BLOG DE JOSÉ ANTONIO DONCEL DOMÍNGUEZ (I.E.S. LUIS CHAMIZO, DON BENITO, BADAJOZ)

sábado, 31 de mayo de 2014

La obra de Adolfo Suárez y la transición española.

La soledad y el aislamiento marcó la etapa final de Adolfo Suárez
 como Presidente del Gobierno de España.
La Transición española a la democracia tiene su punto de partida en los últimos años del Franquismo, especialmente tras la muerte de Carrero Blanco en 1973, y se desarrolla a partir de 1975, con la muerte del dictador Franco. Es un proceso de transición pacífica, aunque rodeado de enormes tensiones derivadas de los actos de violencia terrorista y la posibilidad de un golpe de estado. Todo esto generaba un enorme temor a un enfrentamiento entre españoles que condujera a una nueva guerra civil. Las bases sobre las que se asentó la Transición serían las siguientes:
-        - El gran desarrollo económico y social vivido por España durante los años 60, que transformó el país en una sociedad industrial y urbana, con una sólida clase media e importantes sectores obreros urbanos, una sociedad más secularizada y moderna. Ante esta realidad, el régimen se mostraba como un marco político cada vez más estrecho y rígido.
-          - El desarrollo económico y los cambios sociales permitieron el desarrollo de las organizaciones obreras y los partidos democráticos. Con ellos se desarrollaba una oposición cada vez más fuerte que cuestionaba el régimen, a cuya cabeza estaba el PSOE de Felipe González y el PCE de Santiago Carrillo, así como grupos nacionalistas (CIU y PNV). Existían también grupos opositores violentos de ultraizquierda (GRAPO, FRAP) o nacionalistas (ETA).
-         -  La división en el propio régimen favoreció su desaparición. Existían sectores inmovilistas y reaccionarios (“El Búnker”), pero crecían los sectores que buscaban la apertura, defendiendo la fórmula de la reforma.Al final, será un hombre del régimen, Adolfo Suárez, el que a través de un nuevo partido, Unión de Centro Democrático, UCD, iniciará la destrucción del Franquismo desde dentro, buscando para ello la fórmula del consenso con la oposición de izquierda, lo que será la clave de la transición.

Ascenso al poder de Adolfo Suárez y primeras transformaciones democráticas.

En 1973 y meses después de su nombramiento como jefe de gobierno, es asesinado en un atentado de ETA el almirante Carrero blanco, hombre de confianza de Franco, lo que dejó al régimen franquista tocado de muerte. Le sucede en 1974 Arias Navarro, un político con poco carisma, que pronto muestra su escaso talante reformista.
Tras la muerte de Franco en noviembre de 1975, el régimen tiene difícil su continuidad. Ascienden entonces al poder tres figuras claves que abrirán el camino a los cambios políticos desde el propio sistema:
-         -  Tras la muerte del dictador era nombrado Jefe del Estado el rey Juan Carlos I, se trataba de un monarca joven de talante moderado y reformador.
-         -  La llegada de Torcuato Fernández Miranda como presidente de las Cortes franquistas abre también el camino para el cambio. Será el como presidente del consejo del reino y de las Cortes el que le ofrezca una terna al rey para elegir como presidentes, entre ellos sua´rez como el rey quería.

Suárez jura su cargo de presidente ante Torcuato y el rey.
        -  Pero el proceso se desencadena cuando es cesado Arias Navarro y el rey nombra como jefe de gobierno a un hombre del sector aperturista del régimen, Adolfo Suárez, jefe del Movimiento Nacional. Nombrado en julio de 1976, iniciará un proceso de demolición controlada del régimen: reforma el código penal, amnistía política, legalización de partidos y sindicatos, desaparición del represor Tribunal de Orden Público, disolución del Movimiento Nacional, pero sobre todo dos actos claves para el surgimiento de la democracia y el desarrollo de la Transición:
o   Puesta en marcha en septiembre de 1976 de Ley para la Reforma Política, que afirmaba los valores democráticos básicos: sufragio universal, soberanía nacional, poder legislativo en manos de las Cortes. Aprobada en referéndum era necesaria para poder desarrollar las elecciones constituyentes que elaboraran una constitución democrática.
o   Otro elemento clave fue la legalización del Partido Comunista en abril de 1977, lo que le permitiría presentarse a las futuras elecciones. El ejército se oponía abiertamente a ello.


Adolfo Suárez con Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista.

Estos momentos estuvieron marcados por una enorme tensión política:
-      - Por un lado el temor al golpe de estado y la hostilidad de una parte importante del ejército al proceso emprendido. En este sentido fue determinante el ascenso al ministerio de Defensa del General Gutiérrez Mellado en 1976, encargado de controlar y reformar las Fuerzas Armadas.
-       - La violencia en la calle elevaba la tensión, por un lado el terrorismo ultraderechista de los Guerrilleros de Cristo Rey, por otro lado los atentados de ETA y los grupos de ultraizquierda (GRAPO, FRAP). A comienzos de 1977 el asesinato por la extrema derecha de unos abogados sindicalistas en la calle Atocha de Madrid conmocionó al país.

El teniente general Gutiérrez Mellado junto a Adolfo Suárez.

El asesinato de los abogados laboralista en la calle Atocha de
 Madrid conmocionó al país entero.

Las elecciones de 1977 y los Pactos de la Moncloa.

La culminación de todo este proceso fueron las elecciones a cortes constituyentes en junio de 1977. La victoria es para la UCD (165 escaños) de Suárez, que aglutinaba a sectores moderados del régimen junto a socialdemócratas y democratacristianos, le seguía el PSOE con 118 escaños, el PCE con 20 y Alianza Popular, partido derechista del antiguo ministro de Franco, Manuel Fraga, con 16. Habría que añadir, la presencia de los partidos nacionalistas catalanes (CIU) y vascos (PNV). El voto de los españoles era un espaldarazo a las reformas de Suárez, pero al no tener mayoría absoluta, le obligaba  a buscar el consenso entre todas las fuerzas políticas.

Suárez votando durante las elecciones de 1977.
Otro problema al que tenía que hacer frente el nuevo gobierno era la fuerte crisis económica que vivía España, con una elevada inflación y una bajada de la competitividad que llevaba a una crisis industrial. El paro subía y superaba el 10%.
Para hacer frente a dicha crisis el gobierno realiza los Pactos de la Moncloa, otro de sus grandes aciertos, donde se aplicará la fórmula del consenso. Los pactos fueron firmados por el gobierno, los empresarios, sindicatos y partidos y pretendía introducir unas reformas que permitieran reducir la inflación y repartir equitativamente la crisis, para así reducir la conflictividad social, se reformó el sistema laboral y se inició una reforma fiscal hacia un sistema más justo que diera más peso a los impuestos directos y que nos acercara a Europa, lo que permitiría desarrollar el estado de bienestar al aumentar los ingresos del Estado.

Los Pactos de la Moncloa se basaron en el consenso entre los
 partidos políticos, los sindicatos y la patronal.

Ante la presión de los sectores nacionalistas vascos y catalanes, y pese a los recelos militares, se crean ahora los gobiernos provisionales autónomos en Cataluña y País Vasco, embrión del posterior estado autonómico.

La Constitución de 1978.

Utilizando de nuevo la fórmula del consenso, una representación de las principales fuerzas políticas (UCD, PSOE, PCE, AP, CIU) elabora un proyecto de constitución que sería aprobado en referéndum por los españoles el 6 de diciembre de 1977. En ella se definía España como un Estado social y democrático de derecho cuya forma era la monarquía parlamentaria:
-    -  Establecía los principios básicos de un estado liberal y democrático: sufragio universal, división de poderes con supremacía del legislativo, soberanía nacional.
-        -   El predominio del poder legislativo en manos de unas cortes bicamerales (Congreso y Senado).
-         -  Amplia declaración de derechos individuales y eliminación de la pena de muerte.
-          - Reducción de los poderes de la monarquía, que tendría tan solo un papel simbólico.
-       -  Estado aconfesional (separación de Iglesia-Estado), aunque reconocía el papel destacado de la Iglesia católica en la vida del país.
-      - En el aspecto económico se reconoce un modelo mixto, que defiende la propiedad privada y el mercado libre, pero también el bienestar de la población, para lo que justifica la intervención estatal en la vida económica y social (Estado de bienestar).
-    - El problema más espinoso fue la cuestión territorial. Por un lado la Constitución en su titulo VIII promovía un estado descentralizado (reconocía los antiguos fueros vascos-navarros y se ponían las bases para la creación de gobiernos regionales autónomos); pero por otro lado, a la vez que se reconocía la existencia de regiones y nacionalidades históricas, en el artículo 2 se hacía hincapié en la unidad nacional y la indivisibilidad de la soberanía española, lo que supuso el rechazo de los nacionalistas vascos del PNV, que rompieron el consenso constitucional (los sectores vascos más radicales se opusieron frontalmente y ETA continuó su actividad terrorista).

 Consolidación del proceso de transición (1979-1982).

La aprobación de la constitución española de 1978 había supuesto el logro máximo de la política de Suárez, pero también el principio de su declive. Las elecciones generales anticipadas de marzo de 1979 reafirmaron el mismo escenario político con un reparto muy similar de escaños (victoria del UCD sin mayoría absoluta y el PSOE como segunda fuerza). 

En septiembre de 1979 Felipe González se consolida como
 Secretario General del PSOE y el partido renuncia al marxismo.
Suárez logró un enorme éxito cuando consigue un acuerdo con nacionalistas vascos y catalanes para la aprobación de sus respectivos estatutos de autonomía, votados en referéndum en 1979. Pero los problemas no hacían más acumularse: Pervivía una fuerte crisis económica, continuaba el terrorismo de distinto signo, crecía el acoso por parte de la oposición (el PSOE realiza una moción de censura en mayo de 1980). y sobre todo surgían crecientes divergencias internas en el seno de la UCD. Suárez era cada vez más cuestionado en su propia coalición. Esta crisis interna se manifestó en muchos ámbitos, por ejemplo en el desarrollo del proyecto de ley de divorcio, rechazado por el sector más conservador.
El problema autonómico ahondó también la división interna de UCD entre los partidarios de generalizar el proceso autonómico y los que querían limitarlo a las tres regiones históricas. Finalmente se optó por su generalización pero con dos vías, una rápida para vascos, catalanes y gallegos, y otra lenta y con menos competencias iniciales para el resto. El malestar se creó en algunas regiones, especialmente en Andalucía, lo que obligó al gobierno a aceptar para ésta región también la vía rápida.
Todas tensiones van desgastando al gobierno y van dejando cada vez más aislado a un Suárez que se enfrenta a una oposición cada vez más hostil, sin apoyos dentro de su partido, de la Iglesia y del ejército, que además se ve abandonado por el que antes fue su gran valedor, el monarca. A comienzos de 1981 Suárez presentaba su dimisión y el rey la aceptaba.

               



A Adolfo Suárez le sucedería Leopoldo calvo Sotelo, pero justo antes de su confirmación como presidente del gobierno, se produjo el temido golpe de estado de 23 de febrero de 1981. Un destacamento de la Guardia Civil dirigido por el coronel Tejero ocupó el Congreso, mientras los acorazados del general Milans del Boch tomaban las calles de Valencia. La intervención rápida del rey a través de los medios de comunicación permitió el fracaso del levantamiento militar.


El coronel Tejero irrumpe armado en el Congreso de los diputados.
                                       
El Rey Juan Carlos I aparece en TV rechazando el golpe militar
 y defendiendo la democracia.
Febrero de 1981. Suárez aplaude al nuevo presidente del Gobierno,
 Leopoldo Calvo Sotelo. Entre ambos el general Gutiérrez Mellado.
Como consecuencia, la monarquía salió reforzada y legitimada, pero la inestabilidad del país continuaba, así como el desgaste del gobierno y la división interna en su seno. La oposición de izquierda se opuso duramente a la pretensión del gobierno de entrar en la OTAN, mientras  la aprobación definitiva de una ley del aborto bastante progresista ahondaba la crisis de UCD.
Ante esta situación, Calvo Sotelo convocó nuevas elecciones en octubre de 1982. Sus resultados marcarán el inicio de una nueva época marcada por el bipartidismo. La UCD y el PCE se hunden y pierden la mayoría de sus escaños, el PSOE de Felipe González obtiene una amplia mayoría absoluta con 202 diputados, y Alianza Popular, moderada y centrada, se convierte en la segunda fuerza política, formando la Coalición Popular con grupos centristas democristianos y liberales. Se convierte así en la alternativa de centroderecha a los socialistas. Tan solo los nacionalistas vascos (PNV) y catalanes (CIU) resisten el ascenso del bipartidismo centro-izquierda/centro derecha.

El primer gobierno socialista de la democracia, tras la victoria electoral
 de 1982.  En el centro Felipe González y Alfonso Guerra.

Controversia entorno a la Transición española y la figura de Adolfo Suárez.


La muerte de Adolfo Suárez en marzo de 2014 ha vuelto a traer a la palestra el proceso de transición política emprendido en los años 70, mientras su figura era ensalzada hasta los límites de lo normal, convertido de repente en incuestionable símbolo político, en auténtico héroe nacional. El gobierno, los principales partidos, las instituciones, los medios de comunicación, han encontrado en su figura el referente ansiado para un sistema político abiertamente cuestionado, que vive horas bajas y que sufre una profunda crisis de credibilidad, especialmente entre la población más joven, aquella que además no vivió aquellos años. En España la crisis económica iniciada en 2008 ha golpeado con dureza a amplias capas de población, la constatación de altos niveles de corrupción entre la clase política y la incapacidad de los grandes partidos para hacer frente a la crisis sin recurrir a fuertes ajustes sociales, ha derivado en una crisis política, en la que el sistema politico surgido de la Transición, y que después se artículó sobre el bipartidismo, se ha mostrado muy desgastado. Incluso la hasta ahora impoluta familia real se ha visto salpicada por escándalos que han minado su credibilidad y han influido en la abdicación de Juan Carlos I en junio de 2014. Todo ello ha obligado a la búsqueda de referentes, y se han encontrado en un personaje carismático como el de Suárez, sin sombra de corrupción y que a la vez llevaba en la sombra mucho tiempo, por enfermedad. Todo ello le permitió permanecer al margen de la controversia política de los grandes partidos, permaneciendo su imagen congelada en otros tiempos mejores, lo que finalmente ha favorecido su idealización. 
El problema de todo este proceso, lógico por otra parte, es que cuando una persona se encumbra a la condición de simbolo, de icono, es idealizado sin miramientos, lo que supone obviar muchos elementos negativos y reducir la realidad a una visión simplista, depurada de todo lo malo, que los historiadores no podemos aceptar. Los historiadores tendemos a sospechar de la historia que sacraliza y deshumaniza a los personajes. Todos los personajes tienen sus luces y sombras, lo contrario, implica una segura tergiversación de la realidad.
Es posible que en este ensalzamiento haya una parte de verdad, pero en todo caso, solo una parte. Por eso es necesario conocer las distintas perspectivas desde las que es visto el personaje, para así percibir realmente su verdadera dimensión, seguro mucho menos perfecta.
Según la VERSIÓN OFICIAL, hoy tan extendida, estamos ante un hombre de grandes capacidades y enorme carisma, que aprovecha las reducidas posibilidades que le ofrece el régimen franquista para entrar en política, su gran vocación, un hombre que escala en la jerarquía  protegido por el jurista del Opus Dei y gobernador civil de Ávila, Herrero Tejedor: primero procurador de las Cortes franquistas, después Gobernador Civil de Segovia, más tarde Director General de RTVE y Vicesecretario General del Movimiento y tras la muerte de Franco, durante el primer gobierno de Arias Navarro, ministro Secretario General del Movimiento. Estimulado por un afán democrático casi innato, pronto se descubrirán sus verdaderas intenciones, la destrucción del régimen y la construcción de un sistema democrático. Para lograr ascender el peldaño necesario para realizar su proyecto, la presidencia del gobierno, necesitará ser elegido por el otro gran artífice de la Transición, el rey Juan Carlos I, nuevo jefe de estado tras la muerte de Franco. El nuevo rey lo había conocido en su etapa de gobernador de Segovia, donde al parecer descubrió sus tendencias aperturistas. Así se pondría en marcha un proceso, meditado, casi programado previamente, no abierto a la improvisación, aunque adaptado a las circunstancias, ordenado y dirigido por Suárez y el nuevo rey, conducido desde la mayor responsabilidad y patriotismo, con inteligencia y tesón, sorteando las agresiones y amenazas de una y otra parte (terrorismo, golpes de estado). Un proceso basado en el consenso desde su origen, al margen del contexto, cocebido así por principio, que pretendió siempre llegar a acuerdos con los partidos de izquierda y nacionalistas, a la vez que se enfrentaba a los sectores más reaccionarios del régimen y sorteaba la presión de los sectores golpistas del ejército. Solo la creciente hostilidad de la oposición de izquierda y sobre todo la mezquindad de unos compañeros que se disputaban el poder en el seno de UCD, le obligó a dimitir. Aún así, demostró su valor y arrojo, cuando durante el golpe de estado del 23 F, siendo aún presidente, se enfrentó a los guardias civiles golpistas. Abnegado y responsable trató de evitar el derramamiento de sangre hasta el final y conducir al país hacia la democracia de una forma dialogante y negociada.
Esta visión conectaría con una percepción ejemplar de la Transición, un proceso pacífico y consensuado, que pretendió acertadamente reconciliar a las dos españas, sorteando el horror de la guerra y el enfrentamiento entre españoles. Una Transición convertida, además, en modelo para el resto del mundo, desde la Europa del Este a Latinoamérica.

Juan Carlos I y Adolfo Suárez.
Según crece la visión idealizadora de Suárez, ha surgido una POSICIÓN CADA VEZ MÁS CRÍTICA ante el personaje y la Transición, que también encuentra un creciente eco en determinados ámbitos académicos y sociales. Esta postura parte de unas premisas:
- La Transición no fue en modo alguno modélica. En todo caso, fue la única posible, teniendo el régimen franquista el control de la fuerza armada, y siendo obvio que éste nunca aceptaría la rendición que implicaría la ruptura democrática defendida en principio por la oposición. En todo caso, fuera un mal necesario o sencillamente una ruta equivocada, la Transición era profundamente injusta. Y es que la Transición parte de la base de que la España democrática y la dictadura son contendientes con igual legitimidad, ambos otorgando concesiones, siendo la democracia la concesión de una parte y no un derecho inalienable usurpado por una dictadura. Siendo el olvido y el perdón el de la otra. Se alcanza la democracia a cambio de perdonar crímenes, a cambio de olvidar a las víctimas. Un derecho a cambio de una injusticia.
Habría que añadir además, que según esta postura la Transición no fue un proceso pacífico, sino sometido a fuertes tensiones y mucha violencia: la posibilidad de un golpe de estado que finalmente se produjo generó una enorme tensión, así como la violencia de los grupos terroristas de todo signo que produjo cientos de muertos o la víctimas de los cuerpos de seguridad del estado, que también las hubo.
- Adolfo Suárez pertenecía a aquella parte del régimen que optó por iniciar una demolición controlada de éste, ante la evidente incapacidad del sistema para mentenerse. Se evitaba así el enfrentamiento civil, pero también el ajuste de cuentas con la dictadura, el ejercicio de la justicia, que hubiera supuesto la ruptura democrática preconizada por la oposición de izquierda. Permitiendo no solo que se extendiera una tela de olvido, sino que las élites del régimen se perpetuaron en el nuevo sistema, perviviendo en la política, en las fuerzas de orden, en el ejército y en la justicia durante décadas. Solo el paso del tiempo las fue desplazando. En palabras sencillas: no rindieron cuentas y permanecieron en sus puestos. 
- El proceso fue más espontáneo de lo inicialmente previsto y no siempre siguió un guión claro, es muy posible que los artífices como Suárez y el rey no esperaran ir tan lejos y tan rápido -algo evidente en el tema autonómico- y que el proceso se les escapara de las manos más de una vez. La sociedad española jugó en este sentido un papel muy activo. Como prueba de ello es que el pueblo vota mayoritariamente a UCD en 1977 y 1979, pero no le da la mayoría absoluta, lo que obligará a Suárez a consensuar un proceso, que con otro resultado electoral podía haber sido otro. Hablaríamos, pues, de un consenso obligado por las propias circunstancias.
- Por último, y en relación con lo anterior, la visión crítica denuncia el excesivo papel protagonista dado a Suárez y el rey como artífices de la Transición. Frente a tal postura, reivindica el papel activo y determinante de la oposición democrática y del pueblo español en la lucha contra el Franquismo y la Transición. Como ya hemos comentado, el papel del pueblo fue fundamental -la presión en la calle, el voto en las elecciones, etc.. Y también de una oposición, agresiva en muchas ocasiones, pero que es capaz de realizar enormes concesiones frente a aquellos que todavía simbolizaban los restos de la dictadura. Un ejemplo el partido comunista. Fueron muchos, dirigentes y militantes de organizaciones, también gente normal, los que lucharon contra el Franquismo en los más diversos ámbitos, en la calle, en la fábrica, en la política, mientras otros participaban de forma cómoda y plácida en un régimen dictatorial que nunca dejó de matar. Repartir los méritos sería lo mínimo.
Franco con Suárez. Suárez ocupó importantes cargos
 durante el régimen franquista.
La mejor manera de juzgar al personaje de Adolfo Suárez y percibir su verdadera dimensión es acercarse a él desde el conocimiento de ambas perspectivas, alejándonos en la medida de lo posible de visiones simplistas y maniqueas, para comprender la enorme complejidad del proceso de la Transición y de la propia figura de Suárez.
Lejos del ámbito nacional, la televisión pública argentina hacía, tras la muerte de Suárez, un pequeño análisis de su figura y su labor que puede resultar revelador. Veamos el VIDEO: