BLOG DE JOSÉ ANTONIO DONCEL DOMÍNGUEZ (I.E.S. LUIS CHAMIZO, DON BENITO, BADAJOZ)

domingo, 1 de enero de 2017

De Emérita Augusta a la Mérida musulmana. La época de explendor de la ciudad de Mérida.

El Festival de Teatro de Mérida ha vuelto ha convertir en las últimas décadas al teatro emeritense en un centro cultural de primera magnitud a escala nacional. Fuente: hoyesarte.com




EMERITA AUGUSTA: CIUDAD ROMANA

La actual Mérida, capital de la Comunidad Autónoma de Extremadura, está ubicada en una posición central al norte de la provincia de Badajoz, a orillas del río Guadiana, entre las Vegas Altas y Bajas del río, hoy fértiles tierras de regadío del Plan Badajoz. Mérida es conocida por su extraordinario patrimonio arqueológico y monumental, que le llevó en 1973 a ser declarada Conjunto Histórico Arqueológico, y veinte años después, en 1993, a ser declarado su conjunto arqueológico Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En dicho patrimonio prima desde luego la impronta romana, pero también la visigoda e islámica, muy presentes en la ciudad moderna, cuyo crecimiento y expansión provoca que salgan a la luz múltiples restos arqueológicos continuamente. En la preservación de dicho patrimonio y su compatibilización con el desarrollo de la ciudad actual, está su gran desafío y a la vez su riqueza.


 Superposición del casco urbano de Emérita Augusta sobre la trama urbana de la Mérida actual.
Fuente: socialesjaranda.wikispace.com

Reproducción de la antigua Emerita Augusta.  Fuente: www.man.es
El origen de la ciudad nos remonta a los tiempos del Imperio Romano y su conquista y dominio de la Península Ibérica. Como núcleo urbano va ligado a la figura del emperador Augusto, bajo cuya autoridad se produce un reordenamiento territorial y administrativo de la Hispania romana, una vez terminadas las guerras en el norte peninsular contra los cántabros y los astures. Las dos provincias hispanas existentes durante la República, junto con los territorios recientemente conquistados, fueron reestructuradas en tres provincias: la Hispania Citerior o Tarraconensis por un lado, por otro, la antigua provincia de Hispania Ulterior, que fue dividida a su vez en otras dos provincias delimitadas más o menos por el río Anas, al sur la Provincia Ulterior Baetica con capital en Corduba, que incluía territorios fuertemente romanizados, al norte del río la denominada Ulterior Lusitania, considerada como provincia imperial, que incluía territorios no pacificados del todo, lo que implicaba el mantenimiento de contingentes de legionarios. Las provincias imperiales no quedaban bajo el control del senado, sino que eran administradas por un legado designado por el emperador. Lusitania era entonces una zona escasamente romanizada que estaba poblada por pueblos vettones y lusitanos, con estructuras protourbanas y tribales y donde se incluyeron inicialmente los nuevos pueblos sometidos, galaicos, cántabros y astures. Estos últimos territorios pasarían luego a la Hispania Citerior, quedando en Lusitania los territorios por debajo del Duero.


Provincias romanas de Hispania durante la época de Augusto. Fuente:es,wiki2.org.

La nueva provincia tendría pronto una nueva capital, fundada a orillas del río Anas en torno al año 25 a.C. y conocida como Iulia Augusta Emerita. Se trataba de una de las cinco colonias catalogadas en Lusitania por Plinio en su Naturalis Historia. El mismo autor habla en Tarraconensis de hasta doce y en Baetica de nueve. Había sido fundada por el legado P. Carisio en el 25 a.C. a partir de contingentes militares correspondientes a las legiones V Alaudae y X Gemina, recurriendo a soldados veteranos o "emeriti" que habían participado en la guerra contra astures y galaicos. Se le adscribió desde un principio un territorio muy amplio, que se extendía por buena parte de lo que hoy es la provincia de Badajoz, por lo que parece evidente que fue proyectada desde un principio con vocación de capital de provincia.
Desde un principio, Emerita resultó ser un baluarte fundamental en el programa urbanizador iniciado por el emperador Augusto, concebido como base del ordenamiento global de la Península Ibérica una vez conquistada, y que incluía además la creación de ejes viarios o calzadas que debían articular el territorio y permitir su control y cohesión. En este sentido la fundación de colonias como Emerita tenían un claro sentido estratégico, algo que también resultaba evidente en el caso de Caesaraugusta (Zaragoza), situada en el valle del Ebro y que permitía la penetración desde el levante hacia el norte peninsular. Emérita, por el otro lado, resultó clave en el proceso de control del oeste peninsular, pues se ubicaba en la que después sería la Vía de la Plata, calzada fundamental que facilitaba la comunicación entre el sur y el norte peninsular a través del puente sobre el río Anas. Además, la creación de la nueva ciudad se produjo sobre un lugar sin población previa, e implicó una reestructuración organizativa de la zona, que en su caso supuso la postergación de la ciudad cercana de Metellium.
Teatro romano de Medellín. El castillo medieval situado al fondo. Fuente: www.virtimeplace.com

De esta manera, Emérita se convertía en un ejemplo paradigmático del valor que el Imperio Romano daba a la ciudad como elemento supremo de todo el sistema administrativo, asumiendo funciones tan importantes como la recaudación de impuestos o el reclutamiento de soldados. La ciudad poseía una amplia autonomía en el orden interno y se erigía en la base desde la que llevar a cabo la explotación agrícola del entorno cercano. Emerita era además una de esas colonias, que situada en provincias, poseían el ius Italicum: además de la exención de impuestos directos, gozaban de derechos de propiedad que solo tenían los ciudadanos romanos de Italia. 
Aunque estuvieran en territorios periféricos, en general las nuevas ciudades se conformaban según el esquema urbanístico romano estructurado sobre una planta ortogonal articulada sobre dos grandes ejes: el Cardus maximus con dirección norte-sur y el Decumanus maximus, con orientación este-oeste. Este fue el caso de Emerita, pero en su caso, marcada además por la existencia de un puente que, como en tantas otras ocasiones, aprovechaba la existencia de una isla en el río. Se trataría de la clásica ciudad-puente del imperio romano, al estilo de Roma, Toulouse, Lutetia (París) o la misma Corduba. Para algunos autores el puente sobre el Guadiana fue el "genitor urbis" o constructor de la ciudad,  determinando el desarrollo urbano de la ciudad, pues su prolongación se produjo a través del Decumanus maximus. En los últimos tiempos, algunas excavaciones matizan tal información, pues parecen indicar que tal vez la orientación de ambos no coincidía exactamente.

Vista del puente romano de Mérida sobre las aguas del río Guadiana. Fuente: ABC.es

Maqueta de la ciudad romana de Emerita Augusta (Museo Nacional de Arte Romano de Mérida). Hemos señalado las principales edificaciones y el trazado de las vías principales: decumanus maximus y cardus maximus, este último coincidente con el trazado del puente sobre el río Anas.


En la nueva colonia no faltaban tampoco el resto de las edificaciones monumentales propias de una urbe romana, la muralla que protegía la ciudad, el foro que albergaba los templos y edificios públicos, así como las construcciones destinadas al ocio, como teatros y anfiteatros, esenciales en cualquier ciudad romana y que hoy se han convertido en el mayor reclamo turístico de la ciudad. El teatro fue inaugurado en el 15 a.C. y el anfiteatro en el 8 a.C., aunque su fisionomía actual es producto de la reforma acontecida a mediados del siglo I d.C. Es muy posible que ambas construcciones se encontraran inicialmente fuera del recinto amurallado y que se ampliara la muralla para acogerlos a posteriori. 


Vista áerea del teatro y anfiteatro romano de Mérida. Fuente: revistadehistoria.es

En los siglos sucesivos la ciudad se consolidaría como una importante urbe dentro del imperio gracias a su localización estratégica en la confluencia de vías importantes. Además de la Vía de la Plata, de la que hemos hablado, la vía del centro que iba de Emerita a Caesaraugusta (Zaragoza) pasando por Toletum. Por otro lado, la que partía desde Corduba y llegaba a Emerita desde el sureste, pasando por Metellinum (Medellín). Otra vía coincidía en esta última ciudad viniendo desde la costa meditérránea y entrando desde Sisapo (Almadén). Por el oeste, una calzada conectaba la ciudad con Olisipo (Lisboa). Desde Norba Caesarina (Cáceres) partía la Vía da Estrela que cruzaba el Tajo a través del puente de Alcántara y la unía a Conimbriga (Coimbra), prolongándose después hasta Bracaram (Braga). Mientras, un poco más al norte, arrancaba desde la Vía de la Plata la Vía Dalmacia que se dirigía hacia el norte y atravesaba la Sierra de Gata.

Red de calzadas romanas en la Hispania romana. F.: Wikipedia.org





              


El desarrollo monumental sería intenso a lo largo de toda la dinastía Julio-Claudia (27 a.C.-68 d.C.) lo que le fue confiriendo un indudable explendor a la ciudad. Más tarde, durante la dinastía Flavia (69 d.C.-96 d.C.) y Antonina (96.-192 d.C.), épocas de marcado auge para toda la Hispania Altoimperial, se vio reforzado su papel político, económico y cultural, convirtiéndose en un punto de referencia para el conjunto del Imperio. Durante los emperadores flavios se acometieron obras como la ampliación de los foros municipal y provincial, la finalización de las obras del anfiteatro y la muralla, la remodelación de templos como el de Diana o Marte y la mejora de la red de saneamiento. Sin embargo, sería durante la segunda centuria cuando la ciudad alcanzaría uno de sus momentos culminantes, durante la época de emperadores hispanos como Trajano o Adriano, momento en que se remodela el teatro, erigiéndose la escena, sin duda la cara hoy más conocida de la ciudad. La bonanza económica y el auge constructivo terminarían atrayendo a una fuerte emigración procedente de los más diversos lugares del Imperio. Con ella llegará el culto a las deidades orientales (Mitra) o el judaísmo.


Escena del teatro romano de Mérida actualmente. Fuente: www.españaescultura.es



Recreación de la escena del teatro romano en su época de esplendor, durante la dinastía Antonina. Fuente: Periódico Extremadura. Recreación de Javier Martínez y Rafael Mesa.

Recreación virtual del teatro romano de Mérida, con la escena y la cavea. Fuente: Hoy.es
Recreación virtual del Teatro romano de Mérida mostrando la totalidad de su estructura. Fuente: Hoy.es














              


De esta forma, la ciudad creció desde los 5.0000 o 6.000 habitantes que debía tener en la época de su conversión en capital de Lusitania (15 a.C.) hasta los 25.000 o 30.000 habitantes en época de Trajano o Adriano. Autores latinos como Decimo Magno Ausonio (320-395 d. de C.) la situaban en el décimo primer lugar de las ciudades más importantes de Roma. No hay lugar a dudas de que estabamos ante la ciudad más grande de la Hispania romana, llegando a ocupar dimensiones superiores a las 100 hectáreas, aunque la media de las ciudades hispanorromanas estuviera en 16-18 hectáerea, por encima de otras grandes ciudades como Hispalis, Corduba, Tarraco o Clunia.
A la ciudad desarrollada en el interior del recinto amurallado habría que añadir dos barrios periféricos, uno ubicado en la zona del anfiteatro y del actual Museo Nacional de Arte Romano y otro en la actual zona del ferrocarril y la Casa del Mitreo. Se disponían a partir de las calzadas que partían de la urbe y en ellos se situaban viviendas, talleres, hornos y espacios de enterramiento. Ya en zona de intramuros, la ciudad se disponía en espacios cuadriculados regularizados que formaban las manzanas o insulae, que en el caso de Emerita solían tener una longitud de 100 metros de largo por 50 o 60 metros de ancho, aunque algunas eran de menor tamaño. 
Estos dos vídeos nos resumen visualmente y en pocos minutos todos los rasgos básicos del urbanismo emeritense :

            

            

Este video recrea brevemente la historia de la ciudad de Emerita Augusta en época romana: 
            


El paso del tiempo no mermó la pujanza de Emerita Augusta y durante la época del Bajo Imperio la ciudad continuó siendo una urbe importante y poderosa. De hecho, las reformas realizadas por el emperador Diocleciano la fortalecieron en su papel de centro administrativo y provincial. Diocleciano aumentó el número de provincias y las agrupó en diócesis, Hispania se convertía en una de ellas, de la que Emerita sería capital, algo que hoy parece fuera de toda duda después de algún tiempo de controversia. La trama urbana de la ciudad no se vería alterada, a la vez que sufría una fuerte actividad constructiva, como corresponde a una ciudad de relevancia. Se reforma el teatro y el circo, se construyen grandes mansiones en intramuros y se produce un crecimiento importante de su rico entorno agrícola, con la proliferación de villas lujosas y ricas en sus proximidades.


Diócesis del Imperio Romano durante la época de Diocleciano. Fuente: Wikipedia.org

En todo caso, en dicha época, el cristianismo ya había llegado a Hispania, en la que prendió en el siglo III, y se extendía con fuerza por el Imperio. Aunque en Hispania las principales comunidades cristianas estaban radicadas en las provincias de Baetica y Carthaginensis, parece fuera de toda duda que uno de los centros donde antes cuajaron las nuevas creencias fue la propia Emerita, como lo demuestran los testimonios. De hecho uno de los primeros documentos que nos refiere la existencia de comunidades cristianas bien desarrolladas es una carta que hace referencia al obispo Marcial de Emérita y su herejía. En ella el obispo de Cartago y otros obispos africanos que participaban en un sínodo se dirigen al presbitero Félix y a las comunidades de León y Astorga, así como al diácono Elio y la comunidad de Mérida. Al parecer, la carta era una respuesta a una misiva previa entregada al obispo cartaginés por Sabino y Félix en la que exponían que los obispos de ambas sedes, Basílides y Marcial, habían sido "sacrificati" (habían sacrificado a los dioses romanos) durante la persecución de Decio, lo que les permitió obtener el correspondiente libelo (certificado que les libraba de la persecución).                                                
Desde finales del siglo IV, se constata la existencia de martiryas, pequeñas capillas martiriales como la de Eulalia. Durante las persecuciones contra los cristianos de la época, en Emerita se produjo el martirio de Eulalia. La importancia de su figura queda fuera de toda duda y permitió consolidar y desarrollar el cristianismo en la ciudad. La figura de Eulalia, convertida en patrona y protectora de la urbe, pasaría pronto a convertirse en un icono religioso y motivo de peregrinaje a nivel de toda Hispania. A su abrigo, Emerita paso a ser un centro de culto y peregrinación que la convertiría en los siglos siguientes en una de las ciudades más influyentes y con más proyección de toda la Península, algo especialmente evidente durante los siglos V y VI.

El martirio de Santa Eulalia. Obra del maestro de Villamediana (s. XV). Fuente: domuspucelae.blogspot.com.es


EMERITA VISIGODA

En el siglo V Emerita sufrirá, como el resto de Hispania, las incursiones de los pueblos bárbaros del norte: alanos, suevos y vándalos pasarán frente a sus murallas, de hecho el rey alano Atax la conquistó y convirtió durante algunos años en su capital. Pero serán los visigodos, ya en el siglo VI, los que se asentarán definitivamente en ella. En el 507 d.C. el pueblo visigodo, procedente de Aquitania, se asentaba en Hispania, convirtiéndose la Iglesia en la visagra que permitiría el hundimiento del Imperio y a la vez el surgimiento de un nuevo orden: el nuevo reino visigodo se articuló pronto a partir del cristianismo católico. Los nuevos invasores se vieron inicialmente envueltos en frecuentes luchas intestinas que condujeron a la inestabilidad crónica. En medio de dichas batallas por el poder, Emerita mantendrá intacto su protagonismo, siendo la capital del nuevo reino durante el breve reinado de Agila, a mediados del siglo VI. Sin embargo, la capitalidad de la monarquía visigoda iba a terminar trasladándose a Toletum en la segunda mitad del siglo VI. Con Leovigildo se unificó y consolidó definitivamente el reino (584 d.C.), una vez que fueron ocupados los territorios del reino suevo del noroeste. Su hijo Recaredo se convirtió definitivamente al catolicismo.


En la nueva España visigoda el peso de la Iglesia será importantísimo y las provincias administrativas coincidirán en gran medida con las eclesiásticas. En este sentido, Emerita seguirá teniendo un gran peso, será sede metropolitana y obispal de la provincia religiosa de Lusitania y capital de la provincia administrativa, al frente de la cual se hallaba un dux provinciae. A ambos niveles su importancia solo fue superada por Toletum. Por entonces, la ciudad había reforzado su situación como centro religioso, convertida en el principal centro de peregrinación de Hispania, lo que se mantuvo todavía algún tiempo en época islámica, aunque luego decayó frente al auge de Santiago de Compostela.
Además de las actas de los concilios de la época, el Vitae Sanctorum Patrum Emeretensium sería la principal fuente y el texto que hace una mención más expresa a la ciudad de Emerita en la segunda mitad del VI y principios del VII. Se trata de un texto hagiográfico en el que aparecen las figuras de importantes personalidades de la época como el obispo Masona, enfrentado a Leovigildo en su intento de optar por el arrianismo como religión, o de otros obispos posteriores como Fidel o Paulo, todos ellos exponentes del enorme peso de la Iglesia emeritense de la época. Sin un poder político fuerte, los obispos de la metrópoli emeritense llenaron el vacío de poder y se erigieron en la principal autoridad real.
En esta idea ahondan otras fuentes del periodo como las actas del Concilio provincial celebrado por la Iglesia metropolitana en el año 666 o la Crónica Mozárabe del 754, fuente esta última muy importante para el conocimiento de los primeros años de ocupación musulmana.
Así pues, la Iglesia y sus obispos modelan la nueva ciudad, una urbe rica y poderosa desde el punto de vista cultural, económico y político. El libro de las Vitae nos sitúa en una ciudad urbanísticamente cristianizada donde los edificios oficiales, palacios y templos romanos estaban en desuso, abandonados o bajo el signo de la Cruz.
Así pues la ciudad vería en esta época tamizada su impronta urbanística con la construcción y restauración de edificios vinculados al cristianismo. Más allá de la basílica de la mártir Santa Eulalia, construida en la segunda mitad del siglo V (aunque el martiryum fuera levantado a principios del siglo IV), proliferan basílicas, monasterios, albergues de peregrinos, hospitales, etc. Algunos de estos edificios se situaban fuera de las murallas, como era el caso del monasterio de Cubillana o la Basílica de Casa Herrera.

Actual basílica de Santa Eulalia en Mérida. El templo es de construcción medieval, pero se conservan en la cabecera restos de la basílica paleocristiana y visigoda. En primer término el "hornito", una capilla votiva erigida para que los peregrinos pudieran rezar ante la santa y que está construido con restos del templo romano de Marte. Fuente: Wikipedia.
Cripta de la basílica paleocristiana de Santa Eulalia de Mérida. Fuente: Wikipedia.











MÉRIDA ISLÁMICA

Cuando los musulmanes, a principios del siglo VIII, penetraron en la Península Ibérica, el reino visigodo mostraba una decadencia política y económica muy evidente, aunque la ciudad de Emerita conservaba intacta su importancia como centro politico y religioso. Tras la batalla de Guadalete, el avance islámico fue imparable y las ciudades visigodas se rindieron sin apenas ofrecer resistencia, a veces porque los seguidores de Witiza eran sus aliados, en otras ocasiones porque los de Don Rodrigo se retiraban hacia el norte. Era el año 713 d.C. cuando el ejército arabo-bereber se plantaba ante las murallas de la ciudad de Emerita y tras un largo cerco de varios meses ésta se rendía mediante un tratado de capitulación. 



Tras la conquista islámica, Mérida mantendría intactas sus defensas, así como su alto valor estratégico, que ligado al puente había llegado inalterado hasta la época. La capitulación por pactos posibilitó a Mérida, como a otras ciudades, no ver alterada en exceso su vida cotidiana, lo que permitió la pervivencia del cristianismo y sus instituciones, con su sede arzobispal. En estas décadas, los walis o gobernadores de al-Andalus, que gobernaban en nombre del Califa de Damasco, garantizaron una cierta autonomía y respeto a las comunidades no musulmanas, y los cristianos se mantuvieron como dimmies o gentes del libro, que debían pagar un impuesto especial a las nuevas autoridades. Inicialmente, las mayores tensiones vendrán derivadas de la presencia importante de tribus bereberes, llegadas con la ocupación, protagonistas de continuas revueltas hasta mediados del siglo VIII, lo que de forma recurrente pervivirá en siglos posteriores.
En el año 750 los abasíes derrocaron a los omeyas del Califato de Damasco y los exterminaron. Unos años después, en el 756, un omeya que había escapado de la fatal persecución llegaba a la Península Ibérica, era Abderramán I, que tras conquistar Córdoba se proclamaba emir. Unos años después, Abderramán I dominaba toda al-Andalus al poner bajo su control las tierras del valle del Ebro. La importancia de Mérida en la nueva realidad política no disminuyó apenas, y durante siglos aún seguirá siendo la ciudad más importante del occidente andalusí, como capital de la Marca Interior (al-Tagr al-Adnà) y capital de su provincia o kura.
Las disputas entre árabes y bereberes no cesaron tras la proclamación del emirato, lo que permitió la reorganización de los reinos cristianos del norte, dando lugar al inicio de la "Reconquista". Al elemento bereber habría que añadir además el peso creciente de los muladíes, cristianos conversos al Islam. Unos y otros se mostraron remisos a aceptar la autoridad de los emires, rechazando su creciente centralismo y el aumento de la presión fiscal. La inestabilidad iría aumentando durante la segunda mitad del emirato, proliferando las revueltas en las que el papel de Mérida sería muy destacado. Mientras se reducía la presencia mozárabe en la ciudad, crecía con fuerza la comunidad muladí, convertida en un factor de rebelión. También lo era, el hecho de que los bereberes, sin apenas mezclarse, levantiscos y subversivos, se asentaran en la zona en mucho mayor número que los árabes. 
En este contexto de continuas revueltas, aún más persistentes desde el año 800, el emir Abderramán II construirá en el año 835 la alcazaba de la ciudad, proyectada como un bastión desde el que ejercer un control real sobre una urbe tan levantisca. Hoy incluida en el Patrimonio de la Humanidad, es considerada la fortificación musulmana más antigua conservada en la Península Ibérica. Se trata de un recinto de forma cuadrada de 130 metros de lado que permitía albergar un gran número de tropas y que contaba con un aljibe de agua filtrada desde el cercano Guadiana. Fue construida a partir de sillares de piedra reaprovechados y extraídos de las edificaciones romanas de la ciudad. 

Vista aérea de la alcazaba islámica de Mérida. Junto a ella surge el puente de origen romano. Fuente: www.elloboazul.com

En la construcción de la alcazaba de Mérida se enplearon los sillares de las antiguas edificaciones romanas. Fuente: Hoy.es

La culminación de toda esta sucesión de revueltas llegaría con el estallido en la ciudad de la rebelión del muladí Ibn Marwan al-Yilliqi en el 868 frente al emir Muhammad I. A la postre supondría la sentencia de muerte para la ciudad, que perdería su histórico papel como centro político y administrativo e iniciaría una lenta pero inexorable decadencia. Ibn Marwan procedía de una importante familia muladí y su abuelo ya se había levantado contra el poder central con anterioridad. Una expedición omeya sometió la ciudad y mandó al caudillo revoltoso residir en Córdoba. Las murallas romanas fueron destruidas, quedando solo la alcazaba como fortificación, lo que sería fatal para el futuro de la urbe. Las humillaciones llevaron a Ibn Marwan a huir de Córdoba y refugiarse de nuevo en el valle del Guadiana, donde se hizo fuerte y fundó una nueva ciudad, Batalius (Badajoz). El propio emir reconoció su autoridad sobre la zona y la población creció con fuerza con la llegada de muladíes, terminando en las décadas siguientes por desplazar a Mérida como centro político de la zona, una Mérida que desde el reinado de Muhammad había pasado a ser controlada por el clan bereber de los Banu Tayit


Monumento-homenaje a Ibn Marwan en la ciudad  de Badajoz. Fuente: maravillasdeespana.blogspot.com.es
En el año 929 Abderraman III proclamará el Califato de al-Andalus, imponiendo de nuevo el orden sobre los territorios de la mayoría de al-Andalus. Los bereberes que dominaban sobre Mérida se sometieron a su poder. El territorio fue dividido en coras o provincias, una de las cuales era Mérida. Pero a pesar de todo, el protagonismo político del occidente de al-Andalus iba a ser cada vez más para Batalius (Badajoz), que en la época final del Califato habría desbancado definitivamente a Mérida, lo que se consolidará durante el periodo Taifa y los imperios norteafricanos de almohades y almorávides.