BLOG DE JOSÉ ANTONIO DONCEL DOMÍNGUEZ (I.E.S. LUIS CHAMIZO, DON BENITO, BADAJOZ)

viernes, 29 de marzo de 2019

El Sexenio Democrático o Revolucionario en España (1868-1874)


El titulo hace referencia a la famosa opera Roberto el diablo, considerada la primera del subgénero de la Grand Ópera francesa, estrenada en 1831 en París. En esta viñeta de La Flaca podemos observar el debate que existía en España entre la República y la Monarquía. Además refleja a la perfección la ideología de la revista, representando la parte de la Monarquía con guerra y represión, mientras que la parte republicana se nos muestra en un contexto idealizado. Fuente: Taringa.es










Durante seis años, desde 1868, España entra en un periodo revolucionario de fuertes cambios que suponen, por un lado, la democratización del sistema (se introduce la soberanía nacional, el sufragio universal y amplias libertades) y por otro, el cambio de dinastía (expulsada Isabel II, se busca un nuevo rey en Amadeo de Saboya).
Pero los cambios se ven acompañados de una gran conflictividad. El mantenimiento de la monarquía provocó el conflicto con los republicanos, mientras surgía una elevada conflictividad social debido a que los grupos obreros y campesinos vieron frustradas sus aspiraciones: pensaban que la revolución iría más allá y cambiaría las bases sociales y económicas del país, pero no fue así. Por último, una doble guerra, con los carlistas en el norte de España y con los independentistas en las colonias americanas de Cuba y Puerto Rico.

CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA DE 1868

La revolución de 1868 y la caída de Isabel II fue posible porque en los últimos años (1866-68) el país estaba viviendo una fuerte crisis económica y política, que había afectado a casi toda la sociedad y que habían enfrentado a buena parte de los grupos sociales y políticos con el gobierno moderado y la reina Isabel II.
Entre 1866 y 1868, España sufrirá una crisis económica global que va a afectar a la mayoría de los sectores sociales (burguesía, terratenientes, clases medias y especialmente sectores populares, campesinos y obreros). Se produce una triple crisis:
Crisis financiera: una vez terminada la construcción del ferrocarril, éste no resultó rentable. El valor de las acciones ferroviarias cayó y la bolsa se hundió, muchos inversores se arruinaron. La burguesía financiera y muchos bancos se vieron afectados.
Crisis industrial: afecta a la industria textil algodonera catalana. Ésta se enfrenta a la competencia del textil británico, a la falta de materia prima (la guerra civil americana redujo la producción de algodón y lo encareció) y la falta de demanda por la crisis económica general. Se ve afectada la burguesía industrial (pierde beneficios) y la clase obrera (paro).
Crisis agrícola y de subsistencia: desde 1866 se suceden las malas cosechas, lo que produjo la escasez de productos básicos como el trigo. Esto provocó el alza de los precios. La situación condujo a la crisis de subsistencia y la hambruna, creando un clima de violencia social, atizado además por el rechazo general a los consumos y las quintas (“contribución de la sangre”).
A nivel político, desde 1866, la situación de los gobiernos moderados y de Isabel II se había vuelto insostenible, cada vez más aislados y rechazados por los otros grupos políticos. A la corrupción reinante y el autoritarismo creciente del gobierno, se unió la reciente represión, como se evidenció en la revuelta de los sargentos progresistas del cuartel de San Gil en 1866: 66 personas son fusiladas tras la insurrección, la mayoría sargentos del arma de artillería.
Fusilamientos del 25 de Junio de 1866 tras la sublevación de San Gil (Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias del Trabajo Universidad de Sevilla). Fuente: collcenter.es

Esta situación radicaliza a los progresistas (dirigidos ahora por Prim) que se acercan a los demócratas. La monarquía apoya siempre a los moderados y los progresistas ven imposible el acceso al poder de forma pacífica. Se alejan del sistema, optando por la rebelión armada y la conspiración contra la reina.
Finalmente, en 1866, los progresistas y los demócratas firman el Pacto de Ostende (1866), que sentaba las bases de la revolución del Sexenio: los progresistas aceptan el sufragio universal y la expulsión de Isabel II. Un año después se unen al pacto amplios sectores de la Unión Liberal del general Serrano, algo determinante para el triunfo de la revolución, pues a dicho partido pertenecían muchos altos militares, Isabel II perdía así el apoyo del ejército.
El Pacto de Ostende. Las tres figuras centrales son Prim, Serrano y el almirante Topete. Fuente: nuevatribuna.es

















LA REVOLUCIÓN DE 1868 (“LA GLORIOSA”)

El punto de partida del Sexenio será el pronunciamiento militar del brigadier Topete que subleva a la marina en Cádiz en septiembre de 1868. Tras el manifiesto “España con honra”, la revolución se extiende y es apoyada por los partidos del Pacto de Ostende. Surgen Juntas revolucionarias por todas las provincias que llaman al pueblo a la insurrección. Las tropas fieles a gobierno fueron derrotadas en Alcolea y el gobierno moderado dimitió. Isabel II, sin apoyos, abdicó y tomó el camino del exilio.
Cartel propagandístico con los protagonistas de la Gloriosa. Fuente: laveudelliria.com
Se crea un Gobierno Provisional presidido por el general Serrano (unionista) y con Prim como ministro de la Guerra (progresista). Se disuelven las juntas y se restablece el orden, optándose por la monarquía como forma de gobierno. Es el triunfo de aquellos cuyo objetivo era derrocar al gobierno y no querían ir más allá, no estaban dispuestos a cuestionar la propiedad privada o proclamar la República. Se frustran así las aspiraciones de los republicanos (una parte importante de los demócratas oscilan hacia el republicanismo y crean el Partido Republicano Federal) que apostaban por un nuevo modelo político no monárquico, y sobre todo, se frustra la revolución de las clases populares, que ansiaban un cambio social que repartiera mejor la riqueza y mejorara las condiciones de vida. Tal frustración desembocará a lo largo del periodo en una conflictividad constante que conducirá a una continua inestabilidad. 
El nuevo gobierno provisional inició una política de reformas que implicó el reconocimiento del derecho de reunión y asociación, la libertad de imprenta o el sufragio universal, la democratizaron los ayuntamientos y diputaciones. Se convocarán elecciones a Cortes constituyentes, elegidas por sufragio universal para formar unas Cortes que hicieran una nueva constitución. Por primera vez en España se elegía un parlamento por sufragio universal masculino de los varones de más de 25 años  En ellas vence la coalición de los progresistas y unionistas, con el apoyo de los demócratas que habían aceptado la monarquía, obteniendo 236 diputados del total de 352 (la mayoría de ellos progresistas, 159). Defendían la monarquía subordinada a la soberanía nacional y amplias libertades públicas y contaban con el apoyo de la burguesía, las clases medias urbanas y amplios sectores del ejército y la intelectualidad. Con estos apoyos, se crea la Constitución de 1869, monárquica, liberal y democrática. El nuevo marco jurídico sancionaba la soberanía nacional, en manos de las Cortes, y establecía una clara división de poderes: ejecutivo en manos del Rey, legislativo en las Cortes y judicial en manos de tribunales independientes (se establecía el juicio por jurado y la oposición como procedimiento de acceso a la judicatura). Se establecía el sufragio universal directo y masculino, así como una amplia declaración de derechos y libertades que junto a los ya tradicionales (libertad de expresión, asociación, reunión, etc.) incluía otros nuevos (inviolabilidad del correo o libertad de residencia). Se establecía la aconfesionalidad del Estado y libertad de religión y enseñanza (aunque el Estado se comprometía a sostener el culto católico). Hasta encontrar un nuevo rey se nombró como regente a Serrano y jefe de gobierno a Prim
Solemne apertura de las Cortes Constituyentes el día 11 de febrero de 1869. Grabado de Enrique Alba y Rodríguez.
Fuente: Wikipedia


Fuente: Vicens Vives
En frente del nuevo gobierno, como grupos de oposición, existían tres tendencias. Por un lado, a la derecha se ubicaban los carlistas, entre los que un grupo había aceptado presentarse por primera vez a las elecciones, y que defendían la monarquía tradicional y el catolicismo a ultranza frente a la libertad de religión. Su influencia seguía muy concentrada en zonas concretas, especialmente en la zona vasco-navarra. En un ámbito ideológico muy conservador se situaban también los moderados, fieles a la monarquía de los borbones, entre cuyos líderes destacaba Cánovas del Castillo. Contaban con el apoyo de la oligarquía terrateniente y exigían el regreso de la dinastía borbónica al trono. En tercer lugar, y situados a la izquierda, se encontraban los republicanos del Partido Republicano Federal, que contaba con 69 diputados, convirtiéndose en la mayor fuerza opositora. Liderados por Pi y Margall, Castelar o Figueras, defendían la República y eran partidarios de amplias reformas a nivel social y político, en un sentido más próximo a las clases populares.
A nivel económico el nuevo gobierno reorientó la política económica en un sentido liberalizador, que facilitara el desarrollo de un capitalismo moderno basado en la libre iniciativa y el desarrollo industrial y comercial del país. Se optó por una política librecambista que se plasmó en la Ley de Bases Arancelarias de julio de 1869, más conocida como Arancel Figuerola por el ministro de Hacienda que la puso en marcha, que acababa con la tradición proteccionista de la economía española del siglo XIX. Se optó por la apertura de la economía española a la entrada del capital extranjero, lo que se evidenció en la Ley de Bases de Minas de 1868, que por otra parte, trataba de hacer frente al gravísimo problema de la Hacienda debido a la elevada Deuda Pública, que impedía la acción de gobierno por la inexistencia de los recursos necesarios. La Ley suponía en realidad la desamortización de las minas, hasta entonces de dominio público, a la vez que se simplificaban los trámites para las concesiones mineras, las cuáles ganaban además en seguridad y estabilidad. Tal situación atrajo al capital extranjero (inglés, francés o belga), especialmente en una época en la que las economía europeas demandaban de forma creciente ingentes cantidades de minerales. Se abría así el camino a una auténtica fiebre minera durante las últimas décadas del siglo XIX.
Gracias a la Ley minera de 1868, las minas de Río Tinto fueron compradas en 1873 por un consorcio británico. A finales del siglo XIX y principios del XX se convertirían en las mayores minas de cobre del mundo. Fuente: www.elpais.com
A pesar de que se abolió el impuesto de consumos, una de las grandes demandas de los sectores populares, el modelo socioeconómico no se vio apenas modificado, de forma que las clases trabajadoras y campesinas no vieron mejoradas sus condiciones de vida. Esto supuso una fuerte conflictividad social: a las revueltas generales contra el alza de precios, las condiciones de vida y trabajo y el rechazo a las quintas y consumos, se añadían las revueltas campesinas, especialmente en el sur latifundista (jornaleros en demanda de tierra). Aunque los republicanos canalizaron en gran parte el descontento social, durante el sexenio llegaron a España las ideas anarquistas y socialistas, de la mano de la Primera Internacional, que crecerían al abrigo de las amplias libertades públicas del nuevo régimen. En octubre de 1868 llegan las ideas anarquistas de la mano de Giuseppe Fanelli y en 1870 se celebra el Congreso de Barcelona, donde se funda la Federación Regional Española. Las ideas marxistas llegaría en 1871 con Paul Lafargue, yerno de Marx, que impulsaría los primeros núcleos marxistas en Madrid.
Congreso obrero de Barcelona en 1870 en el Teatro Circo. Fuente: Wikipedia.



Manuel Céspedes. F: www.juventudrebelde.cu
La inestabilidad crónica y la debilidad del Estado favoreció el estallido de la sublevación independentista en Cuba y Puerto Rico. Ambos movimientos insurreccionales estaban relacionados con la falta de libertades y la incomprensión de los gobiernos isabelinos hacia las demandas de autonomía de las colonias. El 23 de septiembre de 1868 estallaba la revuelta y se proclamaba la República de Puerto Rico con el llamado Grito de Lares, mientras en octubre de ese mismo año daba comienzo la insurrección cubana cuando Manuel Céspedes lanzó el Grito de Yara con pretensiones independentistas, antiesclavista y anticolonialista, iniciando así la llamada Guerra de los Diez Años. Los gobiernos del Sexenio buscaron la conciliación y ofrecieron reformas, pero la alta burguesía con intereses en Cuba se oponía a cualquier concesión a los insurgentes. Hubo que esperar a 1878, en plena Restauración, para que se firmara la Paz de Zanjón, y con ella la pacificación temporal del Caribe español hasta el inicio de la Guerra de Independencia de Cuba en 1895. 
Batallón de caballería de las Tropas mambisas cubanas en la Guerra de los Diez Años. Fuente: www.ecured.cu












EL REINADO DE AMADEO DE SABOYA (1870-73)
Tras el triunfo electoral de la opción monárquica y la promulgación de la Constitución de 1869, los partidos que sustentaban el gobierno convirtieron en su objetivo principal el encontrar la figura de un nuevo rey que fuera compatible con los principios modernizadores y democráticos del nuevo régimen. Tras descartar a otros candidatos, en noviembre de 1870 se encontró rey en la figura de Amadeo de Saboya, hombre abierto a la concepción democrática de la monarquía. Amadeo de Saboya, duque de Aosta, era el segundo hijo de Víctor Manuel II, rey de Italia desde 1861, tras la unificación italiana. Era un hombre progresista y católico, que encajaba bien. Se convertía en el primer rey de España elegido en un Parlamento, lo que era una gran afrenta para los monárquicos de siempre.
Topete, Prim y Serrano subastan la corona de España. Publicado en La Flaca en abril de 1869. Fuente: elindependiente.com
Amadeo I. Retrato de Carlos L. de Ribera y Fieve.
Fuente: Wikipedia.
Su reinado no fue fácil. La aristocracia borbónica sentía un claro desdén por un rey extranjero y advenedizo, mientras el pueblo mostraba su clara indiferencia por el nuevo monarca, que nunca supo aproximarse a las masas populares, le faltaba don de gentes, cercanía y carisma, y desconocía el idioma. En diciembre de 1870 el nuevo rey acepta su elección, pero justo mientras viajaba a Madrid desde Italia, el 30 de diciembre, moría en un atentado su gran valedor, Juan Prim, líder de los progresistas. De esta forma, su situación se volvía especialmente difícil. El 2 de enero fue proclamado rey de España en Madrid.
Esta situación llevó a una gran inestabilidad política marcada por la fuerte oposición que se manifestó hacia el nuevo rey por amplios sectores. Los moderados, fieles a los Borbones, rechazaban de plano la nueva monarquía. Conscientes de la dificultad que entrañaba la vuelta de Isabel II, comenzaron ya en esta época a defender la opción del príncipe Alfonso como rey y como garantía de estabilidad social y política, captando a muchos unionistas y progresistas a la causa. La Iglesia recelaba de una monarquía constitucional  y progresista, mientras algunos sectores carlistas, ante el nuevo rey, volvían a la insurrección armada en 1872, Tercera Guerra Carlista, con las expectativas de colocar en el trono a su candidato, Carlos VII. La rebelión surgió en el País Vasco y se extendió a Navarra y áreas de Cataluña, adquiriendo fuerza y creando graves problemas de inestabilidad. A esto hay que añadir el recrudecimiento de la Guerra de los Diez Años en Cuba. La inestabilidad se veía acrecentada por la hostilidad manifiesta de los sectores republicanos y las revueltas sociales, que no hacían sino crecer. En 1872 se produjeron insurrecciones federalistas en las que las ideas republicanas se mezclaban con las ideas internacionalistas obreras de carácter anarquistas. En julio de 1872 el propio rey sufrió un atentado contra su persona.
A esta situación habría que añadir la división interna en la coalición de gobierno (unionistas, progresistas y demócratas). Una parte de la Unión Liberal osciló hacia la causa borbónica, mientras los progresistas se escindían entre radicales, dirigidos por Ruiz Zorrilla, y constitucionalistas, bajo el liderazgo de Sagasta. Se suceden 6 gobiernos y hubo que convocar elecciones tres veces. Al empezar 1873, la coalición gubernamental, debido a las fricciones constantes, se separó definitivamente, presentándose por separado a las elecciones. Privado de todo apoyo, el 10 de febrero de 1873, Amadeo I renunciaba al trono de España.


LA I REPÚBLICA
Tras la abdicación de Amadeo I, el 11 de febrero de 1873, era proclamada la I República de la mano del Congreso y el Senado, reunidos ambos en Asamblea Nacional. Estanislao Figueras, republicano federal de gran prestigio, será elegido como primer presidente del Poder Ejecutivo de la República. La nueva realidad resultaba, sin embargo, muy engañosa y la República nacía con falta de apoyos reales. Se llegaba a ella porque sencillamente no había otra cosa a mano, y porque los monárquicos, realmente mayoritarios, pretendían acelerar el proceso de deterioro y caos político, mientras preparaban el retorno de los borbones. A esta realidad habría que añadir el aislamiento internacional del nuevo régimen, que no fue reconocido por ninguna de las grandes potencias europeas, al ser concebido por éstas como un régimen revolucionario que ponía en riesgo la estabilidad de una Europa predominantemente conservadora y burguesa.
Esta compleja realidad otorgaba pocas posibilidades de éxito a una República que nacía demasiado débil, que debía desarrollarse como régimen en un país en el que apenas había cambiado el equilibrio de fuerzas sociales desde la caída de Isabel II: el ejército era monárquico, la economía continuaba en crisis y el aparato administrativo seguía siendo conservador.
Artilleros carlistas en Vizcaya. Fuente:juantxoegana.blogspot

Con la I República, los conflictos armados existentes se acentúan. Prosigue la guerra en Cuba, favorecida ahora por la hostilidad de las autoridades y funcionarios coloniales españoles respecto al nuevo régimen republicano. Por otro lado, se agrava la Tercera Guerra Carlista y extensas zonas rurales del norte de España (especialmente en el País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña) caen bajo control carlista, llegándose a crear un gobierno paralelo con la entrada del pretendiente al trono, Carlos VII, que llega a Navarra desde Francia e instala su corte en Estella. Las victorias carlistas se suceden durante el año el 1873 y el gobierno republicano será incapaz de revertir la situación, de forma que en el País Vasco y Navarra, tan solo las capitales quedaron bajo su control.

Escuadrón de Gerona durante la Tercera Guerra Carlista, obra de Augusto Ferrer Dalmau

La conflictividad social alcanzó cotas elevadísimas: la República fue vista desde el principio por las masas populares como el momento de hacer realidad sus aspiraciones. Además, las ideas anarquistas y socialistas estaban penetrando con rapidez. En el campo latifundista del sur del país, los jornaleros protagonizaron insurrecciones y revueltas, empujados por el tradicional "hambre de tierras" y los obreros catalanes exigieron mejores salarios y condiciones de trabajo. 
La situación de inestabilidad se vio acrecentada por la división interna de los propios republicanos. Los republicanos federales, liderados por Pi y Margall, defendían una República federal, cimentada en un pacto entre las distintas regiones o pueblos de España, que gozarían de una gran autonomía. Eran anticlericales y laicistas, defendían reformas para mejorar las condiciones de vida y los derechos laborales de las clases populares. Dentro de ellos, los más radicales, los llamados intransigentes, creían que el proceso se conseguiría a través de la insurrección (de abajo hacia arriba), frente a los defensores de la legalidad y el orden. Por otro lado, los republicanos unitarios, liderados por Castelar, defendían una República unitaria, con un gobierno centralizado. Eran más conservadores a nivel social y político.
Caricatura de la República Española entre la República Federal, representada por José María de Orense, y la Unitaria,  representada por Emilio Castelar. Revista La Flaca. Fuente: Wikipedia
Francisco Pi y Maragall. Fuente: dbe.rah.es


Todos estos factores influyeron en una evolución política marcada por la inestabilidad. En junio se celebraron elecciones, con una aplastante victoria de los republicanos federales, lo que resultaba muy engañoso, porque la mayoría de la oposición no participó y la abstención fue del 60%. Se crea un gobierno presidido por Pi y Margall, que trató de poner en marcha reformas progresistas a la vez que mantenía el orden (amnistía, abolición de la esclavitud en las colonias, supresión de las quintas, mejoras laborales) y proponía la aprobación de un proyecto de constitución federal que no llegaría a término. La nueva constitución creaba una República Federal, utilizando como modelo la Constitución de Estados Unidos de 1787 a la hora de diseñar la organización territorial, las instituciones y las relaciones entre el Estado y los poderes autónomos. En la nueva República el poder debía repartirse entre regiones y ayuntamientos, a los que se concedía plena autonomía. Se creaban 15 estados federados, más las colonias de Cuba y Puerto Rico. Por lo demás, era un texto democrático que tomó como referencia la Constitución de 1869: soberanía nacional, sufragio universal, división de poderes, amplias libertades, aconfesionalidad del Estado (aunque más anticlerical).
La constitución no satisfacía las exigencias de los republicanos intransigentes, que estaban descontentos con la evolución política de República y abandonaron las Cortes, llamando a la creación de cantones independientes. El movimiento cantonalista se extendió por las zonas de más fuerte implantación republicana, sobre todo por el sur y este peninsular. En estas zonas, muchas comarcas y poblaciones se proclamaron "cantón" independiente del poder central, cuestionando además la propia existencia del Estado. En julio de 1873 se proclamban el cantón de Cartagena, Sevilla, Cádiz, Torrevieja, Almansa, Granada, Castellón, Málaga, Salamanca, Valencia, Bailén, Andújar, Tarifa, Alicante y Algeciras. Los cantonalistas eran una masa popular radicalizada de artesanos, tenderos y trabajadores en los que se mezclaban las ideas republicanas federalistas y las ideas anarquistas (rechazo al Estado y revolución social) que habían entrado en España con los primeros núcleos de la I Internacional. 
Fuente: Wikipedia

10 reales cantonales. El Cantón de Cartagena llegó a acuñar su propia moneda.. Fuente: www.numisbids.com

Cartagena fue bombardeada duramente hasta la rendición de las fuerzas cantonalistas. Daños en la calle de las Beatas, 1874. Fuente: www.elpais.com 

Incapaz de enfrentarse a la revuelta cantonalista y sofocarla por las armas, Pi y Margall dimitió y fue sustituido por Nicolás Salmerón, que aplicó una política de dureza, optando por la intervención militar, lo que permitió sofocar el movimiento cantonalista en todos los lugares salvo en Cartagena, que aún resistiría algunos meses, hasta enero de 1874. Salmerón, con el lema "El imperio de la Ley", recurrió a sectores militares ajenos al republicanismo federalista, el general Pavía aplastó el movimiento cantonal en Andalucía, mientras Martínez Campos lo hacía en Valencia y Murcia. El estamento militar encabezaba así una dura represión, adquiriendo un enorme protagonismo como garante del orden. En dicho contexto, Salmerón dimite al negarse a firmar algunas condenas de muerte y accede al poder Castelar, máximo representante de los republicanos unitarios, con el que se produce un giro claramente conservador y autoritario, restableciéndose el orden público y el respeto a la propiedad.
Imagen satírica del golpe de estado del general Pavía. Publicada en 1874 en la revista La Madeja Política. F.: cadenaser.com



Ante las presiones de los federales sobre Castelar, el ejército intervino y en enero de 1874 el general Pavía dio un golpe de estado, entrando en las Cortes y disolviéndolas. Se crea entonces una República autoritaria y conservadora, presidida por el general Serrano, sustentada por unionistas y progresistas. Pero tal opción no tenía futuro alguno, las posibles bases sociales acomodadas y conservadoras, que la podían sustentar, ya habían optado por la opción alfonsina como alternativa de gobierno, es decir, por la vuelta del hijo de Isabel II, Alfonso XII. Desde el 25 de junio de 1873, momento en que la reina Isabel II había abdicado sus derechos dinásticos en favor de su hijo Alfonso, éste se había convertido para los monárquicos en el legítimo rey de España. La causa alfonsina tenía además un gran valedor en las Cortes, Antonio Cánovas del Castillo, político clave que llevaba tiempo trabajando en la restauración borbónica. El 1 de diciembre de 1874 Alfonso XII firmaba el Manifiesto de Sandhurst, desde la academia británica del mismo nombre en la que estudiaba, en el que se defendía el regreso a una monarquía constitucional, defensora del orden, pero que garantizaba la puesta en marcha de un sistema político liberal. El 29 de diciembre de 1874, el pronunciamiento del general Martínez Campos acababa con la República y proclamaba rey a Alfonso XII.
Se iniciaba un nuevo período histórico marcado por el nuevo sistema político de la Restauración, diseñado por Cánovas del Castillo, que se prolongaría hasta la II República, durante el reinado de Alfonso XII, la regencia de María Cristina y el reinado de Alfonso XIII, y que estaría marcado por la estabilidad política y la confección de un sistema político oligárquico y conservador que se estructuraría sobre la base del bipartidismo, el turno de partidos y el caciquismo.
Arsenio Martínez Campos. Fuente: Wikipedia
Alfonso_XII. Retrato de Alejandro Ferrant y Fischermans
 (1875). Fuente: Wikipedia