BLOG DE JOSÉ ANTONIO DONCEL DOMÍNGUEZ (I.E.S. LUIS CHAMIZO, DON BENITO, BADAJOZ)

sábado, 19 de marzo de 2022

Historia de Ucrania y Rusia. Parte I. Desde los orígenes hasta el siglo XVIII

Monumento a Bogdán Jmelnytsky, héroe del nacionalismo ucraniano, en Kiev. Fuente: istockphoto


La historia de Ucrania es tan compleja como su realidad actual, y se quiera o no, ha estado  indiscutiblemente ligada a la de Rusia. Conocida históricamente por los rusos como la "Pequeña Rusia", navegó durante siglos entre gigantes: al este la Rusia Imperial, de la que fue parte esencial y fundacional, al oeste Polonia y Austro-hungría, que controlaron durante mucho tiempo sus regiones occidentales. Y entre ambas influencias y dominios, sin embargo, Ucrania nunca dejó de tener su identidad propia, una identidad que por otro lado resulta muy compleja, pues son grandes las diferencias entre sus territorios, lo que deriva de una evolución histórica muy diferente: el este, rusófono y mucho más vinculado cultural e históricamente Rusia, el oeste más nacionalista y ligado históricamente a Austro-hungría o Polonia. Un país convertido históricamente en una conflictiva frontera entre occidente y oriente, una frontera cuyos límites se están dirimiendo de forma sangrienta en la guerra ruso-ucraniana de 2022.

Rusia y Ucrania en la Edad Media: orígenes compartidos

Rusos, ucranianos y bielorrusos son pueblos con un mismo orígen. En las tierras boscosas y pantanosas que se ubican entre las fronteras actuales de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, se localizaban ya las primeras tribus eslavas orientales en torno al 600 d.c., que con el tiempo extendieron sus zonas de influencia en todas direcciones: en el norte avanzaron hacia el Mar Báltico y entraron en contacto con los pueblos vikingos, en el este se extendieron hacia las grandes llanuras de la actual Rusia y conectaron con los pueblos de origen fino-ugro (de los que proceden por ejemplo los finlandeses, los estonios o los húngaros), en el sur ocuparon los territorios de la actual Ucrania, entrando en contacto con la cultura griega representada por Bizancio, mientras hacia el sureste, en las estepas del río Don y el Volga, conectaban con los jázaros, pueblo túrquico asentado en las estepas bajas del Volga.

Territorios poblados por las tribus eslavas orientales en el siglo VIII d.c. Fuente:es-academic.com

Invitación de los varegos. Riúrik y sus hermanos Truvor y Sineo llegan a Ládoga (1909), obra de Víktor Vasnetsov. Fuente: es.rbth.com


La irrupción de los vikingos o varegos resultaría determinante en la historia de los eslavos orientales. Con fama de grandes guerreros y saqueadores empedernidos, también eran activos comerciantes que recorrieron las costas bálticas, entrando en contacto con los eslavos. Remontaron los ríos hacia el este y el sur y llegaron al Mar Negro y al Mar Caspio. El jefe varego Riúrik fundó algunos asentamientos en la región fría y boscosa de Novgorod, cercana al Mar Báltico. Riúrik terminó convirtiéndose en príncipe de Novgorod a mediados del siglo IX. Más tarde, el avance de los vikingos hacia el sur les llevó a dominar los territorios de la actual Ucrania central, donde nacería el primer estado eslavo oriental, la Rus de kiev, a finales del siglo IX. Un estado que se convirtió pronto en el eje central del intenso comercio de esclavos, pieles y otros productos que se deaarrollaba entre el norte de Europa y Bizancio. Considerado por el nacionalismo ucraniano como el origen de Ucrania, es visto también por el pueblo ruso como la cuna de su nación, y desde luego, con mayor base aún. Y es que, aunque la Rus de Kiev tuviera por centro la actual capital de Ucrania, kiev; su territorio se extendía enormemente hacia el norte, abarcando desde Bielorrusia hasta el Báltico ruso y la región de Novgorod, ocupando igualmente buena parte de los territorios centrales de la actual Rusia europea, incluida la región donde tiempo después, en el siglo XII, se fundaría la ciudad de Moscú.

Territorio ocupado por la Rus de Kiev y principados en los que se dividió en el s. XII. F.: Wikipedia

 La Rus de Kiev se fue cristianizando en la segunda mitad del siglo X, bajo la influencia del mundo bizantino, desarrollándose en su seno la variante eslava del cristianismo ortodoxo. Este proceso culminó con el bautismo oficial y público del príncipe Vladimir I en el 980 d.c. Durante el siglo XI, el desarrollo económico y cultural de la Rus fue intenso, pero a partir del siglo XII entró en una lenta decadencia por la presión de los pueblos túrquicos de las estepas y el declive del Imperio bizantino. El comercio en la zona se redujo, afectando al papel del Rus como centro de las rutas comerciales que unían Bizancio y el norte de Europa, lo que desembocó en su desmembramiento en varios principados: Novgorod, Chernigov, Smolensk, Vladimir-Suzdal, Volinia, etc. 

El bautizo del Santo Príncipe Vladimir, por Viktor Vasnetsov (1890). Fuente: bbc.com


La división interna favoreció el creciente ímpetu invasor de los mongoles, que terminaron por arrasar y dominar la Rus de Kiev en el siglo XIII. En 1240 Kiev era destruida y nunca se recuperó: más de la mitad de la población fue exterminada y muchos huyeron hacia el norte. Los mongoles se quedaron y conformaron en la zona un nuevo estado, la llamada Horda de Oro, que ocupaba amplios territorios de las actuales Rusia, Ucrania y Kazajstán. Con el tiempo, y conforme avanzara el delive del imperio mogol, la zona occidental de la Rus sería incorporada a la Unión polaco-lituana, una unión personal entre ambos estados que se produjo a finales del siglo XIV, en 1386.  Al margen de la invasión mongola quedarían los territorios norteños y fríos del principado de Novgorod, que prosperó ligado al comercio con alemanes y suecos. Los mongoles sí invadieron la región de Suzdal, donde se hallaba la por entonces pequeña población de Moscú, que tras ser saqueada y arrasada, se recuperaría y terminaría por convertirse en la capital del Principado de Moscovia, germen de la futura Rusia.

A finales del siglo XIII, los territorios del principado de Vladimir-Suzdal terminaron convirtiéndose en en el Principado de Moscú o Moscovia. Durante el siglo XIV, su influencia y poder fue creciendo como un estado vasallo de los mongoles, desarrollando una intensa política de expansión territorial, pero también buscando un aumento de su influencia cultural y religiosa. Si en el 1299 el metropolitano Máximo de Kiev se había trasladado de Kiev a Vladimir; en 1325, con Iván I como príncipe de Moscú, el metropolitano Pedro de Kiev se desplazaba de Vladimir a Moscú. Se completaba así, en el marco territorial de la antigua Rus, el paso del poder religioso desde Kiev hasta Moscú. Ambos personajes ostentaban por entonces el título de metropolitanos de Kiev y de toda la Rus.

Imperio mongol en el siglo XIII. Fuente: Pinterest


Iván III el Grande. Fuente: alchetron.com
Este proceso de crecimiento y expansión del principado de Moscú, culminaría con la llegada al poder de Iván III el Grande en la segunda mitad del siglo XV, que conquista Novgorod y derrota a los mongoles de la Horda de Oro, avanzado también hacia el sur, hacia los valles del Don y el Donetz. La consolidación definitiva del principado se produciría con Iván IV el Terrible, conocido por su crueldad, que gobernaría durante buena parte del siglo XVI y establecería el zarato ruso. Rusia vencía entonces a los tártaros, pueblos túrquicos y musulmanes, herederos de los mongoles, que habían creado los kanatos tártaros de Kazán, Astracán o Siberia. Con Iván el terrible, la parte más oriental de la actual Ucrania quedó bajo control ruso, mientras las regiones del oeste y el centro, incluida la región de Kiev, permanecían bajo el dominio de la Unión polaco-lituana, que en esas zonas había llenado el vacío dejado por los mongoles. Al sur mantenían su hegemonía los herederos de los mongoles, nos referimos al Kanato tártaro de Crimea, que se extendía por la península de dicho nombre y el entorno del Mar Azov, y que perduraría aún varios siglos.

Extensión del zarato ruso durante el reinado de Ivan IV el Terrible: Fuente: historiaparanodormiranhell.blogspot.com








La época moderna: el Hetmanato cosaco y la Rusia imperial

Bogdán Jmelnytsky. F.: biografiasyvidas.com
En el siglo XVII y en lucha contra polacos y lituanos, surgiría en Ucrania un estado independiente, el Hetmanato cosaco, que se extendería por las regiones centrales de lo que hoy es Ucrania. La Unión polaco-lituana se había convertido en 1569 en la República de las Dos Naciones o Mancomunidad de Polonia-Lituania, producto de la fusión definitiva del Reino de Polonia y el Gran Ducado de Lituania. Bajo su control se hallaría buena parte de la actual Ucrania. Sin embargo, la rebelión de Bogdán Jmelnytsky consiguió segregar amplios territorios de la Ucrania central y crear en 1648 un estado independiente, el Hetmanato, cuyo primer Hetman sería el propio Jmelnytsky, líder cosaco. El nuevo estado se apoyaba en los pueblos cosacos asentados en las estepas del Dnieper, en Zaporozhia. Los cosacos eran comunidades de pueblos túrquicos eslavizados, que se desarrollaron en las estepas del sur de Rusia, desde el centro de Ucrania hasta las llanuras del Don y el Volga. Grandes guerreros y soberbios jinetes, mantuvieron su identidad hasta la mitad del siglo XX, prestando servicios militares como mercenarios y guerreros para distintos estados. Apoyado en la capacidad militar de los cosacos, Bogdán Jmelnytsky consiguió consolidar el nuevo estado, articulando una nueva administración civil y militar a partir de una élite de oficiales cosacos y nobles rutenios y ucranianos. El nuevo estado siguió utilizando inicialmente la moneda polaca y el idioma polaco en la administración, pero a partir de 1667 el lenguaje popular, el ucraniano, empezó a usarse también en documentos oficiales, dando lugar al ucraniano moderno. 

En 1648 surge el Hetmanato cosaco en el corazón de Ucrania, independizándose de la Mancomunidad polaco-lituana. Fuente: es-academic.com

Hetmanato cosaco. Fuente: alsurdeunhorizonte.com

Para entonces, el nuevo estado se encontraba ya totalmente bajo la órbita de Moscú. Presionados por los tártaros de Crimea al sur y por los polacos por el este, Jmelnitsky buscó muy pronto la protección de Rusia, firmando el Tratado de Pereyáslav en 1654, por el que los cosacos de Ucrania juraban fidelidad al zar ruso. Este tratado es un motivo continuo de controversia nacionalista: mientras los nacionalistas ucranianos sostienen que se trató de un simple acuerdo militar, el nacionalismo ruso lo entiende como la incorporación de Ucrania al proyecto paneslavo de configuración de Rusia. Tras un intento posterior de acercamiento a polacos y lituanos, el hijo de Bogdán Jmelnitsky, Yuri, como hetman, firma un Segundo Tratado de Peryáslav en 1659, que limitó definitivamente la autonomía cosaca y convirtió el hetmanato en un estado autónomo dentro del estado ruso.

Para siempre con Moscú. Para siempre con el pueblo ruso. Pintura de Mikhailo Jmelko. Este cuadro es una representación de la firma del tratado de Pereyaslav. Fuente: 14milimetros.com

Pedro I el Grande. Fuente: biografiasyvidas.com
Rusia, convertida en zarato en el siglo XVI, durante el reinado de Iván el Terrible, era por entonces un rei
no cada vez más poderoso, gobernado por la dinastía Romanov desde 1613. Parejo a su fortalecimiento, el reino iba aumentando la presión y el control sobre los territorios que dominaba, algo que se hizo cada vez más evidente en el caso del protectorado que ejercía sobre Ucrania. Esta situación se agudizó con el ascenso al trono de Pedro I el Grande como zar de Rusia en 1682. Pedro I inicia un proceso de transformación del zarato en un gran imperio, occidentaliza y moderniza el país, extendiendo el poder de Rusia por los cuatro puntos cardinales: se enfrentó en el sur a los turcos, al este con los polacos y al norte con los suecos. Rusia se enfrentó a la Suecia de Carlos XII en el contexto de la Gran Guerra del Norte (1700-1721) y la derrotó definitivamente en la batalla de Poltava (1709), en las llanuras ucranianas, convirtiéndose de esta forma en la nueva potencia dominante del norte de Europa. Aprovechando los apoyos que durante su campaña en Rusia había encontrado Carlos XII en algunos sectores de los cosacos ucranianos (seguidores del hetman Mazepa), Pedro I redujó la autonomía del Hetmanato, cuyo poder se volvió casi nominal, y estableció la gobernación de kiev. Se iniciaba en ese momento la lenta pero inexorable rusificación de Ucrania, en el contexto de una Rusia que en 1721, y bajo el reinado de Pedro I el Grande, se transformaba en un Imperio, en tanto que San Petersburgo, la ciudad que el mismo zar había fundado en 1703 en el Mar Báltico, se convertía en su capital.

Movimientos militares en la Gran Guerra del Norte. Fuente: Wikipedia

Europa a mediados del siglo XVIII

Emperatriz rusa Catalina II (1729-1796), del pintor
 ruso-ucraniano Dmitry Levitzky . Fuente: Getty images
Desde entonces, el fortalecimiento y expansión del Imperio ruso, iría en detrimento 
de la autonomía de los ucranianos, lo que se hizo especialmente evidente con la llegada en la segunda mitad del siglo XVIII al trono de la zarina Catalina II la Grande, con la que Rusia iba a alcanzar su máximo poder, iniciándose una nueva época de expansión, que le llevaría a desplazar sus fronteras hacia el oeste. Catalina acabó definitivamente con los restos de la autonomía del Hetmanato Cosaco, incorporándolo al Imperio ruso en 1764. Los cosacos de Zaporozhia fueron destruidos y derrotados definitivamente en 1775. En esos mismos años, Catalina II completaba su avance hacia el oeste, que le llevaría a tomar los territorios orientales de Polonia, poblados en su mayoría por bielorrusos y ucranianos ortodoxos, unificando así definitivamente los territorios de la antigua Rus de Kiev. Se iniciaba entonces un proceso de rusificación en dichos territorios, antes polonizados intensamente, donde hasta entonces el idioma oficial había sido el polaco, mientras el ucraniano o el bielorruso se utilizaban solo en el ámbito doméstico. 

Este avance hacia el oeste durante el reinado de Catalina II, deriva de la puesta en marcha de un proceso de desmantelamiento del estado polaco que se dio en llamar las Particiones de Polonia y que supuso el reparto del enorme territorio de la República de las Dos Naciones entre las nuevas potencias que le rodeaban, Rusia, Austria y Prusia. Este reparto afectó directamente al pueblo ucraniano: en los tres repartos la Rusia de Catalina fue avanzando progresivamente hacia el oeste, primero en 1772, después en 1793 y finalmente en 1795, cuando el Imperio ruso situó su frontera definitiva en el río Bug y ocupó los territorios de la actual Bielorrusia y amplias regiones ucranianas al oeste kiev, zonas donde también existían entonces, no ahora, importantes contingentes de población polaca. Sin embargo, en la primera partición, la de 1772, la región de Galitzia, con capital en Lvov (Lviv en ucraniano) y parte integrante de la actual Ucrania, pasaba al dominio del Imperio austrohúngaro, lo que marcaría una evolución histórica muy diferente. Aún hoy es la parte más occidentalizada de Ucrania, y aunque entonces poblada mayoritariamente por ucranianos, existían importantes minorías de ascendencia polaca, húngara, alemana o rumana (todavía hoy existe una minoría húngara y rumana en zonas fronterizas).

Mapa que nos muestra las llamadas Particiones de Polonia. Fuente: wikipedia


En las zonas de Ucrania bajo control ruso, la mayoría del territorio, se intensificó el proceso de rusificación y el idioma ucraniano fue menospreciado, considerado por el poder imperial como un simple dialecto del ruso. Se prohibió su uso y se impuso el ruso como única lengua en el sistema educativo. Como ocurrió con la lengua de muchos otros pueblos de Europa, fue desdeñada como un idioma poco sofisticado, propio del ámbito rural, una lengua de campesinos y gentes muy humildes. El estado propició además la conversión de la población ucraniana a la religión ortodoxa (no olvidemos que parte de los habitantes de la Ucrania occidental eran católicos, incluida la población que seguía los ritos de las iglesias católicas orientales).

El proceso de expansión territorial emprendido por Catalina II culminaría también con la extensión hacia el sur y la conquista de Crimea en 1783, tras derrotar al decadente Imperio otomano. Se trataba de un territorio poblado por los tártaros de Crimea, un pueblo túrquico y musulmán, cuya historia había tenido muy poco que ver con la del resto de la actual Ucrania. Tras la caída de los mongoles de la Horda de Oro, surgieron kanatos túrquicos que más tarde desaparecieron ante el empuje de los eslavos. El único que perduró en el tiempo, desde el siglo XV al XVIII, fue el kanato de Crimea, que se extendía por la península del mismo nombre y la costa sur de la actual Ucrania, y que en el siglo XVIII era un estado vasallo de los turcos otomanos. Con la anexión de Crimea al Imperio ruso, se funda la mítica ciudad de Sebastopol, que se convertiría en el gran puerto comercial y militar de Rusia en el Mar Negro, mientras colonos alemanes, búlgaros y sobre todo rusos llegaban a la península. Así pues, Crimea nunca fue parte histórica de Ucrania, ni antes de su anexión al Imperio ruso, ni después (fue cedida por Krushev en 1956 de manera gratuita y caprichosa a la República Socialista Soviética de Ucrania), lo que aclara mucho respecto a la legitimidad de la invasión rusa de Crimea en 2014. 

El Kanato de Crimea en 1600. Fuente. Wikipedia.

El kanato de Crimea en 1774, tras la derrota turca ante el Imperio ruso. Fuente: Wikiwand

Conclusión final 

Como se ha podido comprobar, la historia medieval y moderna de Ucrania resulta muy compleja y en su desarrollo encontramos muchas de las bases de la problemática actual y del conflicto militar entre Rusia y Ucrania de 2022. La historia de Ucrania estuvo desde sus comienzos profundamente ligada a la de Rusia, con la que tuvo una relación tan intensa como, en ocasiones, conflictiva. Por otro lado, otra evidencia es que la evolución histórica de la Ucrania occidental y de la oriental no fue la misma hasta el siglo XVIII, como tampoco lo fue durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Como hemos visto, la Ucrania del oeste estuvo durante mucho tiempo bajo el dominio y el influjo polaco, lo que durante la época moderna expuso a sus élites y habitantes a la influencia del Renacimiento y la Contrarreforma. Esta influencia de la cultura occidental sería aún mayor en la región de Galitzia, que como hemos visto, pasaba al imperio de los Habsburgo en 1772, permaneciendo en él hasta la desmembración del Imperio con el fin de la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra, dicha región quedaría en manos polacas de nuevo, pasando algunas zonas a formar parte de Checoslovaquia y Rumanía, hasta que tras la Segunda Guerra Mundial pasaron a dominio soviético. De esta forma, esa parte occidental de Ucrania quedó históricamente mucho más al margen de la influencia rusa y de su huella cultural, algo que se evidencia en la religión, pues muchos de sus habitantes actuales son miembros de las iglesias uniatas o iglesias católicas orientales, sobre todo de la Iglesia greco-católica ucraniana, y en la zona de transcarpatia de la Iglesia grecocatólica de rutenia (ambas reconocen el papado de Roma). Las diferencias culturales son también evidentes en el idioma, que en regiones orientales como el Dombass o Jarkov es predominantemente ruso, mientras en las regiones occidentales la mayoría de la población solo habla ucraniano. Fue allí donde prendería el nacionalismo ucraniano en el siglo XIX, comenzando muchos de sus habitantes a autodenominarse ucranianos para diferenciarse de los rusos. 

Evolución de Rusia entre el siglo XIV y el XVIII. Se puede ver como se va ocupando casi todo
 el territorio de la actual Ucrania. A finales del siglo XVIII, tan solo permanece la parte más
 occidental al margen de la expansión del Imperio ruso. Fuente: elaboración propia.