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martes, 24 de julio de 2012

La muerte del mar Aral: un desastre ecológico de enormes proporciones.


Los viejos barcos óxidados varados en la arena son el recuerdo lejano
 de un mar que ha sido robado a los habitantes de sus orillas.

EL MAR ARAL: UN MAR INTERIOR

El mar Aral es un enorme lago de agua salada situado en el corazón de Asia Central, que llegó a alcanzar los 68.000 km2 de extensión en sus mejores momentos -Extremadura tiene 41.000 km2-. Se situaba en el  territorio de la antigua Unión Soviética, y tras la desaparición de ésta y el hundimiento del régimen comunista en 1989, surgieron cinco repúblicas independientes musulmanas en Asia Central. El lago quedó entonces dividido entre los territorios de Uzbekistán y Kazajistán. Por entonces el retroceso del nivel de sus aguas ya era un hecho evidente y desde entonces no ha parado de agudizarse. En determinados lugares, el litoral ha llegado a retroceder más de 150 km y según han ido descendiendo el nivel de las aguas, el desierto ha ido ocupando su lugar.



En las imágenes de satélite se observa la verdadera magnitud del desastre. Dos masas de agua y un pequeño lago en medio de un enorme desierto ocre y blanco, los tres sin conexión alguna, dan testimonio de unos cambios que normalmente se producen en miles de años pero que han acontecido en las últimas cuatro décadas. Los científicos saben que el mar Aral se ha secado varias veces a lo largo de la tiempo, lo realmente nuevo en el proceso actual es la enorme velocidad en que se ha producido la desecación.

Las imágenes de satélite muestran el retroceso del mar Aral en las últimas décadas. Sin embargo, se observa que tal disminución se ha frenado en el Aral Norte, que vemos como mantiene e incluso recupera su tamaño en los últimos años.
El desierto de Asia Central es un lugar con lluvias casi inexistentes y una fortísima evaporación durante los meses de verano. En esas condiciones, el nivel del agua del mar Aral depende de la llegada de los ríos que nacen en las montañas situadas hacia el este, a dos mil kilómetros de distancia: el Amu Daria, que llega al sur del mar Aral, nace en el Pamir, entre Tajikistán y Afganistán y recorre los desiertos de Uzbekistán y Turkmenistán, mientras el Sir Daria nace más al norte, en la cordillera del Tien Shan, y discurre por los áridos desiertos del sur de Kazajistán. Ambos se alimentan de las lluvias producidas en las montañas y la aportación del deshielo en las cumbres y los glaciares. Son una especie de Eúfrates y Tigris, ríos que también nacen en las montañas de Turquía y tras cruzar y dar vida al desierto irakí desembocan en el golfo Pérsico. La diferencia estriba en que el Amu Daria y el Sir Daria terminan sus días en un mar interior, el mar Aral.


EL DESASTRE ECOLÓGICO

Este equilibrio hídrico extremadamente frágil se rompió trágicamente a partir de 1950, cuando la entonces Unión Soviética decidió poner en marcha unos proyectos de desarrollo de la zona que incluían la puesta en marcha del regadío agrícola a gran escala. La orografía de la región no es muy proclive al ser humano -altas montañas y enormes desiertos- por lo que había que transformar activamente la naturaleza para poder extraer de ella los recursos necesarios. Por entonces, la ideología de la Unión Soviética obedecía a dicho principio: el desarrollo por encima de todo y la explotación de los recursos a toda costa. El dirigente soviético de la época, el dictador Stalin lo resumía en una terrible frase: "La naturaleza a veces comete errores y debe ser corregida".

En verde oscuro las zonas irrigadas en Asia Central. La excesiva extensión
de los cultivos de regadío de algodón  ha sido clave en la  muerte del  Aral.
El regadío se desarrolló sobre el monocultivo de algodón a gran escala, un cultivo que necesitaba mucha agua, más si cabe en un desierto muy caluroso en verano. Para irrigar los campos se desvió una tercera parte del caudal de los dos ríos, seiscientos metros cúbicos por segundo, el equivalente al caudal medio de un río como el Ebro en su desembocadura. Los éxitos iniciales animaron a aumentar los cultivos y el caudal desviado. Sin embargo, pronto se pudo constatar que cada vez se requería más agua para regar la misma superficie. La razón era evidente: la mala construcción y mínimo mantenimiento de las canalizaciones desangraba los caudales fluviales del Sir Daria y el Amu Daria, de forma que en la década de 1980, tan solo el 10% de su agua llegaba al mar. Los efectos fueron devastadores: la superficie marina se redujo en más del 50% y el volumen un 75%. Del antiguo mar solo quedaron dos lagos salados, el Aral Norte y el Aral Sur. El agua que quedaba sufrió un proceso rápido de salinización que acabó con la mayoría de las especies de peces y terminó con buena parte de la vida del mar. Esto hundió la economía de los pueblos y ciudades que vivían en sus orillas y que ahora se encontraban lejos de ellas, la actividad pesquera desapareció, así como la incipiente industria conservera surgida en los núcleos de población más grande, como Aralsk al norte o Muinak al sur. Así pues, se asistía a un desastre no solo ecológico, sino también económico y humano, al romperse las formas de vida de las poblaciones próximas al mar. cuya cultura estaba ligada a un mar que se les había robado y que ya no existía.
La catástrofe se agudizó finalmente con el uso masivo de fertilizantes y pesticidas -el algodón es un cultivo muy exigente al respecto- que terminó envenenando el agua y los suelos, dañando seriamente la salud de la población, que vio aumentar con rapidez las enfermedades infecciosas y respiratorias, el cáncer, así como el número de abortos. No olvidemos que al agua que se consume en la zona es cuatro veces superior en salinidad a lo admitido por la Organización Mundial de la Salud y que los suelos envenenados son barridos por fuertes vientes del desierto que generan grandes tormentas de polvo que reparten las sustancias químicas en todas direcciones. 
Hasta el propio clima de la zona ha cambiado y el mar ha perdido su poder para suavizar la temperatura de sus costas. Hoy los veranos son más calurosos, los inviernos más fríos y la temporada de cosecha se ha hecho más corta. Con la subida de temperatura en verano, las pérdidas de agua por evaporación han aumentado. Ciudades como Aralsk que habían disfrutado de un microclima más templado y húmedo, permitiendo la aparición de huertos y frutales, sufren ahora los rigores de un clima más frío y seco, que aumenta las enfermedades respiratorias y mata los árboles, quemados por la sal, el sol y la arena.
En la actualidad, los antiguos puertos del mar Aral son ciudades moribundas con calles fantasmas, muelles vacíos en medio de la arena, arrasadas por tormentas de polvo cada vez más frecuentes, que muestran imágenes absurdas en las que se suceden factorías conserveras abandonadas y barcos de pesca varados y oxidados en la arena del desierto, rodeados de camellos que pastan en sus cercanías o se protegen del sol justiciero bajo su sombra.

Las calles de Aralsk muestran señales de decadencia y abandono. 

Los camellos pastan entre los esqueletos óxidados de los barcos pequeros.

Barcos abandonados sirven de cobijo para los camellos.

Los barcos abandonados se apilan en las arenas de desierto.

El viejo lecho del mar muestra los barcos abandonados y el transitar de
 vehículos y camellos.

Barcos varados y oxidados yacen en las orillas de un mar que ya no existe.

UN ATISBO DE ESPERANZA EN EL PRESENTE

Actualmente un atisbo de esperanza parece llegar al Aral Norte, gracias al cambio de actitud y las medidas tomadas por el gobierno de Kazajistán. El presidente Nursultán Nazarbáyev se ha propuesto recuperarlo y cuenta para ello con los recursos económicos que proporciona una economía en fuerte crecimiento que gracias a las exportaciones de petróleo, gas y otros minerales está acumulando muchos recursos. Se ha mejorado la eficiencia de los canales y se han controlado las perdidas de agua en los regadíos del Sir daria, río que alimenta la parte norte del Aral, que ahora llega de forma regular a su desembocadura todos los años aportando un importante caudal de agua, y se ha apostado por la construcción de grandes diques que evitan las pérdidas y mantienen estable el nivel del mar. Es el caso de la presa de Kokaral, al lado de la antigua península de ese nombre, gracias a la cual el Aral Norte ha subido tres metros en los últimos tiempos y la salinidad de las aguas ha disminuido con rapidez, permitiendo que volvieran especies de peces desaparecidas anteriormente y que incluso hoy en día se piense en introducir el esturión. 

El gobierno de Kazajistán ha mejorado las canalizaciones del regadío, posibilitando la llegada del Sir Daria al mar Aral,  y sobre todo ha puesto en marcha presas como la de Kokaral que ha permitido la recuperación de la parte norte del Aral.

Muy diferente es la evolución del actual Aral sur que sigue perdiendo con rapidez superficie ocupada por las aguas y cuyo de nivel de salinidad ha acabado prácticamente con cualquier resto de vida. Su evolución y  deterioro no ha cambiado y corre el riesgo de desaparecer pronto de forma definitiva. El Amu Daria, río que lo alimenta, no suele llegar a él, salvo en años muy húmedos, y Uzbekistán, un país muy pobre, marcado además por un alto nivel de corrupción, no quiere ni puede hacer nada para evitarlo. El país depende mucho más del algodón que ningún otro de la zona, convertido en la base de sus exportaciónes -exporta 85.000 toneladas de algodón, que le aportan más de mil millones de dólares al país- y la falta de medios hace que solo hoy el 12% de sus canalizaciones estén bien impermeabilizadas. 
El Banco Mundial, la O.N.U. y la Unión Europea han prometido ayudas, pero la crisis actual parece haber frenado cualquier proyecto al respecto. Si nadie lo remedia en los próximos años el Aral Sur morirá y se convertirá en un desierto de sal y arena.


EL LAGO BALJASH: ¿SE REPETIRÁ EL DESASTRE?

Como el mar Aral, el lago Baljash -no confundir con el lago Baikal situado en la Siberia rusa- se haya situado en Asia Central, aunque se encuentra ubicado íntegramente en territorio de kazajistán. Su extensión es menor, aunque apreciable: ocupa casi 17.000 km2 de superficie y está entre los 12 lagos más extensos del mundo. Es estrecho y alargado, con una longitud de 600 km. Una península intermedia casi lo corta en dos, permaneciendo unidas las dos zonas por el estrecho de Uzynaral. El lago occidental es más ancho -entre 25 y 75 km-, tiene una profundidad máxima de 11 metros y es de agua dulce. El sector oriental es de agua salada y más estrecho -entre 10 y 20 km-, siendo la profundidad mayor, alcanzando los 25 metros, situado como está en una zona más próxima a las montañas.
Es un lago menos vulnerable que el mar Aral: aunque también está situado en una zona de escasas lluvias, le beneficia su mayor proximidad a las montañas de las que recibe a través de los rìos sus aportes de agua. Aún así, sufre sequías que reducen fuertemente su extensión y profundidad, cuya media es tan solo de 6 metros.
Con una cuenca de en torno a medio millón de km2 -aproximadamente la superficie de España-, varios ríos desaguan desde las montañas situadas al este. La parte oriental está alimentada por ríos como el karatal, el aksu, el ayaguz o el lepsa que nacen en los montes de Dzungharia, pero los mayores aportes al Baljash proceden  del río Illi, que desemboca en su sector occidental después de nacer en los montes Tien shan, en la montañas de la región china de Xinjiang. El Illi le proporciona el 75% de sus aportes fluviales, alimentado por las lluvias y sobre todo por el deshielo de primavera producido en las montañas. 
Precisamente es la disminución del caudal del río Illi lo que puede cuestionar el futuro del lago. Especialmente en la zona del río china las necesidades de agua no dejan de crecer, debido a la población creciente, el incipiente desarrollo industiral y los proyectos agricolas. De hecho el llenado del embalse de Kapshagay, construido en el Illi de Kazajistán, resultó un aviso, pues redujo sensiblemente las aportaciones en la década de 1970 y 1980. Después se recuperaría ayudado por años de abundantes lluvias. A pesar de todo, hoy en día el Baljash ha perdido ya más de 100 km2 de superficie acuática. A esto habría que añadir la contaminación creciente por el desarrollo en la zona de la industria metalúrgica y las actividades mineras.

Las costas del sur del lago Baljash, cerca de la desembocadura del río Illi.

El lago Baljash desde satélite. El espacio semidesértico donde se ubica
 contrasta con las nieves de las montañas cercanas que nutren con su
deshielo primaveral los ríos que en el desembocan.

Cuenca del lago Baljash y principales ríos tributarios.

1 comentario:

  1. Muito interessante conhecer a história de uma região pouco conhecida, especialmente os problemas ambientais.

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