BLOG DE JOSÉ ANTONIO DONCEL DOMÍNGUEZ (I.E.S. LUIS CHAMIZO, DON BENITO, BADAJOZ)

domingo, 7 de junio de 2020

La Guerra Civil Rusa en la literatura: cuentos de Míjail Sholojov e Isaak Babel

Fuente: fotografía propia (jadonceld.blogspot.com)






Hace muchos años, quizás, ya demasiados, entorno a los años 80, mi curiosidad me llevó a fronteras extrañas, mi pasión por la historia y especialmente por los acontecimientos revolucionarios de Rusia me condujo hasta la literatura revolucionaria de la época. En puestecillos de libros del cacereño Paseo de Cánovas, en navidad o en la Feria del libro de abril, adquirí, siendo tan solo un chaval, dos pequeñas obras que causaron en mí una honda impresión, dejándome una huella que todavía hoy perdura. Una era Los cuentos del Don de Míjail Sholojov, la otra, Caballería roja de Isaak E. Babel. Ambos libros se articulaban en pequeñas narraciones, relatos cortos o cuentos, los dos conducían al lector hasta la esencia de cualquier guerra, en especial de cualquier guerra civil, una esencia que no es otra que la brutalidad, la crueldad más descarnada; los dos te sumergían en la naturaleza, describiendo imponentes paisajes y cielos al estilo más clásico de la gran literatura rusa de Tolstoi o Turguéniev. Literatura con mayúscula, cargada de personajes verdaderos e intensos, inmersos en el drama y la violencia desmedida de la Guerra Civil Rusa. Ambos autores eran bolcheviques, ninguno lo escondía. Su ideología se reflejaba con fuerza en estos cuentos, pero ambos, cada uno a su manera, supieron trascender el camino fácil y simplón de la apología política o la propaganda revolucionaria, para tratar de mostrar el horror de la guerra, el dolor de las familias rotas, el drama y la destrucción inherente a un conflicto civil.

La estepa se extiende desde Ucrania y el sur de Rusia hasta Siberia meridional. Estepas en torno al río del Don. Fuente: vishytheknight.wordpress.com


Míjail Sholojov. Fuente: coleccionmuseoruso.es 
En Los cuentos del Don, Sholojov nos trasladan a la región del río Don, a las estepas del sur de Rusia, que se extienden entre Ucrania y el Volga. En aquellas planicies sin fin se diseminaban las stanitsas cosacas, cuyo paisaje estepario, descrito magistralmente por Sholojov, se convertía en el marco vital donde se desenvolvía la dura vida de los cosacos, un pueblo singular, de hombres tenaces, sufridos y orgullosos. El autor nos muestra con una mezcla emocionada de dulzura y tragedia el devenir de sus habitantes durante la cruenta Guerra Civil Rusa. En dicha contienda, los cosacos fueron protagonistas indiscutibles, conformando la base nuclear de los ejércitos blancos: ese fue el caso de los cosacos de Oremburgo, en los Urales, los cosacos del Terek o el kuban en las cercanías del Cáucaso, pero sobre todo de los cosacos del Don.

Fuente: elaboración propia


Cosacos del ejército blanco de Denikin. Fuente: Pinterest
Los cosacos formaban un típico pueblo de frontera, formado por campesinos libres, aguerridos y barbudos, que se enfrentaron con fuerza al nuevo poder emergente de la Revolución, engrosando los ejércitos blancos de Wrangel o Denikin, como antes formaron el grueso de las unidades de caballería del ejército del Zar. Fusionados con la estepa, con la que conformaban una unidad, eran excelentes jinetes y se convirtieron en la esencia de la caballería roja y blanca durante la Guerra Civil Rusa. Y es que, al contrario de lo que con frecuencia se supone, los cosacos no eran todos blancos, muchos se unieron a las filas de los eseritas y de los bolcheviques. En las stanitsas los más se oponían a las requisas de grano que realizaban los bolcheviques  y defendían con celo su individualismo y tradiciones frente al centralismo socializante de los comunistas, sin embargo, algunos se vieron seducidos por las nuevas ideas revolucionarias y se unieron al Ejército Rojo. Sholojov mostrará con maestría el drama de esta sociedad atormentada, desgarrada por la guerra y la revolución, con familias rotas y enfrentadas, siempre en el marco imponente de la naturaleza esteparia. En El Lunar, un padre, jefe de una banda de cosacos blancos, mata en combate al jefe de un escuadrón rojo, entonces descubre en él a su hijo y desgarrado por el dolor, se suicida. En Sangre extraña un padre cosaco, cuyo hijo a muerto como soldado del ejército blanco de Wrangel, cuyo odio al poder soviético no tiene parangón, termina adoptando al joven jefe rojo que le viene a requisar el trigo y que cae gravemente herido en un ataque blanco: él lo recoge, lo cura y cuida, y lo adopta como si fuera su hijo. En La carcoma una familia tradicional cosaca no acepta el bolchevismo de su hijo menor, que termina trágicamente asesinado por su padre y su hermano. Podríamos seguir nombrando, una tras otra, maravillosas historias, por lo general trágicas, como La estepa de añilEl padre de familia, El comisario de abastos, etc.

Stanitsa cosaca de la región del Don. Fuente: russian7.ru
Familia cosaca a finales del siglo XIX. Fuente: ru.wikipedia.org
Sholojov era cosaco y bolchevique, por ello, aunque la tragedia envuelve la mayoría de los relatos, su compromiso ideológico permanece fuerte y se proyecta en la esperanza de una sociedad mejor que se constata en la imposición del nuevo poder soviético, aún a pesar del rechazo que muchos de los habitantes de la estepa sienten por dicho poder. Los cuentos del Don es la primera obra narrativa del autor, publicada en una época temprana, 1925, en la que el estalinismo todavía no había extendido sus terribles tentáculos estranguladores sobre la política y la cultura de la Revolución Rusa. Por ello, Sholojov es capaz en sus cuentos de compatibilizar cierto romanticismo revolucionario con la disponibilidad de ponerse en la mente del cosaco tradicional, que no está dispuesto a aceptar con sumisión la transformación de su mundo por el incipiente poder soviético.
La evolución posterior del autor, sin embargo, le conduciría por otros derroteros, los de la literatura más servil a un régimen que se deslizó en los años posteriores hacia la tiranía más brutal, el totalitarismo delirante de Stalin. En las décadas de 1930 y 1940, el autor de Los Cuentos del Don y de El Don apacible, que recibiría el premio nobel en 1965, se convirtió en uno de los escritores oficiales del régimen estalinista, exaltando en sus obras la "Gran Guerra Patria" frente al nazismo o la colectivización de los campos soviéticos de la época. Llegaron así obras como Lucharon por la Patria, que también adquirí en mi juventud. Nunca la llegué a leer, con toda probabilidad, nunca la leeré.

La relación de cosaco con sus caballos es algo especial. Fuente: russia7puntoru

El gran escritor Isaak Babel. britannica.com
La literatura de Babel es diferente. Isaak E. Babel no era un cosaco como Shojolov, era uno de los muchos judíos que habitaban las tierras occidentales del inmenso imperio ruso, que sobrevivían en los guetos y aldeas judías repartidas por Ucrania, Polonia o Bielorrusia. Como muchos judíos sufrió la severa discriminación y los violentos progroms de la época zarista, y como muchos de ellos se unió con esperanza a las filas revolucionarias de los bolcheviques. Los relatos que conforman La caballería roja son mucho más cortos que los de Sholojov, sus historias se conciben como pequeñas brochadas, aunque todas juntas son capaces de conformar una increíble radiografía de la guerra polaco-soviética (concebida como el último capítulo de la Guerra Civil Rusa, no en vano Polonia era parte del antiguo imperio del Zar). Así pues, cada narración puede leerse como tal o como un capítulo de una novela única y compacta. El autor no olvida la luz, los cielos, el paisaje, pero este no aporta dulzura ni un marco que mitigue la barbarie, simplemente la acompaña. Su obra es minimalista, marcada por una concreción máxima, y sin apenas atisbos de romanticismo revolucionario, sin la ingenuidad que subyace en algunos relatos y personajes de Sholojov. Y sin la ingenuidad y el romanticismo tampoco queda mucho espacio para la esperanza. La guerra con mayúsculas, con su horror y barbarie, se convierte en el protagonista total de las narraciones.
Aunque es evidente el compromiso del autor y de muchos de sus protagonistas con la causa bolchevique, los relatos carecen de la suficiente empatía con los objetivos supremos de la revolución  y los héroes se diluyen en una descripción descarnada de la dureza de la guerra. En el primer cuento ya se manifiesta la extrema crudeza que se nos viene encima, en El paso del Zbruch un soldado es alojado en una casa, donde pronto descubrirá que durmió junto a un cadáver, el del dueño asesinado por los polacos. La desesperanza se apodera del relato En el sol de Italia, en el que su compañero de habitación, Sídorov, escribe una carta bajo el estigma del mayor de lo desalientos: "Me felicitaron y prometieron nombrarme adjunto si me corregía. No me corregí ¿Y que vino luego? Pues luego vino el frente, la caballería, la soldadesca oliendo a sangre fresca y a despojos humanos". En Guedali, un anciano judío desmenuza con angustia y desánimo la revolución y su enemiga, la contrarrevolución. Lo más lúgubre, lo más cruel y lacerante, el conjunto de atrocidades e inmoralidades que rodean cualquier guerra se van sucediendo ante el lector, que queda atrapado por la dureza de la secuencia: en La muerte de Dolgushov un soldado herido, con sus intestinos fuera, exige a sus compañeros que acaben con su sufrimiento; en Argamak se muestra la áspera brutalidad de los cosacos y sus vínculos extremos con el caballo, aspectos visibles igualmente en Afonka Bida, donde además el lector asiste impávido a la salvaje destrucción del patrimonio eclesiástico; en Trunov, el jefe de escuadrón se refleja sin miramientos el ensañamiento y la brutalidad con los prisioneros, que llegan a ser asesinados a sangre fría; en La sal el protagonismo es para el contrabando y las violaciones de mujeres; en Los Ivanes nos sobrecogemos ante la figura del protagonista, que en medio de la oscuridad, llega a orinar sin saberlo sobre el cadáver de un enemigo; La canción nos muestra el drama de aquellas mujeres que son obligadas a mantener en sus casas a los soldados, a los que, si quieren sobrevivir, deben darles comida y...sexo.

Carteles soviéticos que exaltan a la caballería del Ejército Rojo. Fuente: civilianmilitaryintelligencegrou.com
Si Sholojov conocía al dedillo la vida de los cosacos y sus estepas, Babel desmuestra conocer como pocos las tribulaciones de la Guerra Civil Rusa y a la caballería del Ejército Rojo. Aunque no estuvo en primera línea, participó en la campaña de Polonia como parte de la caballería roja que dirigía Semión Budionni, al que nunca le gustaron sus cuentos. Después de leerlos, resulta obvio. La guerra polaco-soviética fue uno de los capítulos finales de la cruenta Guerra Civil Rusa: en 1920 los nacionalistas polacos de Pilsudski, nombrado en el libro, avanzan hacia el este y el Ejército Rojo, a esas alturas claro ganador de la guerra contra los ejércitos blancos, lanza un fulgurante contraataque que le lleva a las puertas de Varsovia, que finalmente no caerá. Ese es el contexto en el que se incardina la obra de Babel. Los combates más intensos se desarrollaron en las tierras de lo que hoy sería el oeste de Ucrania y Bielorrusia y el este de la actual Polonia, precisamente la zona con mayor población judía de toda Europa, cuya vida y sufrimientos conocía muy bien Babel -él había nacido en el gueto judío de la ciudad ucraniana de Odessa-. Y es así, como los judíos se convierten en protagonistas indiscutibles de algunos de los relatos -el caso del anciano Ghedali- o se nos descubre la vida en alguno de los cientos de pueblos judíos, como Berestechko, que se extendían por aquellas tierras de frontera.

Miembros del Primer Ejército de Caballería del Ejército Rojo, la célebre Caballería Roja, dirigida por Semión Budionni, con cuyo papel fue muy relevante en el transcurso de la Guerra Civil Rusa. Fuente: wikipedia.org
Cosacos de la Caballería Roja. Fuente: gettyimages.es
Pero los jinetes de la caballería roja del general Budionni, como el mismo Budionni, solo podían ser cosacos.  Es por eso que éstos se convierten en grandes protagonistas de la obra: Babel, en algunas de sus narraciones, nos sumerge en el tumultuoso universo de los cosacos del Kuban. Los ambientes, entonces, nos recuerdan a la literatura de Sholojov y la venganza se convierte en el gran eje vertebrador. Así ocurre en La carta, la brutal historia que narra la venganza de un hijo frente a su padre, o en la Biografía de Matvei Rodionich Pavlichenko, general rojo que fue pastor antes que soldado y tras la revolución se vengó de su amo en una perfecta radiografía de la atroz lucha de clases del campo ruso en la revolución: "Con un tiro no se llega al alma (...) yo, si llega el caso, estaré pisoteando una hora o quizás más, porque deseo conocer la vida tal como es aquí en nuestro país... sencillamente brutal". Es también el caso de Prischeba, relato muy corto pero terrible, donde un cosaco vuelve tras la guerra a su pueblo en el Kuban para vengar la muerte de sus padres por los blancos y el saqueo de sus bienes por los vecinos.
Babel, al contrario que Sholojov, cayó en desgracia durante la época de Stalin. El autor de Caballería roja era tan heterodoxo como su obra y siempre resultó molesto para un régimen que había derivado hacia el totalitarismo más descarnado. Muerto su protector, el escritor Máximo Gorki, Stalin acabó con su vida e intentó acabar con su obra, lo primero le resultó fácil, en lo último fracasó estrepitosamente.

"La carga de la Caballería Roja" del pintor revolucionario kazimir Malevich


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