penetración desde el
levante hacia el norte peninsular. Emérita, por el otro lado, resultó clave en
el proceso de control del oeste peninsular, pues se ubicaba en la que después
sería la Vía de la Plata, calzada fundamental que facilitaba la comunicación
entre el sur y el norte peninsular a través del puente sobre el río Anas.
Además, la creación de la nueva ciudad se produjo sobre un lugar sin población
previa, e implicó una reestructuración organizativa de la zona, que en su caso
supuso la postergación de la ciudad cercana de Metellium.
Teatro romano de Medellín. El castillo medieval situado al fondo. Fuente: www.virtimeplace.com |
De esta manera, Emérita se convertía en un
ejemplo paradigmático del valor que el Imperio Romano daba a la ciudad como
elemento supremo de todo el sistema administrativo, asumiendo funciones tan
importantes como la recaudación de impuestos o el reclutamiento de soldados. La
ciudad poseía una amplia autonomía en el orden interno y se erigía en la base
desde la que llevar a cabo la explotación agrícola del entorno cercano. Emerita
era además una de esas colonias, que situada en provincias, poseían el ius
Italicum: además de la exención de impuestos directos, gozaban de derechos de
propiedad que solo tenían los ciudadanos romanos de Italia.
Aunque estuvieran en territorios
periféricos, en general las nuevas ciudades se conformaban según el esquema urbanístico romano estructurado sobre una planta ortogonal articulada sobre dos
grandes ejes: el Cardus maximus con dirección norte-sur y el Decumanus maximus, con orientación
este-oeste. Este fue el caso de Emerita, pero en su caso, marcada además por la
existencia de un puente que, como en tantas otras ocasiones, aprovechaba la
existencia de una isla en el río. Se trataría de la clásica ciudad-puente del
imperio romano, al estilo de Roma, Toulouse, Lutetia (París) o la misma
Corduba. Para algunos autores el puente sobre el Guadiana fue el "genitor urbis" o constructor de la ciudad, determinando el desarrollo urbano de la ciudad, pues su prolongación se
produjo a través del Decumanus maximus. En los últimos tiempos, algunas excavaciones matizan tal información, pues parecen indicar que tal vez la orientación de ambos no coincidía exactamente.
En la nueva colonia no faltaban tampoco el resto de las edificaciones monumentales propias de una urbe romana, la muralla que protegía la ciudad, el foro que albergaba los templos y edificios públicos, así como las construcciones destinadas al ocio, como teatros y anfiteatros, esenciales en cualquier ciudad romana y que hoy se han convertido en el mayor reclamo turístico de la ciudad. El teatro fue inaugurado en el 15 a.C. y el anfiteatro en el 8 a.C., aunque su fisionomía actual es producto de la reforma acontecida a mediados del siglo I d.C. Es muy posible que ambas construcciones se encontraran inicialmente fuera del recinto amurallado y que se ampliara la muralla para acogerlos a posteriori.
Vista del puente romano de Mérida sobre las aguas del río Guadiana. Fuente: ABC.es |
En la nueva colonia no faltaban tampoco el resto de las edificaciones monumentales propias de una urbe romana, la muralla que protegía la ciudad, el foro que albergaba los templos y edificios públicos, así como las construcciones destinadas al ocio, como teatros y anfiteatros, esenciales en cualquier ciudad romana y que hoy se han convertido en el mayor reclamo turístico de la ciudad. El teatro fue inaugurado en el 15 a.C. y el anfiteatro en el 8 a.C., aunque su fisionomía actual es producto de la reforma acontecida a mediados del siglo I d.C. Es muy posible que ambas construcciones se encontraran inicialmente fuera del recinto amurallado y que se ampliara la muralla para acogerlos a posteriori.
Vista áerea del teatro y anfiteatro romano de Mérida. Fuente: revistadehistoria.es |
En los siglos sucesivos la ciudad se
consolidaría como una importante urbe dentro del imperio gracias a su
localización estratégica en la confluencia de vías importantes. Además de la
Vía de la Plata, de la que hemos hablado, la vía del centro que iba de Emerita
a Caesaraugusta (Zaragoza) pasando por Toletum. Por otro lado, la que partía
desde Corduba y llegaba a Emerita desde el sureste, pasando por Metellinum
(Medellín). Otra vía coincidía en esta última ciudad viniendo desde la costa
meditérránea y entrando desde Sisapo (Almadén). Por el oeste, una calzada
conectaba la ciudad con Olisipo (Lisboa). Desde Norba Caesarina (Cáceres)
partía la Vía da Estrela que cruzaba el Tajo a través del puente de Alcántara y
la unía a Conimbriga (Coimbra), prolongándose después hasta Bracaram (Braga).
Mientras, un poco más al norte, arrancaba desde la Vía de la Plata la Vía
Dalmacia que se dirigía hacia el norte y atravesaba la Sierra de Gata.
Red de calzadas romanas en la Hispania romana. F.: Wikipedia.org
|
El desarrollo monumental sería intenso a lo largo de toda la dinastía Julio-Claudia (27 a.C.-68 d.C.) lo que le fue confiriendo un indudable explendor a la ciudad. Más tarde, durante la dinastía Flavia (69 d.C.-96 d.C.) y Antonina (96.-192 d.C.), épocas de marcado auge para toda la Hispania Altoimperial, se vio reforzado su papel político, económico y cultural, convirtiéndose en un punto de referencia para el conjunto del Imperio. Durante los emperadores flavios se acometieron obras como la ampliación de los foros municipal y provincial, la finalización de las obras del anfiteatro y la muralla, la remodelación de templos como el de Diana o Marte y la mejora de la red de saneamiento. Sin embargo, sería durante la segunda centuria cuando la ciudad alcanzaría uno de sus momentos culminantes, durante la época de emperadores hispanos como Trajano o Adriano, momento en que se remodela el teatro, erigiéndose la escena, sin duda la cara hoy más conocida de la ciudad. La bonanza económica y el auge constructivo terminarían atrayendo a una fuerte emigración procedente de los más diversos lugares del Imperio. Con ella llegará el culto a las deidades orientales (Mitra) o el judaísmo.
Escena del teatro romano de Mérida actualmente. Fuente: www.españaescultura.es |
Recreación de la escena del teatro romano en su época de esplendor, durante la dinastía Antonina. Fuente: Periódico Extremadura. Recreación de Javier Martínez y Rafael Mesa. |
Recreación virtual del teatro romano de Mérida, con la escena y la cavea. Fuente: Hoy.es |
Recreación virtual del Teatro romano de Mérida mostrando la totalidad de su estructura. Fuente: Hoy.es |
De esta forma, la ciudad creció desde los 5.0000 o 6.000 habitantes que debía tener en la época de su conversión en capital de Lusitania (15 a.C.) hasta los 25.000 o 30.000 habitantes en época de Trajano o Adriano. Autores latinos como Decimo Magno Ausonio (320-395 d. de C.) la situaban en el décimo primer lugar de las ciudades más importantes de Roma. No hay lugar a dudas de que estabamos ante la ciudad más grande de la Hispania romana, llegando a ocupar dimensiones superiores a las 100 hectáreas, aunque la media de las ciudades hispanorromanas estuviera en 16-18 hectáerea, por encima de otras grandes ciudades como Hispalis, Corduba, Tarraco o Clunia.
A la ciudad desarrollada en el interior
del recinto amurallado habría que añadir dos barrios periféricos, uno ubicado
en la zona del anfiteatro y del actual Museo Nacional de Arte Romano y otro en
la actual zona del ferrocarril y la Casa del Mitreo. Se disponían a partir de
las calzadas que partían de la urbe y en ellos se situaban viviendas, talleres,
hornos y espacios de enterramiento. Ya en zona de intramuros, la ciudad se
disponía en espacios cuadriculados regularizados que formaban las manzanas o
insulae, que en el caso de Emerita solían tener una longitud de 100 metros de
largo por 50 o 60 metros de ancho, aunque algunas eran de menor tamaño.
Estos dos vídeos nos resumen visualmente y en pocos minutos todos los rasgos básicos del urbanismo emeritense :
Este video recrea brevemente la historia de la ciudad de Emerita Augusta en época romana:
Estos dos vídeos nos resumen visualmente y en pocos minutos todos los rasgos básicos del urbanismo emeritense :
Este video recrea brevemente la historia de la ciudad de Emerita Augusta en época romana:
El paso del tiempo no mermó la pujanza de
Emerita Augusta y durante la época del Bajo Imperio la ciudad continuó
siendo una urbe importante y poderosa. De hecho, las reformas realizadas por el
emperador Diocleciano la fortalecieron en su papel de centro administrativo y
provincial. Diocleciano aumentó el número de provincias y las agrupó en
diócesis, Hispania se convertía en una de ellas, de la que Emerita sería
capital, algo que hoy parece fuera de toda duda después de algún tiempo de
controversia. La trama urbana de la ciudad no se vería alterada, a la vez que
sufría una fuerte actividad constructiva, como corresponde a una ciudad de
relevancia. Se reforma el teatro y el circo, se construyen grandes mansiones en
intramuros y se produce un crecimiento importante de su rico entorno agrícola,
con la proliferación de villas lujosas y ricas en sus proximidades.
Diócesis del Imperio Romano durante la época de Diocleciano. Fuente: Wikipedia.org |
En todo caso, en dicha época, el
cristianismo ya había llegado a Hispania, en la que prendió en el siglo III, y
se extendía con fuerza por el Imperio. Aunque en Hispania las principales
comunidades cristianas estaban radicadas en las provincias de Baetica y
Carthaginensis, parece fuera de toda duda que uno de los centros donde antes
cuajaron las nuevas creencias fue la propia Emerita, como lo demuestran los
testimonios. De hecho uno de los primeros documentos que nos refiere la
existencia de comunidades cristianas bien desarrolladas es una carta que hace
referencia al obispo Marcial de Emérita y su herejía. En ella el obispo de
Cartago y otros obispos africanos que participaban en un sínodo se dirigen al
presbitero Félix y a las comunidades de León y Astorga, así como al diácono
Elio y la comunidad de Mérida. Al parecer, la carta era una respuesta a una misiva previa entregada al obispo cartaginés por Sabino y Félix en la que exponían que los obispos de ambas sedes, Basílides y Marcial, habían sido "sacrificati" (habían sacrificado a los dioses romanos) durante la persecución de Decio, lo que les permitió obtener el correspondiente libelo (certificado que les libraba de la persecución).
Desde finales del siglo IV, se constata la existencia de martiryas, pequeñas capillas martiriales como la de Eulalia. Durante las
persecuciones contra los cristianos de la época, en Emerita se produjo el
martirio de Eulalia. La importancia de su figura queda fuera de toda duda y
permitió consolidar y desarrollar el cristianismo en la ciudad. La figura de
Eulalia, convertida en patrona y protectora de la urbe, pasaría pronto a
convertirse en un icono religioso y motivo de peregrinaje a nivel de toda
Hispania. A su abrigo, Emerita paso a ser un centro de culto y peregrinación
que la convertiría en los siglos siguientes en una de las ciudades más
influyentes y con más proyección de toda la Península, algo especialmente
evidente durante los siglos V y VI.
El martirio de Santa Eulalia. Obra del maestro de Villamediana (s. XV). Fuente: domuspucelae.blogspot.com.es |
EMERITA VISIGODA
En el siglo V Emerita sufrirá, como el
resto de Hispania, las incursiones de los pueblos bárbaros del norte: alanos, suevos
y vándalos pasarán frente a sus murallas, de hecho el rey alano Atax la
conquistó y convirtió durante algunos años en su capital. Pero serán los
visigodos, ya en el siglo VI, los que se asentarán definitivamente en ella. En
el 507 d.C. el pueblo visigodo, procedente de Aquitania, se asentaba en
Hispania, convirtiéndose la Iglesia en la visagra que permitiría el hundimiento
del Imperio y a la vez el surgimiento de un nuevo orden: el nuevo reino
visigodo se articuló pronto a partir del cristianismo católico. Los nuevos
invasores se vieron inicialmente envueltos en frecuentes luchas intestinas que
condujeron a la inestabilidad crónica. En medio de dichas batallas por el
poder, Emerita mantendrá intacto su protagonismo, siendo la capital del nuevo
reino durante el breve reinado de Agila, a mediados del siglo VI. Sin embargo,
la capitalidad de la monarquía visigoda iba a terminar trasladándose a Toletum
en la segunda mitad del siglo VI. Con Leovigildo se unificó y consolidó
definitivamente el reino (584 d.C.), una vez que fueron ocupados los
territorios del reino suevo del noroeste. Su hijo Recaredo se convirtió
definitivamente al catolicismo.
En la nueva España visigoda el peso de la
Iglesia será importantísimo y las provincias administrativas coincidirán en
gran medida con las eclesiásticas. En este sentido, Emerita seguirá teniendo un
gran peso, será sede metropolitana y obispal de la provincia religiosa de
Lusitania y capital de la provincia administrativa, al frente de la cual se
hallaba un dux provinciae. A ambos niveles su importancia solo fue superada por
Toletum. Por entonces, la ciudad había reforzado su situación como centro
religioso, convertida en el principal centro de peregrinación de Hispania, lo
que se mantuvo todavía algún tiempo en época islámica, aunque luego decayó
frente al auge de Santiago de Compostela.
Además de las actas de los concilios de la
época, el Vitae Sanctorum Patrum Emeretensium sería la principal fuente y el
texto que hace una mención más expresa a la ciudad de Emerita en la segunda mitad
del VI y principios del VII. Se trata de un texto hagiográfico en el que aparecen las figuras de importantes personalidades de la época como el obispo
Masona, enfrentado a Leovigildo en su intento de optar por el arrianismo como
religión, o de otros obispos posteriores como Fidel o Paulo, todos ellos
exponentes del enorme peso de la Iglesia emeritense de la época. Sin un poder
político fuerte, los obispos de la metrópoli emeritense llenaron el vacío de
poder y se erigieron en la principal autoridad real.
En esta idea ahondan otras fuentes del
periodo como las actas del Concilio provincial celebrado por la Iglesia metropolitana
en el año 666 o la Crónica Mozárabe del 754, fuente esta última muy importante
para el conocimiento de los primeros años de ocupación musulmana.
Así pues, la Iglesia y sus obispos modelan la nueva ciudad, una urbe rica y poderosa desde el punto de vista cultural, económico y político. El libro de las Vitae nos sitúa en una ciudad urbanísticamente cristianizada donde los edificios oficiales, palacios y templos romanos estaban en desuso, abandonados o bajo el signo de la Cruz.
Así pues la ciudad vería en esta época
tamizada su impronta urbanística con la construcción y restauración de
edificios vinculados al cristianismo. Más allá de la basílica de la mártir
Santa Eulalia, construida en la segunda mitad del siglo V (aunque el martiryum
fuera levantado a principios del siglo IV), proliferan basílicas, monasterios,
albergues de peregrinos, hospitales, etc. Algunos de estos edificios se
situaban fuera de las murallas, como era el caso del monasterio de Cubillana o
la Basílica de Casa Herrera.
MÉRIDA ISLÁMICA
Cripta de la basílica paleocristiana de Santa Eulalia de Mérida. Fuente: Wikipedia. |
MÉRIDA ISLÁMICA
Cuando los musulmanes, a principios del
siglo VIII, penetraron en la Península Ibérica, el reino visigodo mostraba una
decadencia política y económica muy evidente, aunque la ciudad de Emerita
conservaba intacta su importancia como centro politico y religioso. Tras la
batalla de Guadalete, el avance islámico fue imparable y las ciudades visigodas
se rindieron sin apenas ofrecer resistencia, a veces porque los seguidores de
Witiza eran sus aliados, en otras ocasiones porque los de Don Rodrigo se
retiraban hacia el norte. Era el año 713 d.C. cuando el ejército arabo-bereber
se plantaba ante las murallas de la ciudad de Emerita y tras un largo cerco de
varios meses ésta se rendía mediante un tratado de capitulación.
Tras la conquista islámica, Mérida
mantendría intactas sus defensas, así como su alto valor estratégico, que
ligado al puente había llegado inalterado hasta la época. La capitulación por
pactos posibilitó a Mérida, como a otras ciudades, no ver alterada en exceso su
vida cotidiana, lo que permitió la pervivencia del cristianismo y sus
instituciones, con su sede arzobispal. En estas décadas, los walis o gobernadores de al-Andalus, que
gobernaban en nombre del Califa de Damasco, garantizaron una cierta autonomía y
respeto a las comunidades no musulmanas, y los cristianos se mantuvieron como dimmies o gentes del libro, que debían pagar
un impuesto especial a las nuevas autoridades. Inicialmente, las mayores
tensiones vendrán derivadas de la presencia importante de tribus bereberes,
llegadas con la ocupación, protagonistas de continuas revueltas hasta mediados
del siglo VIII, lo que de forma recurrente pervivirá en siglos posteriores.
En el año 750 los abasíes derrocaron a los
omeyas del Califato de Damasco y los exterminaron. Unos años después, en el
756, un omeya que había escapado de la fatal persecución llegaba a la Península
Ibérica, era Abderramán I, que tras conquistar Córdoba se proclamaba emir. Unos
años después, Abderramán I dominaba toda al-Andalus al poner bajo su control
las tierras del valle del Ebro. La importancia de Mérida en la nueva realidad
política no disminuyó apenas, y durante siglos aún seguirá siendo la ciudad más
importante del occidente andalusí, como capital de la Marca Interior (al-Tagr
al-Adnà) y capital de su provincia o kura.
Las disputas entre árabes y bereberes no
cesaron tras la proclamación del emirato, lo que permitió la reorganización de
los reinos cristianos del norte, dando lugar al inicio de la
"Reconquista". Al elemento bereber habría que añadir además el peso
creciente de los muladíes, cristianos conversos al Islam. Unos y otros se
mostraron remisos a aceptar la autoridad de los emires, rechazando su creciente
centralismo y el aumento de la presión fiscal. La inestabilidad iría aumentando
durante la segunda mitad del emirato, proliferando las revueltas en las que el
papel de Mérida sería muy destacado. Mientras se reducía la
presencia mozárabe en la ciudad, crecía con fuerza la comunidad muladí,
convertida en un factor de rebelión. También lo era, el hecho de que los
bereberes, sin apenas mezclarse, levantiscos y subversivos, se asentaran en la
zona en mucho mayor número que los árabes.
En este contexto de continuas
revueltas, aún más persistentes desde el año 800, el emir
Abderramán II construirá en el año 835 la alcazaba de la ciudad, proyectada
como un bastión desde el que ejercer un control real sobre una urbe tan
levantisca. Hoy incluida en el Patrimonio de la Humanidad, es considerada la
fortificación musulmana más antigua conservada en la Península Ibérica. Se trata de un
recinto de forma cuadrada de 130 metros de lado que permitía albergar un gran número
de tropas y que contaba con un aljibe de agua filtrada desde el cercano
Guadiana. Fue construida a partir de sillares de piedra
reaprovechados y extraídos de las edificaciones romanas de la ciudad.
Vista aérea de la alcazaba islámica de Mérida. Junto a ella surge el puente de origen romano. Fuente: www.elloboazul.com |
En la construcción de la alcazaba de Mérida se enplearon los sillares de las antiguas edificaciones romanas. Fuente: Hoy.es |
La culminación de toda esta sucesión de
revueltas llegaría con el estallido en la ciudad de la rebelión del muladí Ibn
Marwan al-Yilliqi en el 868 frente al emir Muhammad I. A la postre supondría la
sentencia de muerte para la ciudad, que perdería su histórico papel como centro
político y administrativo e iniciaría una lenta pero inexorable decadencia. Ibn
Marwan procedía de una importante familia muladí y su abuelo ya se había
levantado contra el poder central con anterioridad. Una expedición omeya
sometió la ciudad y mandó al caudillo revoltoso residir en Córdoba. Las
murallas romanas fueron destruidas, quedando solo la alcazaba como fortificación,
lo que sería fatal para el futuro de la urbe. Las humillaciones llevaron a Ibn
Marwan a huir de Córdoba y refugiarse de nuevo en el valle del Guadiana, donde
se hizo fuerte y fundó una nueva ciudad, Batalius (Badajoz). El propio emir
reconoció su autoridad sobre la zona y la población creció con fuerza con la
llegada de muladíes, terminando en las décadas siguientes por desplazar a
Mérida como centro político de la zona, una Mérida que desde el reinado de Muhammad había pasado a ser controlada por el clan bereber de los Banu Tayit.
Monumento-homenaje a Ibn Marwan en la ciudad de Badajoz. Fuente: maravillasdeespana.blogspot.com.es |
En el año 929 Abderraman III proclamará el
Califato de al-Andalus, imponiendo de nuevo el orden sobre los territorios de la mayoría de al-Andalus. Los bereberes que dominaban sobre Mérida se sometieron a su poder. El territorio fue dividido en coras o provincias, una de las cuales era Mérida. Pero a pesar de todo, el protagonismo político del occidente de al-Andalus iba a ser cada vez más para Batalius (Badajoz), que en la época final del Califato habría desbancado definitivamente a Mérida, lo que se consolidará durante el periodo Taifa y los imperios norteafricanos de almohades y almorávides.