El asalto y asedio de fortalezas era una constante en el desarrollo de cualquier campaña bélica durante la Edad Media (British Library) |
MURALLAS Y CASTILLOS
Durante la plena Edad Media, a partir del siglo XI y sobre todo del XII, las fortificaciones y castillos alcanzaron un enorme desarrollo, construidos ya con materiales más sólidos y poderosos. Lejos quedaban las fortificaciones de madera con torres y empalizadas y las murallas de tierra de la Alta Edad Media. El uso de la piedra permite alcanzar a la muralla una gran altura, mientras se construyen torres redondas, más defensivas que las cuadradas, generalmente en las esquinas del recinto, que tienden a sobresalir de la muralla. Esta y sus torres se coronan con almenas y se llenan de troneras, aspilleras y saeteras. La Torre del Homenaje, último bastión y residencia del señor adquiere un tamaño imponente y la fortificación se rodea de un gran foso con puente levadizo que permite el acceso a una puerta fortificada, protegida con frecuecncia por una barbacana. Se crean en ocasiones dos líneas de murallas, la segunda más alta y elevada, permitiendo controlar la primera. Esas dos líneas permitían evitar los ataques por sorpresa y mantener las máquinas de asedio de los atacantes lo bastante lejos del corazón del castillo.
En el siglo XII igualmente proliferaron las ciudades encerradas en gruesas murallas de piedra, que las convierten en auténticos baluartes inconquistables. Entre los mayores recintos amurallados hoy conservados se halla el de Ávila, construido a finales del siglo XI y que tiene un perímetro de dos kilómetros y medio con 88 torreones.
Los imponentes torreones almenados marcan la imagen de la muralla
románica de Ávila, posiblemente la mejor conservada de Europa.
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El doble recinto amurallado de Carcassonne, en el sur de Francia, es uno
de los mejores exponentes de ciudad medieval.
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LA NEGOCIACIÓN Y LA CONQUISTA POR SORPRESA
Tomar una plaza fuerte, ya fuera una ciudad amurallada o un castillo, resultaba una labor muy difícil. Por lo general, en un primer momento se buscaba una rendición negociada, que resultaba bastante frecuente, especialmente cuando los defensores estaban en franca minoría o no tenían la esperanza de recibir ayuda. Después de ser atacada la fortaleza o iniciado un largo asedio, la negociación se intentaba de nuevo repetidamente, no olvidemos que el asedio era algo a evitar, porque resultaba muy caro y requería de enormes recursos militares y mucho tiempo.
Si la negociación no funcionaba se iniciaban las operaciones militares, que en las partidas del rey castellano Alfonso X el Sabio se dividían en conquista "a furto", "a fuerza" y "por cerco".
Geraldo Sempavor |
El cronista Ibn
Sahib al Salah describe vivamente su estrategia: "...caminaba en noches lluviosas y muy oscuras, de fuerte viento y nieve, hacia
las ciudades y había preparado sus instrumentos de escalas de madera muy
largas, que sobrepasen el muro de la ciudad, aplicaba aquellas escaleras al
costado de la torre y subía por ellas el primero, hasta la torre y cogía al
centinela y le decía: Grita como es tu costumbre, para que no le sintiese la
gente. Cuando se había completado la
subida de su grupo a lo más alto del
muro de la ciudad, gritaban en su lengua con un alarido execrable, y entraban
en la ciudad y combatían al que
encontraban y le robaban y cogían a todos los que había en ella cautivos y
prisioneros".
En ocasiones ese golpe de mano era posible por el uso de métodos deshonestos como el recurso a espías o a la traición, al recurrir a algún caballero que se unía desde dentro a los asaltantes por despecho o soborno.
A veces se recurría a auténticas estratagemas como en la toma del famoso krak de los caballeros, posiblemente el castillo más inexpugnable hoy conservado, una enorme fortaleza construida en Oriente próximo por los cruzados y ocupada por la Orden Hospitalaria de los Caballeros de San Juan. Resultó una fortaleza inconquistable, con su doble muralla, que resistió muchos asedios musulmanes y que ni siquiera el gran caudillo árabe Saladino pudo conquistar. En 1271, cuando ya el poder de los cruzados estaba en decadencia, el sultán Beibars rodeó el castillo y logró sobrepasar la primera línea de murallas, las exteriores. Pero las torres y el talud interior se le resistían, aunque en su interior no había más de doscientos caballeros. La ayuda no llegaba pero los caballeros podían haber resistido varios meses. Beibars utilizó entonces una estratagema: hizo llegar a los caballeros del castillo una carta firmada supuestamente por el maestre de la Orden del Hospital, donde se ordenaba la rendición de la guarnición ante la imposibilidad de ayudar a sus defensores. Los caballeros se rindieron, recibiendo un salvoconducto para llegar a la costa, dejando atrás la fortaleza que habían ocupado durante más de cien años.
La inconfundible imagen del Krak de los Caballeros, la más formidable
fortaleza de los cruzados en Tierra Santa.
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LA CONQUISTA POR LA FUERZA: EL ASALTO
Si el ataque por sorpresa no era posible en ese momento y las negociaciones no triunfaban se valoraba la posibilidad de un asalto a la fortaleza, es la conquista "a fuerza". Si era repelido o se consideraba demasiado costoso o arriesgado, comenzaba entonces el asedio y se impedía la salida del castillo. La conquista "a fuerza" implicaba siempre una superioridad total de las fuerzas atacantes, que sabían que en el asalto iban a tener un número elevado de muertos y heridos, ya que los defensores contarían con enormes ventajas. Las murallas y castillos suelen estar en posiciones más elevadas, con torres defensivas y las puertas y accesos estaban fuertemente defendidos. Lo normal es que los asaltos y la conquista a fuerza fracasaran, porque además los defensores estaban ya preparados de antemano: los fosos se habían limpiado y las murallas habían sido reforzadas, habiéndose talado los bosques cercanos para impedir la protección del enemigo.
A pesar de todo, incluso la conquista a fuerza terminaba con frecuencia en una negociación como la que ocurrió en el sitio de Jerusalén, mostrado en la película "El reino de los cielos" de Readly Scott. En septiembre de 1187 la Ciudad Santa se rendía tras días de continuos asaltos a sus murallas por parte del gran Saladino. Baliam, defensor de Jerusalén, tras rechazar con enormes dificultades al ejército musulmán y al límite de sus fuerzas, optó por negociar la rendición, arduas negociaciones permitieron salvar la ciudad del exterminio y conseguir un rescate aceptable para parte de la población, que pudo ser evacuada.
En el asalto de la fortaleza o la ciudad fortificada el objetivo fundamental era superar el gran obstáculo que suponían las murallas. En este sentido se desarrollaron técnicas y estrategias estructuradas entorno a las máquinas y armas de asedio.
Las murallas podían ser superadas por la parte superior, para ello se podían utilizar escalas y escaleras gigantes por las que trepaban los soldados, tremendamente expuestos a los defensores, que les lanzaban aceite hirviendo, piedras, flechas y lanzas y que les esperaban en las almenas en posición de absoluta superioridad. Estaban hechas de madera con ganchos metálicos en la parte superior para anclarse a las almenas y se lanzaban muchas a la vez para poder tener algún éxito y tratar de desbordar al defensor. Otra forma era el recurso a torres de asedio, las mayores máquinas militares empleadas en la Edad Media. Su construcción, preparación y desplazamiento era lenta y laboriosa por lo que tenían el inconveniente de que el enemigo las esperaba bien pertrechado, lo que provocaba enormes pérdidas en los soldados que en ella estaban. Se trataba de una torre móvil de gran tamaño y peso. Construida en madera, su altura debía ser superior o igual a la muralla atacada para poder acceder a ella. Se desplazaba sobre ruedas, con la fuerza de sus ocupantes o a través de grandes poleas, debiendo ser allanado el terreno previamente. Una vez cerca de la muralla se lanzaba una plancha por la que los soldados atacantes se lanzaban sobre los defensores buscando la lucha cuerpo a cuerpo. Los defensores lanzaban sobre ella proyectiles e intentaban incendiarla, por lo que se encontraba protegida por pieles húmedas para evitarlo.
En esta imagen medieval del cerco de Constantinopla se observa el uso de escalas en el asalto a la muralla. |
Torre de asalto empleado en el primer sitio de Jerusalén. |
Las murallas también podían ser superadas por la parte inferior a través de las técnicas de minado. Se excavaban los cimientos de la muralla provocando su derrumbe o se trazaban túneles que permitían acceder al interior de la fortaleza. Era un trabajo duro y laborioso que requería mucho esfuerzo y tiempo.
Un pasadizo cubierto protegía el acceso de los zapadores a la base de la muralla para su minado. |
En otras ocasiones, se trataba de derribar o abrir una brecha en la muralla. preferiblemente en algún punto débil o un acceso o puerta. Para ello se utilizaban máquinas de golpeo o arietes y piezas de artillería que lanzaban proyectiles, generalmente grandes piedras.
Los arietes más simples y primitivos eran grandes troncos de madera impulsados manualmente por soldados que los estrellaban contra el objetivo, puerta o muro. Pero a lo largo de la Edad Media se les añadió un extremo puntiagudo de hierro, y se le cubrió de un entrmado de madera a modo de tejado colocado sobre ruedas, lo que le protegía de las armas del enemigo que arreciaban desde arriba en el momento de entrar en acción. El tronco colgaba del techo con cadenas o cuerdas, permitiendo el balanceo que ayudaba a impactar sobre la muralla como si fuera un péndulo.
Ariete con cubierta de protección. |
En cuanto a las armas que lanzaban proyectiles, la más pequeña era la balista, una especie de ballesta gigante sobre un trípode que lanzaba grandes jabalinas sobre los defensores. El mangonel era una especie de catapulta con un brazo con forma de cuchara donde se depositaba el proyectil. Pero el mayor de todos y también el más potente fue el trebuchet o trabuquete, capaz de lanzar proyectiles de piedra a más de doscientos metros con una fuerza desconocida. Se utilizaba sobre todo contra los muros macizos y era capaz de dañarlos seriamente. Era la más temida y equilibró la lucha entre atacantes y defensores, reduciendo mucho la ventaja de los segundos. Resulta inconfundible por su largo brazo en cuyo extremo estaba la eslinga donde se ponía el proyectil, que se tensaba hacia atrás con un contrapeso de gran tamaño. Cuando se soltaba el brazo el proyectil era lanzado con enorme violencia hacia delante.
Balista medieval. |
Trabuquete medieval. |
En este grabado de Gustav Doré se representa el asedio de una fortaleza medieval. En primer término tenemos un Mangonel, al fondo se puede ver un trabuquete. |
En esta imagen de la Biblia de Alba se recoge el asalto y asedio a un castillo con el uso de máquinas de lanzamiento de proyectiles. |
Una de las mejores películas para el estudio didáctico del Medievo es "El señor de la guerra". En este video aparecen algunas de las escenas con más interés al respecto. A partir del minuto 15 se reproducen los momentos del asalto a la fortaleza del señor. En ellas se ven algunas de las tácticas y máquinas a las que hemos hecho mención:
Al final de la Edad Media la introducción de los cañones de asalto, con pólvora, cambio las formas de hacer la guerra y el ataque a plazas fuertes, y definitivamente fue marcando el desequilibrio entre defensores y atacantes. Las murallas se reforzaron, pero los atacantes vieron aumentar enormemente sus posibilidades de vencer. Aparecieron por primera vez en siglo XIV y el rey inglés Eduardo III los utilizó en el asedio de Calais. Pero fue a partir del siglo XV cuando ganaron en eficiencia y potencia. Estaban construidos de hierro fundido y se situaban sobre distintos soportes. La caída de Constantinopla en 1453, tras ser sometida a un duro asedio por los turcos, no hubiera sido posible sin el uso de cañones de gran tamaño y potencia, como la gran bombarda turca, que desequilibró las fuerzas a favor de los atacantes. Las formidables murallas de Constantinopla, uno de los mayores alardes de la ingeniería militar de todos los tiempos, no estaban preparadas para hacer frente a la potencia de fuego de semejantes armas.
La última parte de la guerra de los Cien Años muestra el uso de los cañones como un arma importante. Sitio de Orleans en 1429. |
EL ASEDIO O CERCO DE LA PLAZA FUERTE
Si otras opciones fracasaban, se iniciaba entonces la conquista "por cerco", el asedio. De hecho, en la Edad Media los asedios determinaban mucho más la victoria final que las batallas a campo abierto y la mayoría de las plazas fuertes se tomaban por este procedimiento, que pretendía rendir la plaza por hambre, sed y enfermedad. El asedio solía ser largo -su duración podía ser de varios meses o incluso de más de un año- y lleno de inconvenientes, por lo que era evidente que el ejército atacante tenía que ser muy superior porque la plaza tenía que ser totalmente rodeada para que el cerco fuera efectivo. Se necesitaba, por tanto, un importante ejército, de lo contrario los sitiados podían recibir ayuda y suministros y el cerco fracasaba. Un ejemplo paradigmático fue uno de los más famosos cercos, el del castillo de Montsegur, situado en el sur de Francia, que durante el siglo XIII se convirtió en el último reducto de los defensores de la herejía de los cátaros. Tras ser derrotados, los líderes cátaros se refugian en la fortaleza, un auténtico "nido de águilas" inconquistable, situado en la cúspide del Pog, una montaña de 1.207 metros rodeada de paredes rocosas. El conde Ramón VII de Tolosa es enviado por el rey de Francia para acabar con su resistencia, pero tras meses de asedio tiene que retirarse. La población del Languedoc aprecia a los cátaros y los ayuda, los campesinos los abastecen a través de túneles excavados en la roca y veredas entre los bosques, por eso el asedio inicial fracasa. Sin embargo, en mayo de 1243 se inicia un segundo y definitivo cerco al mando del senescal de Carcassonne, Hugues des Arcis. Resultó especialmente duro y largo y los habitantes de la región siguieron llevando alimentos a los asediados, pero esta vez el cerco fue mucho más férreo y apenas se filtraba comida. Por fin, tras diez meses de asedio y con los montañeses sometidos a una fuerte presión, los cátaros fueron traicionados y la fortaleza se rendía. Los últimos defensores, doscientos cátaros, tenían dos opciones: abjurar de su fe o morir en la hoguera. Todos fueron finalmente quemados muy cerca del castillo.
El castillo de Montsegur en la actualidad. Su emplazamiento en la cima de una escarpada montaña lo hacía inexpugnable. |
Si la ciudad era marítima la flota atacante tenía que controlar el acceso por mar a la plaza fuerte, sino el cerco no sería total y efectivo. Así ocurrió en el conocido sitio de Calais (1346-47) durante los inicios de la Guerra de los Cien Años entre franceses e ingleses. Las tropas del rey Eduardo III de Inglaterra, tras vencer en la batalla de Crécy, decidieron tomar una ciudad costera desde la que poder organizar el ataque a Francia. Calais era perfecta, pues se hallaba en la costa del Canal de la Mancha, frente a Inglaterra y estaba perfectamente fortificada, con doble muralla y foso, lo que la hacía difícil de conquistar. Después de continuos asaltos, decidieron rendirla por hambre en un largo asedio de casi un año -11 meses-, pero para ello tuvieron que bloquear la entrada de los barcos que hasta entonces habían provisto de vituallas a los defensores. Para junio el suministro de agua y comida era imposible ya que la armada inglesa se hizo con el control de las aguas del Canal de la Mancha, y el 1 de agosto se rendía la ciudad.
Los sitiados podían hacer contrataques sorpresa por lo que hasta que no estaba todo preparado el ejército no descabalgaba. Una vez rodeada la ciudad, se construían trincheras o cavas, se establecían campamentos para la tropa y se instalaban las armas de asedio con las que acosar la fortaleza.
Los sitios solían empezar en primavera o verano, época además en la que se emprendían las campañas militares, se evitaba así el frío intenso, la nieve o la lluvia excesiva, que podían hacer estragos entre los atacantes. A veces los campamentos se inundaban y sufrían penalidades de todo tipo, y la enfermedad se cernía más sobre los sitiadores que sobre los sitiados.
El asedio o sitio era una empresa de larga duración, de ahí que se necesitaran instalaciones estables y considerables. Se construían cuadras y lugares de habitación para la tropa, así como almacenes de vituallas y munición. Se establecían enormes campamentos con tiendas de campaña y casas de madera. Se elegían zonas elevadas y dominantes, con acceso al agua y a pastos para los animales, así como madera para el fuego. Los campamentos se rodeaban de una cerca o valla y las tiendas, hechas de lonas y con forma circular, eran sujetas con vientos y dotadas con protectores superiores de cuero o metal para evitar la lluvia. Solían estar muy pegadas formando muros ellas mismas. Solía haber un orden jerárquico, con una plaza central en cuyo centro estaba la tienda del jefe, por el ejemplo el rey, rodeado por la de los oficiales y después la de la tropa, los señores y caudillos se encontrarían más allá. Semejante infraestructura que trasladar impedía la rapidez de movimiento de los ejércitos, generalmente muy lentos.
Con el fin de limar la resistencia y minar la moral de los defensores, las máquinas de asedio hostigaban periódicamente la fortaleza, lanzando incluso cadáveres de animales o de seres humanos dentro de las murallas, con la intención última de extender enfermedades entre los resistentes.
Los sitiadores se tenían que enfrentar por otro lado a la posibilidad de una operación de rescate, y de hecho, mientras esa posibilidad existiera la plaza no solía rendirse. Los mismos sitiados además realizaban incursiones, aprovechando descuidos, factores metereológicos -inundaciones, tormentas, etc.- o epidemias. Esto ocurrió en la Reconquista española durante el sitio de Algeciras, en el siglo XIV: Alfonso XI tuvo que enfrentarse a las razias de los árabes defensores y derrotar al rey musulmán de Granada que mando a su ejército a auxiliar a los cercados. Solo entonces, y después de casi dos años de asedio, la ciudad se rindió, exhausta y casi sin defensores vivos.
Otro gran problema era la intendencia, durante meses había que proporcionar alimento -la base de la alimentación era el pan, las legumbres, la sal, el queso, la carne fresca o salada y el salazón de pescado- y agua a los soldados y las caballerías, lo que implicaba una gran organización y una enorme movilización de recursos, a veces difícil de trasladar y encontrar. Si eso fallaba el cerco estaba perdido. A veces el agua escaseaba o estaba en mal estado -provocando diarreas y disentería-, algo típico en verano, especialmente en las tierras del sur de Europa como España. Por otro lado, según pasaban las semanas, los pastos para los caballos eran cada vez más escasos y había que alejarse cada vez más del campamento en su búsqueda. El desarrollo agricola no era el actual y la densidad de la población era muy baja, por lo que no era fácil acopiar una cantidad tal de alimentos, mucho menos durante la Reconquista española, pues en la Península Ibérica los despoblados y zonas agrestes eran mucho mayores que en otras zonas de Europa.
Todo esto implicaba una gran organización que incluía la recaudación previa de impuestos, que permitiera enfrentar los gastos del asedio. De hecho en el mencionado sitio de Algeciras, Alfonso XI financió el ejército y la flota necesaria con la implantación del impuesto de la alcabala en todo el reino.
El asalto y asedio de la ciudad de Calais fue uno de los hechos más importantes del inicio de la Guerra de los Cien Años. |
Los sitiados podían hacer contrataques sorpresa por lo que hasta que no estaba todo preparado el ejército no descabalgaba. Una vez rodeada la ciudad, se construían trincheras o cavas, se establecían campamentos para la tropa y se instalaban las armas de asedio con las que acosar la fortaleza.
Los sitios solían empezar en primavera o verano, época además en la que se emprendían las campañas militares, se evitaba así el frío intenso, la nieve o la lluvia excesiva, que podían hacer estragos entre los atacantes. A veces los campamentos se inundaban y sufrían penalidades de todo tipo, y la enfermedad se cernía más sobre los sitiadores que sobre los sitiados.
Montaje del campamento durante el asedio (British Library) |
Con el fin de limar la resistencia y minar la moral de los defensores, las máquinas de asedio hostigaban periódicamente la fortaleza, lanzando incluso cadáveres de animales o de seres humanos dentro de las murallas, con la intención última de extender enfermedades entre los resistentes.
Los sitiadores se tenían que enfrentar por otro lado a la posibilidad de una operación de rescate, y de hecho, mientras esa posibilidad existiera la plaza no solía rendirse. Los mismos sitiados además realizaban incursiones, aprovechando descuidos, factores metereológicos -inundaciones, tormentas, etc.- o epidemias. Esto ocurrió en la Reconquista española durante el sitio de Algeciras, en el siglo XIV: Alfonso XI tuvo que enfrentarse a las razias de los árabes defensores y derrotar al rey musulmán de Granada que mando a su ejército a auxiliar a los cercados. Solo entonces, y después de casi dos años de asedio, la ciudad se rindió, exhausta y casi sin defensores vivos.
Otro gran problema era la intendencia, durante meses había que proporcionar alimento -la base de la alimentación era el pan, las legumbres, la sal, el queso, la carne fresca o salada y el salazón de pescado- y agua a los soldados y las caballerías, lo que implicaba una gran organización y una enorme movilización de recursos, a veces difícil de trasladar y encontrar. Si eso fallaba el cerco estaba perdido. A veces el agua escaseaba o estaba en mal estado -provocando diarreas y disentería-, algo típico en verano, especialmente en las tierras del sur de Europa como España. Por otro lado, según pasaban las semanas, los pastos para los caballos eran cada vez más escasos y había que alejarse cada vez más del campamento en su búsqueda. El desarrollo agricola no era el actual y la densidad de la población era muy baja, por lo que no era fácil acopiar una cantidad tal de alimentos, mucho menos durante la Reconquista española, pues en la Península Ibérica los despoblados y zonas agrestes eran mucho mayores que en otras zonas de Europa.
Todo esto implicaba una gran organización que incluía la recaudación previa de impuestos, que permitiera enfrentar los gastos del asedio. De hecho en el mencionado sitio de Algeciras, Alfonso XI financió el ejército y la flota necesaria con la implantación del impuesto de la alcabala en todo el reino.
Gran información. Yo sabía mucho sobre esto pero no tanto tu información me a servido de ayuda. ¡Gracias!
ResponderEliminarMUY COMPLETO PERO CREO QUE LE HA FALTADO: EL CONSTRUIR TODA UNA CIUDAD PARA ASEDIAR OTRA (SANTA FÉ - GRANADA)
ResponderEliminarLo tendré en cuenta para una posible ampliación. Campamentos iniciales podían adquirir, aunque no fue lo usual, un carácter estable y urbano con el tiempo. Gracias por tu apreciación.
EliminarVoy a proponer este blod para un premio en la blogosfera. Me ha parecido magnífico. Soy una escritora cubana que pretende ser medievalista hasta donde eso es posible en la isla. Lo felicito por su seriedad y conocimientos.
ResponderEliminarGracias por tus alagos, sobre todo por venir de tan lejos, o quizás de tan cerca. Es muy gratificante cuando a uno se le valora así su trabajo. Gracias de verdad y un abrazo.
EliminarVaya, se me ha ido blog con una d final. Excusas. Soy Hija del Aire http://ginapicart.wordpress.com
ResponderEliminarApasionante mundo, cuanto más leo más me gusta. Mucho más que cualquier otra época
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