Cruzando el Mississippi sobre el hielo, obra de C.C.A. Christensen, Fuente: www.deseretnews.com |
Como hemos podido ver en otra entrada de este mismo blog (el nacimiento de los Estados Unidos de América), los orígenes de EE.UU. se retrotraen hasta los comienzos del siglo XVII, con la creación de las primeras colonias estables en la costa este de América del Norte, primero en tierras de lo que más tarde sería el estado de Virginia (fundación de Jamestown en 1607), después más al norte, en Massachusetts (fundación de Plymouth en 1620). Desde esos momentos iniciales hasta la independencia de los británicos, en 1783, las trece colonias que formaban el territorio crecieron de forma intensa y lo hicieron sobre dos bases esenciales: por un lado, la ocupación continua de nuevos territorios (siempre mirando hacia el interior y el oeste), y por otro lado, la afluencia constante de inmigrantes europeos (mayoritariamente procedentes de las islas británicas, pero también de otros lugares de Europa). Tal proceso no se vio interrumpido tras la guerra de independencia contra Gran Bretaña, si no todo lo contrario, las trece colonias de los Estados Unidos de América conformaron un nuevo estado que se embarcó de forma decidida en un intenso proceso de expansión territorial que alcanzaría su culminación a lo largo del siglo XIX y que le llevaría hasta la costa del Pacífico. El proceso de expansión territorial y el desarrollo económico, sin embargo, terminaron amplificando las contradicciones, divisiones internas y desajustes inherentes al país desde su nacimiento, lo que desembocó en una cruenta guerra civil, la Guerra de Secesión de Estados Unidos, que desgarró y dividió al país. De sus ruinas emergió la gran potencia económica y política que hoy conocemos.
EXPANSIÓN TERRITORIAL HACIA EL OESTE
Desde la costa este, el nuevo país surgido de la Guerra de Independencia iniciaría pronto una rápida expansión hacia el oeste que no fue parte de un plan establecido y se efectuó a través de diversos procedimientos. Algunos territorios fueron comprados, ese fue el caso de Louisiana, una colonia francesa vendida por Napoleón en 1803 a Estados Unidos por 15 millones de dólares. Se trataba de un inmenso territorio en el que se incluían enormes espacios casi despoblados situados entre Nueva Orleans al sur y Montana y Minnesota al norte, copando amplios territorios en el margen oeste del río Mississippi, incluyendo la inmensa cuenca del río Missouri. También fue objeto de compra la península de Florida, vendida por España en 5 millones de dólares a partir del Tratado transcontinental de 1819 (Adams-Onís). En este caso, sin embargo, se trataba de una compra obligada que encubría realmente la anexión del territorio por ocupación militar realizada con anterioridad por el presidente Monroe. El gobierno español del Trienio Liberal ratificaría definitivamente dicho tratado en 1821. Más tarde, se recurriría de nuevo a este procedimiento con la compra a México en 1853 del territorio de "La Mesilla", conocido como Gadsden por los estadounidenses, y que resultaba esencial para contruir el ferrocarril que debía unir Texas y la costa de California. Quince años después, en 1867, Estados Unidos compraba Alaska a los rusos por 7 millones de dólares.
Sin embargo, Estados Unidos no dudó, en determinados momentos, en optar por el recurso a la guerra para incorporar nuevos territorios, es lo que ocurrió con muchos de los territorios del oeste y suroeste americano. Tras la pérdida de Florida, España permitió que gran cantidad de colonos anglosajones, liderados por Moses Austin, se asentaran en la zona de Texas, entonces despoblada. Cuando en 1821 México se convierte en un estado independiente, se permite a los colonos seguir asentándose, hasta convertirse en la mayoría de la población del territorio. Sin embargo, el creciente control del gobierno mexicano sobre ellos los condujo a la insurrección y en 1836 se sublevaron dirigidos por Samuel Houston. La derrota mexicana permitió el reconocimiento de la independencia de Texas, estableciéndose la frontera con México en el río Grande. Aunque el nuevo estado pretendía anexionarse a los EE.UU., los recelos del presidente Jackson ante la entrada en la Unión de un gran estado esclavista lo impidieron. No será hasta 1845, con el presidente James K. Polk, cuando se produzca la anexión de Texas a Estados Unidos. La oposición de México conducirá entonces a la guerra con México, que concluirá en febrero de 1848 con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo y la cesión por México de amplios territorios del oeste americano, no solo de Texas. Las fronteras se fijaron entre el golfo de México y el Pacífico, pasando a través del río Gila, el río Bravo o Grande, el río Colorado y los linderos de Nuevo México y la Alta California. México perdía así la mitad de los territorios que poseía antes de la guerra: renunció a reclamar Texas y cedió a Estados Unidos los territorios de los actuales estados de Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México y parte de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.
Sin embargo, el elemento clave de la expansión territorial de los EE.UU. hacia el Oeste fue el poblamiento. En algunos casos la incorporación al país de algunos territorios no se produjo por conquista o compra, ese fue el caso de amplias zonas del noroeste, que se encontraban casi despobladas, como el territorio de Oregón, una enorme extensión de terreno que entonces se extendía por los actuales estados de Washington, Idaho y Oregón y que abarcaba incluso la región de Vancouver, en el actual Canadá. En 1819, en virtud del Tratado de Adams-Onís, España se había visto obligada a renunciar a sus derechos sobre Oregón y, de hecho, en la zona apenas existían asentamientos españoles, en general pequeños y temporales. La llegada creciente de población anglosajona permitió rápidamente consolidar el control del territorio, que se fraccionaría con el tiempo en varios estados. No sería hasta el Tratado de Oregón, en 1846, cuando Gran Bretaña renunciaba definitivamente a dichos territorio, a cambio de consolidar su dominio sobre la costa más al norte, la llamada Columbia Británica. Este modelo de poblamiento fue esencial también en otros territorios adquiridos por compra, como ocurrió en buena parte de los territorios de Lousiana, en gran medida despoblados, nos referimos a zonas como Montana, Dakota del Sur, Dakota del Norte, Nebraska, Wyoming o Minnesota. La llegada masiva de inmigrantes fue determinante también en la anexión, que ya hemos comentado, de territorios como Texas, y en la consolidación definitiva de los amplios territorios arrebatados a los mexicanos posteriormente: un caso llamativo al respecto fue el territorio de Utah, donde los mormones de Brigham Young se habían asentado ya en 1847, justo antes de la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo con México, huyendo de la persecución religiosa a la que eran sometidos en el resto del país.
Familia de pioneros en Nebraska (1866). Fuente: www.archive.go |
En estos territorios semivacíos del Oeste americano la población indígena será poco a poco diezmada y expulsada de sus territorios, algo que ya había ocurrido con anterioridad en los territorios situados más al este. El proceso de expulsión y ocupación de sus tierras de los nativos americanos encontró un punto de inflexión inicial a partir de 1830, cuando el presidente Andrew Jackson aprobaba la Indian Removal Act, la Ley de Traslado Forzoso de los Indios. Esta ley obligaba a los nativos americanos que habitaban al este del Mississipi a trasladarse a las tierras al oeste del río. Se producía así el The Trail of Tears, el Sendero de Lágrimas, como es conocido por los indios el traslado forzoso sufrido por los pueblos indígenas del sureste de los Estados Unidos en la década de 1830: los choctaw en 1831, los chickasaw, semínolas y creek entre 1830 y 1835, los cherokee en 1838. Más de cuatro mil indios murieron debido especialmente a la mala organización del traslado masivo desde sus zonas de origen hasta el territorio de Oklahoma. Especial atención merece, en esta primera mitad del siglo, la resistencia del pueblo semínola, que se enzarzó en tres guerras contra el gobierno de Estados Unidos, las llamadas "Guerras Semínolas": la segunda de dichas guerras se produjo en los años 30, precisamente por la resistencia de los semínolas, dirigidos por el jefe Osceola, al traslado forzoso desde sus territorios hacia el oeste. La tercera guerra aconteció en la década de los 50, cuando los últimos semínolas que permanecían en Florida fueron desplazados definitivamente.
The Trail of Tears (El Sendero de Lágrimas) obra de Robert lindneux. |
El sendero de las Lágrimas. Ppueblos desplazados y rutas hasta el nuevo Territorio Indio (Oklahoma). F.: Wikipedia |
Aunque acontecido posteriormente, el proceso de colonización y poblamiento al oeste del Mississippi resultó igualmente imparable. Los pueblos de los desiertos, montañas y praderas del oeste, que todos conocemos a través del cine (sioux, comanches, apaches, crow, paite, pies negros, navajos, etc.) vivirían una presión creciente ante la llegada de nuevos colonos, y lo harían ya con anterioridad a la Guerra de Secesión (así fue en Texas, Utah, las zonas de las praderas, California u Oregón). Este proceso se intensificó después de la guerra y desembocó en lo que conocemos como las llamadas guerras indias, que se desarrollaron entre las décadas que van desde 1860 a 1890. En ellas se englobaban múltiples conflictos con las distintas tribus del oeste americano, que condujeron a la firma de tratados y la reclusión en reservas de los nativos americanos, confinados en las peores tierras, reservas que a posteriori serían modificadas por el gobierno de forma unilateral y tratados que serían reiteradamente violados por el hombre blanco. Mientras, los nuevos colonos se asentaban de forma masiva en los nuevos territorios, como si fueran una plaga, escogiendo las mejores tierras. Terminado el proceso, en 1890, las fronteras del país quedaron fijadas definitivamente.
Asemiento de los sioux lakota en las praderas de Dakota del sur, a finales de la década de 1880. Fuente: Taringa.net
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El célebre jefe Nube Roja y otros sioux. Fuente: Wikipedia. |
Buscador de oro (1849) Fuente: Pinterest |
Este proceso de expansión hacia el oeste a través del poblamiento se vio estimulado a partir de los años 40 por el descubrimiento de riquezas minerales, particularmente de oro, lo que permitió el desarrollo de sucesivas fiebres del oro, que condujeron a la inmigración masiva de población en oleadas de buscadores de oro que trabajaban en las minas o cribaban el agua de los ríos. Entre 1848 y 1855, cientos de miles de personas llegaron a la zona norte de California en busca de oro provenientes de otras zonas del país o el extranjero, convirtiendo la pequeña localidad de San Francisco en una ciudad y fundando nuevas poblaciones que dieron lugar al nacimiento de un sistema legal y de gobierno, con la proliferación de escuelas, carreteras e iglesias, lo que llevó a la admisión de California como estado de la Unión en 1850. En la década de 1850 nuevas fiebres del oro se producirían en las tierras de Colorado, en el norte de Nevada y en la zona del cañón del Fraser, en el suroeste de Canadá. En las década de 1860, la fiebre del oro alcanzaría a Montana y, más tarde, en la segunda mitad de la década de 1890, a áreas situadas mucho más al norte: Alaska y el Klondike canadiense.
Daguerrotipo de 1850 que muestra la fiebre del oro en California. Fuente: www.newyorker.com |
Ciudad minera de Gold Hill (Nevada, 1867). Fuente: momentosdelpasado.blogspot.com |
La penetración en zonas tan extensas y poco pobladas, con frecuencia habitadas por pueblos hostiles y marcadas por las grandes distancias y la inseguridad, resultó siempre muy precaria hasta la mitad del siglo XIX. Se realizaba generalmente a caballo o con carros y carretas pesadas construidas de madera y reforzadas con hierro, cubiertas a su vez con lonas impermeabilizadas con aceite de linaza. Estaban tiradas por mulas y sobre todo por bueyes, más resistentes y baratos, y se agrupaban en grandes convoyes buscando la seguridad en medio de un viaje largo y peligroso. Los colonos seguían varias rutas que se iniciaban en primavera, pasado el duro invierno y cuando la provisión de pastos para las caballerías y el ganado era abundante, y utilizaban itinerarios que con frecuencia seguían los cursos de agua. La mayoría de las rutas partían de Missouri y fueron posible gracias a las exploraciones de auténticos aventureros como Meriwether Lewis y William Clark (entre 1804 y 1806 exploraron el curso del río Missouri y atravesaron las Montañas Rocosas hasta llegar a las costas del Pacífico en Oregón) o John C. Frèmont y Kit Carson, que en la década de 1840 exploraron Nevada, Oregón y California. Entre las rutas más destacadas (ver mapa inferior), habría que destacar la Ruta de Lewis y Clark hasta Oregón siguiendo el Missouri, la Ruta de Oregon, que llegaba también a este territorio pero por zonas más al sur, a través de Wyoming y Idaho, la Ruta de los Mormones hasta Utah, la Ruta de California o el Camino de Santa Fe hasta las tierras de Nuevo México, del que partía el Viejo Sendero Español hasta el sur de California.
El pintor danés C.C.A. Christiansen viajó a Utah como pionero en las típicas caravanes del oeste, y reflejó más tarde en algunas obras su peripecia vital. Ese es el caso de su obra Sugar Creek. |
Principales rutas de penetración de las caravanas de pioneros hacia el oeste. F-: Elaboración propia. |
La mayoría de dichas rutas irían quedando en desuso con la introducción del ferrocarril en las últimas décadas del siglo XIX. Antes de que hubieran terminado las hostilidades de la Guerra de Secesión, se crea la Ley de Ferrocarriles del Pacífico, firmada por el presidente Lincoln el 1 de julio de 1862, que autorizaba la construcción del Ferrocarril Transcontinental. En 1869, en una famosa ceremonia, se colocaba el llamado "Clavo de Oro" o Golden Spike, que simbolizaba la finalización de su construcción. Quedaban así unidas las ciudades de Sacramento, en California, y Omaha, en Nebraska. En el futuro, en torno a las grandes líneas que llegaban a la costa del Pacífico se dispondrían la mayoría de las poblaciones: al norte, la Northern Pacific unió Chicago y Astoria; en el centro, la Kansas Pacific unió Chicago con San Francisco; en el sur la Southern Pacific llegaba hasta Los Ángeles. Ciudades como Kansas City, Omaha, Denver, crecieron también al abrigo del ferrocarril.
El llamado Golden Spike simbolizaba la unión de los dos tramos del ferrocarril que unían el este y la costa oeste de EE.UU. Fuente: www.massmoments.org |
La marcha hacia el Oeste, iniciada en los inicios del siglo XIX, resultó un elemento clave en el surgimiento de la nación estadounidense y contribuyó a forjar la personalidad y carácter de sus habitantes. El historiador F.J. Turner, en su obra El significado de la frontera en la Historia de los Estados Unidos, escrita en 1893, puso el hincapié en la frontera como conformadora de la identidad de la nueva nación. Aunque hoy en día, muchas de sus posturas están en cuestión, no hay duda de que la existencia de tierra libre en el Oeste ha influido de alguna manera en el individualismo tan característico de los americanos, ya que el hombre en las nuevas tierras hubo de hacer frente en solitario a situaciones diversas, lejos de la protección de la autoridad y el estado; por otro lado, es evidente que una frontera en continua expansión se convirtió además en una válvula de escape para el excedente de población, contribuyendo a la reducción de las tensiones sociales propias de la industrialización, que sin embargo, también existieron. Es indudable que el ideal de frontera es clave en la historia americana, y que sin duda ha ayudado a conformar el carácter pionero y emprendedor que se supone al espíritu americano. En todo caso, las tesis de Turner han de ser matizadas, se trata de una visión idealizada que trata además de justificar el expansionismo americano, encubriendo la existencia de fuertes tensiones sociales y fuertes desigualdades, que tambień existieron.
Aún cuando la expansión territorial tuviera efectos como los antes mencionados, también fue importante en cuanto que no contribuyó a formar un país homogéneo, y de hecho las divergencias entre el Norte y el Sur no dejaron de acusarse según el país iba ampliando sus fronteras e incorporando nuevos estados. En el Norte, Nueva Inglaterra se convertía en una poderosa región industrial; en el Sur, la economía se centraba cada vez más en el cultivo y exportación de algodón, y Nueva Orleans en el puerto que daba la réplica a Nueva York. Los estados del Sur, con esclavos, procuraban mantener la mitad de los miembros en el Senado, para lo que se preocupaban de que ingresaran en la Unión tantos estados esclavistas como no esclavistas, generándose una fuertes tensiones políticas y territoriales que veremos en una entrada próxima y que desembocarían en la Guerra Civil Americana.
CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y ECONÓMICO
Como hemos podido ver, la expansión territorial de la nueva nación hacia el oeste se cimentó sobre el asentamiento masivo de población. En la mayoría de los casos, los colonos se afincaban en nuevos espacios, y cuando estos se encontraban suficientemente poblados, el nuevo el territorio se incorporaba como estado a la Unión. En este sentido, la existencia de grandes contingentes de población disponible resultó básica para la conformación territorial del nuevo estado. Desde la independencia del país, la población creció de forma vertiginosa: si en 1790 apenas llegaba a los 4 millones de habitantes, en 1830 era de trece millones y en 1870, tras la guerra de secesión, alcanzaba los 40 millones. Tal realidad solo fue posible por la llegada masiva de inmigrantes europeos a lo largo del siglo XIX, en su mayoría y hasta 1870, procedentes de Inglaterra e Irlanda, tan solo Alemania se acercaría en algunos momentos a las cotas de los emigrantes británicos, pero de forma irregular. El que la mayoría de los inmigrantes procedieran de las islas británicas, contribuyó a la conformación de una sociedad netamente anglosajona, lo que solo fue posible porque la constitución de la nueva nación coincidió con la revolución demográfica europea y sobre todo inglesa, que permitió la reducción de la mortalidad y el crecimiento intenso de la población, posibilitando la transferencia de grandes masas humanas hacia el nuevo país. A finales del siglo XIX llegarían gentes de la Europa del Este (rusos, polacos, etc.) y la Europa mediterránea (italianos y griegos), pero ya lo harían sobre un país bien definido en sus rasgos culturales anglosajones.
El crecimiento de la población de EE.UU fue muy intenso en la pirmera mitad del XIX. Fuente: .www.ncpedia.org |
Inmigrantes irlandeses desembarcan en New York en 1855. Fuente: www.buffalospree.com (Copyright Everett Historical) |
La expansión del ferrocarril en EE.UU. Fuente: www.econedlink.org |
Si el crecimiento demográfico y la inmigración fueron claves en la expansión territorial del país, fueron igualmente esenciales en el vertiginoso crecimiento económico e industrial del país, que le llevó a convertirse en una potencia industrial ya a mitad del siglo XIX, llegando a finales de la centuria a alcanzar los niveles de industrialización de Gran Bretaña. La llegada masiva de inmigrantes le permitió disponer de abundante mano de obra y un importante mercado interno de consumidores, ambos elementos básicos para el desarrollo industrial. Por otro lado, el enorme territorio y la abundancia de recursos mineros (carbón, oro, petróleo) y agrícolas (tierras fértiles), permitió contar con las fuentes energéticas y materias primas que requería la industria. A estos factores habría que añadir la rápida construcción de la red de ferrocarriles, que permitió el desarrollo comercial y estimuló la industria metalúrgica, siendo clave en la expansión territorial hacia el Oeste. La primera línea se construyó poco después de la primera línea inglesa, en 1830, y entre 1850 y 1860 se triplica el tamaño de la red, alcanzando los 50.000 km.
Pittsburg (Pennsylvania) en 1857. La industria se concentró en el noreste del país. Fuente: commons.wikimedia.org |
El último factor que permitió la configuración de Estados Unidos como una potencia industrial, ya en la primera mitad del XIX, es la pronta incorporación de las innovaciones técnicas surgidas en Inglaterra, así como una gran capacidad para mejorarlas con nuevos inventos. Un inmigrante, Samuel Slater, fabricó en 1789, a partir del modelo de Arkwright, la primera máquina de hilar algodón; Oliver Evans inventó una máquina de vapor de alta presión y Fulton construyó los primeros barcos de vapor en 1806. Más importante aún fue la aplicación temprana del sistema de división del trabajo y la producción estandarizada, iniciada ya por Oliver Evans en 1782. En 1800, en Connecticut, se construyeron armas con piezas standard, intercambiables, lo que simplificó la producción y las reparaciones. La producción en cadena, que se iría aplicando a lo largo del siglo XIX, permitiría el desarrollo enorme de la industria americana en un futuro no muy lejano. El crecimiento industrial fue importante desde el inicio del XIX, pero adquirió gran fuerza entre 1850 y 1860, siendo el motor la industria textil, gracias a inventos como la máquina de coser de Elias Howe en 1846.
Elias Howe y su máquina de coser. Composición elaborada a partir de imágenes de www.newenglandhistoricalsociety.com |
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