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viernes, 8 de abril de 2022

Renacimiento cultural ucraniano y represión imperial en el siglo XIX. Historia de Ucrania y Rusia (Parte II).


"Iglesia en Kiev". Obra pictórica del Taras Sevchenko, el gran bardo del nacionalismo ucraniano. Fuente: boverijuancarlospintores.blogspot.com


Fuente: Wikipedia
Como ya hemos desarrollado en la entrada anterior, "Historia de Ucrania y Rusia (Parte I). Desde los orígenes hasta el siglo XVIII", el Imperio ruso llegó a controlar buena parte de la actual Ucrania durante el reinado de Catalina II la Grande, sometiendo definitivamente al Hetmanato cosaco en 1864 e incorporando enormes territorios occidentales arrebatados a una Polonia que, a finales del siglo XVIII, es despedazada y repartida entre Prusia, Austria y Rusia (Particiones de Polonia entre 1772 y 1795). Se iniciaba entonces un intenso proceso de rusificación, que ya se había puesto en marcha en las zonas orientales y centrales de Ucrania a principios del siglo, con el reinado de Pedro el Grande. 

La Eneida de Ivan Kotliarevski
Sin embargo, algo se empieza a mover con la llegada del nuevo siglo. Si el siglo XIX es el "Siglo de Oro" de la literatura rusa, es también el del renacimiento cultural ucraniano. Como en tantos pueblos de Europa y de la misma España, el romanticismo y el nacionalismo permitieron el desarrollo de amplios movimientos culturales y políticos, que reivindicaron la cultura propia y especialmente la lengua como elemento distintivo e identitario. Será así como una lengua denostada por la autoridad imperial y despreciada por las propias élites ucranianas, empiece a dejar de ser considerada una lengua de simples siervos y campesinos, un simple dialecto del ruso, para ser utilizada en la literatura y revalorizada por una élite intelectual. 

Aunque la primera obra escrita en ucraniano moderno había surgido en 1789, la Eneida de Ivan Kotliarevski, será el siglo XIX el que abrirá el camino a los cambios. La fundación de universidades como las de Kiev y Járkov a principios de la centuria iba a favorecer el nacimiento de círculos intelectuales que comenzarían a escribir en ucraniano e iniciarían el proceso de normativización gramatical del idioma. Como en muchos lugares de Europa, se extendía igualmente el interés por el folclore y la cultura popular, apareciendo las primeras Historias de Ucrania.

Taras Shevchenko. Retrato de Ivan Kramskoi.
Fuente: hmong.es 
En 1840, Tarás Shevchenko (1814-61), pintor, escultor y escritor, publica su primera colección de poesía, Kobzar, escrita en ucraniano y que se convertirá en una de las grandes referencias literarias de la nación ucraniana hasta la actualidad. Aunque también escribió en ruso, su obra en ucraniano es un referente. Miembro de la Hermandad de Cirilo y Metodio, sociedad secreta que aspiraba a amplias reformas en el Imperio ruso, sufrió la represión y el destierro. A dicha Hermandad pertenecía también Nikolay Kostomarov, que publicó revistas como Osnova y era conocido por su Historia de Ucrania y su intenso trabajo etnográfico como folclorista. La labor de estos personajes resultó fundamental, contribuyendo a forjar una emergente consciencia nacional que se proyectó en años sucesivos en el surgimiento de asociaciones culturales o hromadá y la aparición de escuelas dominicales en las que se utilizaba la lengua ucraniana, en oposición a la educación formal desarrollada por la administración imperial rusa que se cursaba en su totalidad en ucraniano. Toda esta actividad cultural permitió el surgimiento y crecimiento de un sentimiento nacionalista que, cada vez más, fue generando una fuerte desconfianza en las autoridades imperiales, que lo entendían como un desafío. Hasta entonces la identidad ucraniana nunca había sido de gran preocupación para los rusos, que se referían a Ucrania como la "Pequeña Rusia". Todo ello desembocó en una política cada vez más represiva a nivel cultural que se agudizó con la sublevación polaca en el llamado Levantamiento de Enero de 1863, que ejemplificaba a la perfección el aumento creciente de las tensiones separatistas dentro del Imperio ruso. Muchos activistas ucranianos fueron arrestados y numerosas publicaciones cerradas, mientras se cerraban las hromadá y las escuelas dominicales. El proceso culmina con la publicación del ukaz o edicto de Ems, emitido por Alejandro II en 1876, que vetaba de forma expresa en el Imperio ruso y en el ámbito público el uso de la lengua ucraniana, que denominaba el dialecto de la Pequeña Rusia, prohibiendo su uso en textos de cualquier tipo, así como la importación desde el extranjero de publicaciones en ucraniano. Tampoco era posible la representación de obras de teatro y la enseñanza escolar y universitaria en dicho idioma. Numerosos intelectuales tuvieron que coger el camino del exilio y la vida cultural ucraniana quedó congelada. Con el tiempo y bajo el reinado de Alejandro III, las disposiciones restrictivas del ukaz de Ems fueron suavizadas, lo que permitió que se publicaran libros y se representaran obras de teatro en ucraniano. Sin embargo, y de forma inexorable, la cultura rusa se establecía cada vez más como la dominante en la Ucrania bajo control del Imperio ruso, mientras el sentimiento nacionalista quedaba reducido a una minoría cuya capacidad de penetración en la población era reducida, proyectándose en la actividad de organizaciones como la Hermandad Trarasivtsi, surgida en 1891, que aglutinaba a los partidarios de una autonomía nacional.

Alejandro II de Rusia. Fuente: Getty images


La evolución de los acontecimientos fue diferente en la parte más occidental de la actual Ucrania, que incluía la mitad oeste de la región histórica de Galitzia, la región de transcarpatia (Ruthenia), el norte de Bucovina, territorios que quedaron bajo control austrohúngaro en 1772, tras la desmembración del estado polaco en las llamadas Particiones de Polonia. La región de Galitzia había sido una región que históricamente, y desde el medievo, había permanecido bajo control de Polonia, lo que se evidenciaba en la existencia de una gran pluralidad étnica y una marcada influencia cultural polaca. La parte occidental de la región estaba poblada mayoritariamente por polacos (hoy pertenece a Polonia), pero en la zona oriental existía una mayoría ucraniana, aunque con importantes minorías polaca, húngara y alemana. En el siglo XIX, el Imperio austrohúngaro se mostró como un estado más permisivo con las culturas e idiomas nativos de lo que lo fue el Imperio ruso, permitiendo su uso en las escuelas de enseñanza primaria. No ocurría lo mismo con los centros universitarios, como la universidad de Lemberg (Lviv en ucraniano o Lwow en polaco), que se había convertido en el gran centro cultural de la región ya desde la época de dominio polaco. Tras la destrucción del estado polaco, la universidad sufrió un proceso de germanización que cristalizó en la institucionalización del alemán como su idioma oficial. La oposición a tal proceso culminó durante el periodo revolucionario de 1848, que supuso el estallido de las aspiraciones nacionalistas en toda Europa y particularmente en el Imperio austrohúngaro. En respuesta a la actitud de los estudiantes que desafían a la autoridad y reclaman la polonización de la universidad, las autoridades imperiales intervinieron militarmente, permaneciendo la universidad cerrada hasta 1850. Sin embargo, las reclamaciones estudiantiles no cayeron en saco roto, en las décadas sucesivas el polaco y el ucraniano pasaron a ser lenguas oficiales en la universidad de Lemberg (Lviv).

Fuente: elaboración propia.


Iván Yakovych Frankó. Fuente: Wikipedia
Sería en esa época, en el último cuarto del siglo XIX, cuando cursaría sus estudios universitarios en Lemberg (Lviv) el que se había de convertir en uno de los grandes referentes del nacionalismo cultural y político ucraniano, Iván Yakovych Frankó. Un intelectual en la dimensión total de la palabra, que desarrolló su obra en las últimas décadas del s. XIX y las primeras del s. XX. Fue dramaturgo, poeta y prosista, filósofo e historiador, lingüista y folklorista, activista político y periodista, además de una incansable traductor. Tradujo al ucraniano las obras de los principales escritores de la literatura universal, desde el alemán Goethe al inglés Shakespeare, del francés Víctor Hugo al ruso Dostoyevski, incluyendo los grandes clásicos de la literatura castellana como Lope de Vega, Calderón de la Barca o Cervantes. Su papel fue muy destacado en cuanto al proceso de normalización y uniformización lingüística de la lengua ucraniana, así como en la consolidación del lenguaje científico ucraniano. Hoy es una de las grandes referencias intelectuales del nacionalismo ucraniano.

Lviv es conocida como "La ciudad de los mil nombres": Lviv en ucraniano, Lvov en ruso, Lwow en polaco Lemberg en alemán o Leópolis en español. Bellísima ciudad patrimonio de la Humanidad, fue el centro neurálgico de la Galitzia histórica y hoy capital cultural de Ucrania.