BLOG DE JOSÉ ANTONIO DONCEL DOMÍNGUEZ (I.E.S. LUIS CHAMIZO, DON BENITO, BADAJOZ)

Cine histórico

Esta página no pretende ser una lista de películas históricas con carácter completo y exhaustivo, no tiene el ánimo de mostrar solo las obras maestras, ni tampoco aquellas que atesoran un mayor rigor histórico. No están todas, ni las mejores, ni tampoco las más conocidas. No hay una distribución equitativa por etapas históricas, por lo que existen épocas ampliamente representadas y otras casi ausentes. Por el contrario, están seleccionadas aquellas películas que por diferentes razones me han llegado más, me han impresionado y de alguna manera se han convertido en especiales, haciéndome disfrutar del cine y la Historia: con ellas he vivido la Historia a través del cine. Por unas razones u otras han marcado mi forma de ver las cosas, mi perpectiva ante la vida ha crecido con ellas. Algunas pueden resultar poco atractivas para los alumnos, otras en cambio los atrapan desde un principio. De igual manera, filmes conocidos que resultan muy sugerentes para los chicos, no son de mi agrado y no los tengo en cuenta. En todo caso, la mayoría de las películas aquí reseñadas son hoy consideradas obras maestras y una parte importante pueden convertirse en un recurso educativo en el aula.
En cada reseña hay una sinopsis que incluye datos relevantes de la película, así como una humildísima crítica que suele resaltar escenas importantes. No soy un experto cinéfilo, no puedo hacer nada mejor. Cada película incluye un enlace con un vídeo de Youtube que permite conocer algunos pasajes. Se valora igualmente su uso en el aula.
Por otro lado, aquellos que quieran listados más exhaustivos de cine histórico pueden encontrarlos en la red sin problemas. Aquí adjunto algunas direcciones en este sentido:


ESPARTACO. Superproducción estadounidense dirigida en 1960 por Stanley Kubrick, con una duración de 184 minutos. Narra la historia de un esclavo tracio convertido en gladiador. En el año 73 a.c. lideró una rebelión contra el imperio Romano y reunió en torno a sí a más de cien mil esclavos, desafiando a Roma. Las legiones de Craso, tras muchos esfuerzos, lograron derrotarlo y crucificar a los supervivientes en la Vía Apia.
Cada "Semana Santa" nos atizan con un látigo hecho de "películas de romanos". Una de las clásicas es "Espartaco", otra "Ben-hur", le siguen "Barrabás", "Quo Vadis", "La caída del Imperio romano" y un largo etcétera. Es un placer recibir semejante "tortura", pero de todas ellas yo me quedo sobre todo con "Espartaco". Cada año la vuelvo a ver como si fuera el primer día. El guión de Dalton Trumbo es absolutamente insurreccional y atemporal. La belleza de muchas escenas, la música y la caracterización de los personajes me resultan insuperables. El elenco de actores está formado por auténticos monumentos: Kirk Douglas (Espartaco), Charles Laughton (Graco), Lawrence Oliver (Craso), Tony Curtis (Antonino).
Me sedujo desde niño, apasionado como estaba por las "películas de romanos" y el cine bélico en general, pero también porque conjugaba magistralmente la ternura y la violencia, el romanticismo y la aventura, y porque se mostraba como un canto a la libertad y a la igualdad. El Espartaco de Kubrick es un hombre de otro tiempo pero que habla un lenguaje muy contemporáneo, un hombre al que yo siempre admiré: es líder entre iguales, es jefe pero sin privilegios, es íntegro y no avaricioso, desprecia la riqueza y ama la libertad, es tierno a la vez que valeroso. Espartaco siente un absoluto desprecio por aquellos que simbolizan la "civilización", por los romanos, personificados en su vertiente de cinismo en la persona de Graco, o en su arrogancia y crueldad en la persona de Craso. Ese contraste entre el hombre pobre y orgulloso y el rico defensor del orden y la civilización, lleno de perjuicios, despótico y clasista, es para mi algo que me atrapó desde mi niñez. Porque Espartaco era el máximo exponente de lo que debía ser un hombre según los principios de la educación que yo recibí en el seno de mi familia. Pero el Espartaco de kubrick es sobre todo un ejemplo atemporal de dignidad, esa palabra cada vez más olvidada y que sintetiza como ninguna otra su espíritu. Esa dignidad que surge por doquier en la película, pero que se haya simbolizada en una de las escenas más importantes de la historia del cine, en la que cientos de hombres gritan "Yo soy Espartaco": Cuando los romanos tras la derrota de los esclavos se dirigen a los supervivientes y les ofrecen una alternativa a la crucifixión masiva a cambio de que delaten a la persona de su líder, Espartaco decide identificarse, un montón de hombres lo hacen entonces a la vez, haciendo imposible a los romanos saber quién era. Una escena emocionante y que te llega al corazón: en ese momento, la expresión en el rostro de kirk Douglas y el de su inseparable Antonino son absolutamente memorables. Parecen derrotados y morirán, pero su victoria está en que nunca más dejarán de ser libres y perderán su dignidad. Viendo el guión, parece obvio que quien lo escribió, Dalton Trumbo, sufriera la Caza de Brujas durante la Guerra Fría, frente a la que se resistió con valentía y que le obligó a exiliarse.
Todavía hoy "Espartaco" me sigue seduciendo, aunque la veo marcado por la nostalgia. Los tiempos que corren, teñidos por la desideologización y la pérdida de valores, en plena sociedad de consumo y bajo la victoria absoluta del capitalismo más cruel, no son los más propicios para hombres como Espartaco. Los que había se van muriendo y no parecen encontrar reemplazo. Los hecho de menos y cuando veo la película no puedo evitar cierta melancolía.
Tiene el inconveniente de su larga duración, pero es absolutamente recomendable para los alumnos, entretenida y dinámica, cargada de historia y de valores. Nada que ver con ese engendro mediocre de "Gladiator", una película sin alma que, sin embargo, encanta a todos los alumnos. Lo siento, en esta selección películas como esa no tienen cabida y no interesan. 



BEN-HUR. Película estadounidense filmada en 1969, dirigida por William Wyler y protagonizada por Charlton Heston, que representa a Judá Ben-hur, un principe judío acusado de un delito no cometido y enviado a galeras como esclavo. Separado de su familia y traicionado por su amigo Messala, jefe militar romano, sobrevive a una batalla naval en la que salva al almirante de la flota, que lo hace su hijo. Convertido en un romano poderoso volverá a Judea para vengarse y recuperar a su familia. Los hechos acontecen además con el trasfondo de la expansión del cristianismo entre los judíos.
Ben-Hur, como Espartaco, es una película con la magia de "las películas de romanos" de otra época. Charlton Heston se muestra impresionante, y aunque no me parece el mejor actor, en estos papeles épicos y trascendentales, su rostro poco expresivo resulta monumental y expresa como nadie la amargura y el dolor acumulado. Esta película fue para mí siempre una asignatura pendiente. Es un film muy largo y por unas razones u otras, siempre lo vi por fragmentos. Tenía 27 años y nunca la había visionado entera. Hasta que una "Semana santa", como no, decidí que había llegado el momento de sentarme y verla entera, costara lo que costara. Cada pedazo me había hipnotizado, pero nunca había podido verlos fusionados en un todo, y de hecho cada parte me parecía una película independiente en sí misma. Siempre pensé que unir esas películas tan sugerentes produciría una sola grandiosa. Cuando lo hice cumplí un "anhelo". Así que yo llegué a "Ben-hur" por "capítulos", y eso la hizo especialmente atractiva. El "capítulo" que primero visualicé y más me impresionó fue el que narraba su vida de esclavo, especialmente uno de los para mí momentos estelares del cine de todos los tiempo, la escena de la galeras: el desafío con la mirada al almirante romano, que le hace remar a él y al resto de esclavos hasta la extenuación. Después será el único esclavo al que no se encadenará durante la batalla, lo que le permitirá sobrevivir. "El capítulo de las galeras" es sencillamente impresionante. También me sedujo la intensa lucha por su familia, la búsqueda de su hermana y su madre, a las que descubre en la gruta de los leprosos, momentos de de absoluta emoción.
Totalmente recomendable para los alumnos de cualquier curso, aunque hay que tener en cuenta que es muy larga, por lo que es poco viable su visión en clase. Por lo demás puro cine de aventuras del que ya no se hace.

                                                   
EL SEÑOR DE LA GUERRA. Película estadounidense dirigida por F.J. Schaffner en 1965. Dura dos horas y está protagonizada por Charlton Heston en el papel de un señor feudal que durante la Alta Edad Media (siglo X) se hace cargo de un feudo como vasallo del duque de Normandía. La pervivencia del paganismo junto al cristianismo, las relaciones del señor con los siervos y campesinos, las invasiones de pueblos del norte como los frisios, van tejiendo una historia donde también aparece el amor. Las tensiones crecen cuando Charlton Heston se enamora de una mujer del poblado. Este no duda en ejercer el derecho de pernada para poseerla, lo que terminará provocando la revuelta campesina.
Hay pocas películas situadas en el Medievo más primitivo, situado en épocas iniciales y lejos del universo de trovadores, leyendas, torneos, doncellas y caballeros, que nunca reconocí, ni me interesó. Siempre me atrajo "el Medievo de verdad", ese que nunca ha sido muy visible porque ni la literatura ni el cine le prestó mucha atención. Y estando cursando la licenciatura de Geografía e Historia, mi hermano que estudiaba Historia Medieval descubrió esta película, y con él yo también. Una película que ha caído demasiadas veces en el olvido y que está protagonizada soberbiamente por Charlton Heston y donde el glamour del Medievo se convertía en suciedad, miseria y la sordidez de una época marcada por la pobreza y la guerra. Es un feudalismo en toda su crudeza, donde además hay secuencias escelentes de guerra, con escenas que recogen buena parte de las técnicas de asedio de una fortaleza medieval.
Se la recomiendo siempre a los alumnos, porque es la mejor forma de conocer el Medievo al margen de leyendas maniqueas como las de Robin Hood o Ivanhoe. Además no es muy larga y contiene aderezos diversos (amor, combates, etc.), aunque no debemos olvidar que el lenguaje y las formas son los de las películas clásicas de antes. 


LOS VIKINGOS. Película dirigida por Richard Fleischer en 1958, con una duración que no llega a las dos horas. Una obra maestra que nos sumerge magistralmente en la sociedad vikinga del siglo IX y X, en la época en la que los escandinavos asolaban las costas europeas y sobre todo las islas Británicas. Un clan vikingo dirigido por Ragnar mata al rey de Northumbria y viola a su mujer. La reina queda embarazada y para que no maten a su hijo bastardo Erik (Tony Curtis), lo saca del país, pero cae en manos de los vikingos que lo esclavizan. El hijo de Ragnar, Einar (Kirk Douglas) y Erik se enfrentarán y el primero perderá un ojo. Erik y Einar están enamorados además de la misma mujer, la princesa Morgana, prisionera de los vikingos. Cuando Erik y Morgana se escapan, los vikingos los siguen y el jefe vikingo Ragnar cae en manos de los britanos que lo matan, lanzándolo a un pozo lleno de lobos. Einar junto con Erik asaltarán la fortaleza britana, hasta que finalmente los dos se enfrentan a muerte.
Es de esas películas que rezuman un sabor especial, el de un cine de aventuras que ya no se hace y no volverá. A los que nos gusta la historia, adoramos el cine de este tipo. Aún más allá, son películas como éstas las que nos condujeron a la afición por la historia. Es evidente la preocupación por reconstruir con rigor histórico los detalles de una cultura tan sugerente como la vikinga: Trajes, cascos, armas, barcos y el propio marco paisajístico son un ejemplo, no en vano se filmó en un auténtico fiordo noruego. No hay cascos de dos cuernos -pura ficción- pero si otros rasgos asociados a la cultura vikinga: la violencia cotidiana, el recurso a las violaciones, las fiestas y bacanales cargados de excesos, su enorme capacidad como navegantes o el paganismo que marcaba sus creencias. Una cultura peculiar y bárbara, que sin embargo, con toda su brutalidad, no lo era más que la de los cristianos ingleses, supuestamente civilizados. El realismo se acentuaba con algo que en mi niñez -cuando yo descubrí está película- me producía una especial atracción: la enorme violencia que tenían algunas de sus escenas y que no era muy propia de la época. Y después, la relación entre Einar y Erik, representados por Kirk Douglas y Tony Curtis, que alcanza niveles de tensión impresionantes. Que pedazo de actores. Ese antagonismo me sedujo desde el principio, más aún teniendo en cuenta que eran hermanos sin saberlo, algo que explica el final, cuando el fiero Einar se deja matar por Erik. Para mí es inolvidable la imagen de la rapaz de Erik sacando el ojo de un Einar que quedaría marcado para siempre y cubierto con un parche. En esta película nunca pude evitar ponerme del lado del "malo", esas son las cosas que consigue Kirk Douglas, sin duda uno de mis actores favoritos. 
Cuando yo era un chaval se convirtió para mí en una película mítica, la película de aventuras por antonomasia, un auténtico viaje en el tiempo de lo más entretenido. La recomiendo a todos los alumnos, aunque no estén acostumbrados a las películas más clásicas, es imposible aburrirse y encima aprendes historia.


EL NOMBRE DE LA ROSA. Película europea dirigida por Jean-Jacques Annaud en 1986. Dura 131 minutos y cuenta la historia de un monje francisco (Sean Connery) y su discípulo (Christian Slater), que durante el siglo XIV visitan una abadía remota en la que intentan resolver unos extraños asesinatos sin explicación.
Sean Connery lo borda en el papel del sabio Fray Guilllermo de Baskerville, la ambientación es impecable y la trama está cargada de una enorme intriga. Como no leí el libro de Umberto Eco que adapta, disfruté de lo lindo (nunca se debe leer el libro antes de una película, porque ésta muy posiblemente no resista la comparación). Yo tenía 16 años y me impactó enormemente la forma en que el protagonista resolvía el misterio, la enorme sabiduría y racionalidad que atesoraba y con la que se enfrentaba a la realidad de los hechos, en abierto contraste con la superstición y miedos que dominaban la época. Por mi visión del mundo, en extremo racionalista, por mi desprecio a toda percepción de la realidad que esté sometida a la superstición o la tradición, la enorme seguridad y sabiduría que transmitía el protagonista me sedujo para siempre. A eso habría que añadir la estupenda ambientación: se recrea la vida en el monasterio, la miseria de la población, la dureza de los inviernos, la podredumbre reinante y sobre todo la enorme intolerancia que se derivaba de una sociedad ignorante y superticiosa, marcada en la película por la actividad de la Santa Inquisición y la persecución sobre los herejes dulcinistas. Junto a todo ello se muestra la enorme riqueza cultural que atesoraban los monasterios, simbolizada en este caso en su impresionante biblioteca. Cuando Fray Guillermo y su discipulo consiguen entrar en su interior y descubrir sus tesoros se alcanza una de las escenas mágicas de la película. En medio de toda aquella pobreza y suciedad, de la incultura y fanatismo generalizados, la biblioteca, rodeada de misterio y situada en una torre laberíntica, surge como el último refugio del saber y la clave que permitirá resolver el misterio.
Resulta atractiva para los alumnos, no en vano, es toda una película de misterio y detectives aunque ubicada en la Edad Media, entretenida al cien por cien. Bien explicada en sus detalles, nos vale incluso para el primer ciclo de la E.S.O.



RAN. Película de 1985 dirigida por el maestro japonés Akira Kurosawa, uno de mis directores favoritos. Se sitúa en el siglo XVI, en pleno feudalismo japonés, pero está inspirada en el drama de Shakespeare "El rey Lear". El señor Hidetora decide retirarse y reparte sus dominios entre sus hijos. El menor, fiel y honesto, no comparte la decisión y será desterrado. LLevados por su ambición y las conspiraciones de la mujer de uno de ellos, los dos hermanos mayores se enfrentaran a su padre y entre ellos por el poder, hasta que Saburo, el hermano menor caido en desgracia regresa.
Fui a verla muy joven, estando en el instituto, atraído por la visión de luchas de samurais y espadazos y me encontré con una pelicula "bestial". De ritmo menos lento de lo habitual en el cine japonés -kurosawa es de los directores más occidentalizados-, tiene sin embargo momentos muy pausados, que contrastaban con el ambiente frenético de las batallas, desarrolladas de forma sublime. La intensidad de éstas me marcaron de por vida, los arcabuceros disparando sus armas de fuego, la caballería en movimiento y todos aquellos hombres con sus armaduras y banderines de distintos colores dispuestos para el combate, desplazándose a la carrera, convirtiendo la lucha en un festival sangriento de colores de un valor estético indiscutible. Siempre pensé en lo difiicil que tuvo que ser rodar semejantes imágenes, no en vano, fue la película más cara del cine japonés. Para hacer la película se construyó un enorme castillo que después fue destruido. Con esta película descubrí el cine japonés, la cultura y la historia japonesa. Cuando después vi los "Siete samurais", también de Kurosawa, en japonés y con subtitulos, pense en lo sublime que hubiera sido ver "Ran" en versión subtitulada. El idioma se adapta perfectamente a los movimientos bruscos de los personajes, a la enorme gestualidad de los rostros y los cuerpos, nada que ver con el cine europeo o americano. Es una obra maestra y una de mis películas favoritas. Fue la primera película que vi de Kurosawa y después pude disfrutar de otras como "Dersu Uzala" y la increible "Kagemusa", anteriores en su filmación, que a mi todavía me gustan más.
No la recomiendo para mis alumnos, es demasiado larga, a veces demasiado lenta y está muy lejos del cine de Hollywood en el que se han educado la mayoría, además puede resultar muy violenta. Pero si alguno le gusta el cine de verdad y siente atracción por la cultura del Japón y su violento Medievo, no debe perdérsela bajo ningún concepto.




EL ÚLTIMO VALLE. Película británica, dirigida por James Clavell en 1970. Dura algo más de dos horas (129 minutos). Nos sitúa en una época injustamente olvidada por el cine, la guerra de los Treinta años, en el  siglo XVI. En medio del conflicto un valle permanece aislado de la destrucción y la peste que se extiende por toda Centroeuropa, lo protegen las montañas y el largo invierno. Vogel (Omar Shariff) es un profesor que encuentra refugio en el valle, y poco después llegan a él un grupo de mercenarios dirigidos por un capitán que interpreta magistralmente Michael Caine. Vogel los convence de no destruirlo: es un buen refugio para pasar el invierno a cambio de proteger el pueblo. Sin embargo, la lucha por el poder que representa el alcalde del valle o el fanatismo extremo del cura, irán generando nuevas tensiones.
Es una de las películas que mejor sabor de boca me dejó tras su visión hace ya muchos años. Injustísimamente olvidada, es para mí el mejor largometraje sobre el convulso siglo XVII europeo. Michael Caine borda un personaje complejo y rico como es el capitán de los mercenarios, un hombre que ya no cree en nada y que nos aporta momentos inolvidables, como la escena en que se enfrenta al cura para afirmar que no hay cielo ni infierno, que la guerra, la política y la religión son pura mentira, que tras ellas solo hay dos tipos de hombres, los hipócritas y los fanáticos, en clara alusión a su interlocutor. Me enamoré del personaje desde el momento en que vi la película en televisión y para mi sorpresa nunca más la volvieron a repetir. Era un cruel mercenario, pero mejor persona que la mayoría de los que le rodeaban, un hombre que sin tapujos lanzaba verdades como puños. Su fuerza, su inteligencia y su honestidad me atrapó. Nada ñoño ni sensiblero, a través de sus palabras y gestos se podía aprender mucho de la hipocresía desmedida de la sociedad, de la de entonces y de la de ahora, porque realmente poco ha cambiado. Por lo demás, la película nos muestra a la perfección la realidad histórica de la época: la guerra moderna y las huestes mercenarias, la peste y las epidemias, la brujería y el fanatismo religioso. Y todo ello en un marco geográfico, el de un valle de los Alpes, en el corazón de Europa, que permanecía apartado del mundo, inalcanzable en medio del infierno y la destrucción generalizada, gracias al aislamiento que producían la conjunción del elevado relieve y el riguroso invierno. Semejante planteamiento geográfico-histórico me atrapó, y de hecho, fueron muchas las veces que me sumergí en mi juventud en el atlas para tratar de buscar aquel magnífico enclave en los Alpes germánicos. Reconozco que nunca lo encontré, pero mi imaginación todavía trabaja al respecto.
Nunca he entendido porque está película ha sido tan marginada en el ámbito televisivo y educativo, hasta el punto de que muchos colegas ni siquiera la conocen. Estoy seguro de que correctamente explicada es de las que gustan a los alumnos y desde luego a los profesores y la recomiendo a todo el mundo que disfrute con el buen cine histórico.



LOS SEÑORES DEL ACERO. Es una película holandesa dirigida por Paul Verhoeven en 1985, con una duración de 126 minutos. Está protagonizada por Rutger Hauer que representa a Martin, líder de un grupo de mercenarios que tras tomar al asalto la ciudad del noble Arnolfini, son traicionados por su señor. Como venganza secuestran a la virginal princesa Agnes (Jennifer Jason Leigh). La princesa intentará ser rescatada por su prometido, el principe Stephen, hijo de Arnolfini.
Sin ser una obra maestra, es una película más que digna, que me causó honda impresión durante mi adolescencia. Descubrí a Rutger Hauer, un actor que me atrapó en los años sucesivos hasta tal punto, que con frecuencia iba al cine por el simple hecho de que él aparecía en el reparto de la cinta en cuestión. Para mí Rutger Hauer nunca fue el replicante de "Blad Runner", sino el mercenario de "Los señores del acero". Me impactaron especialmente las escenas del asalto a la ciudad y su posterior saqueo, entre otras razones porque aquella resultaba ser mi ciudad, donde yo nací: las luchas se producían en las calles y edificios del casco viejo de Cáceres, las mismas que yo transité durante décadas. Ya entonces distinguí que las murallas que cercaban la ciudad sitiada eran las de Ávila, aunque no me ocurrió lo mismo con el castillo de Belmonte, otro de los escenarios de la película, que por entonces no conocía de nada. A pesar de todo, esos escenarios nunca restaron credibilidad a la película, que en teoría estaba situada en algún lugar de Europa occidental o Italia. De todos modos, sigo sin comprender demasiado (al margen de que sea una coproducción española-estadounidense) que muchos exteriores se filmaran en los campos del interior español, con sus encinas y llanuras resecas, y no en otros espacios más apropiados, que por cierto, también podemos encontrar en las zonas montañosas y húmedas de nuestro país. Por otro lado, reconozco que cuando la visualicé por segunda vez, muchos años después, la película había perdido parte de la magia que atesoraba, aunque aún todavía sigue siendo especial. Entonces y ahora llamaron mi atención la enorme superstición imperante en la época, encarnada en la figura de San Martín, la omnipresencia de la enfermedad evidenciada en la extensión de la peste negra y el pánico que generaba, así como la crudeza con que se muestra la forma de vida de los mercenarios, aquellos soldados bestiales con derecho a saqueo y sin escrúpulos que no eran sino un reflejo más de las turbulencias del momento. Todos ingredientes de una época de transición entre el Medievo y la época Moderna, de un Renacimiento cruel que demasiadas veces se nos muestra de otra manera. No se puede negar que parte del impacto me lo produjo el erotismo de algunas de las escenas, que a un chico de 16 años como era yo, en medio de aquel ambiente histórico, le resultó especialmente sugerente.
Tan solo la recomendaría para el Bachillerato, nunca antes, porque hay mucho sexo explícito y demasiada violencia. En todo caso es un buen fresco del violento Renacimiento europeo.


EL ÚLTIMO MOHICANO. Superproducción estadounidense dirigida por Michael Mann en 1992 y protagonizada por Daniel Day-Lewis. No llega a las dos horas de duración. A medidados del siglo XVIII, los franceses e ingleses sostienen una guerra por el control de noroeste de América del Norte, concretamente la región del río Hudson. Mientras los ingleses reclutan a los colonos blancos, los franceses cuentan con el apoyo de los indios hurones. Su jefe quiere vengarse del oficial británico secuestrando a sus hijas. Se lo impedirá Hawkeye (D.Day-Lewis), un hombre blanco que fue adoptado por los mohicanos y que vive con su padre adoptivo, el jefe Chingachgook y su hijo Uncas, ambos los únicos supervivientes de la tribu de los mohicanos.
Sin ser una obra maestra, tres elementos se conjugan para convertir esta película en un filme legendario para mí: por un lado, la música, de gran belleza e intensidad, pegadiza además como pocas; por otro lado, el marco paisajístico monumental, marcado sobre todo por la inmensidad de una naturaleza de enormes bosques, y finalmente la fiereza y a la vez elegancia del protagonista, Hawkeye. Se trata de una intensa historia de amor, aderezada con violentas batallas, con malos muy malos y buenos muy buenos. Una historia convencional pero a pesar de todo creíble e intensa. Me impresionó siempre la enorme lealtad de los mohicanos entre sí, tres hombres unidos por lazos de intenso amor y respeto, que hablan muy poco y no paran de correr y correr -en las batallas, en las cacerías, en los bosques-. Esa lealtad se veía potenciada por una de las bandas sonoras más conmovedoras y épicas, que dos días después de ver la película el espectador sigue canturreando sin remedio. Hay escenas que me han marcado para siempre, como la impresionante emboscada en el prado, donde Hawkeye salva a la hija del coronel Munro, con la ayuda de su hermano y su padre. Sin embargo, la escena final en la que el jefe Chingachgook, el último mohicano, venga la muerte de su hijo Uncas a manos del jefe hurón es absolutamente memorable. Los mohicanos corren en busca del hurón entre las rocas llevándose por delante a todo aquel que se le ponía en frente, una escena intensa que resultaba de una épica indescriptible. Es una película de aventuras como las de antes, como ya no se hacían entonces, con el sabor de ese cine de otro tiempo, aunque con más violencia. Es una cinta que que resiste bien el tiempo, cada vez que la vuelvo a ver me atrapa y seduce como la primera vez. Cuando la vi con mi hija en el cine de verano del pantano de Orellana, hace poco, todavía estaba intacta, más inconmensurable todavía al aire libre. Day-Lewis realiza una actuación memorable y el jefe hurón, "el indio malo", resulta muy convincente. Entre ambos se desencadena un duelo, marcado por la clásica dicotomía de Hollywood entre "indios malos" (representados en el filme por los hurones) e "indios buenos" (encarnados en los mohicanos), esa dualidad que volvemos a ver en "Bailando con Lobos", donde los pawnes hacen el papel de malvados y los sioux lakotas resultan unos benditos. Es esta división ridícula y poco realista lo que llevo mal de este tipo de largometrajes: siempre me he preguntado que pensarán los supervivientes del pueblo hurón, hoy en día, cuando vean el filme.
Se la recomiendo a cualquier alumno que quiera divertirse con buen cine. Imposible aburrirse.




REBELIÓN A BORDO. Película dirigida por Lewis Milestone en 1962 con una duración de 178 minutos. En 1787 el barco británico Bounty viaja hacia Tahití para recoger un cargamento del árbol del pan. El despotismo y arrogancia de su capitán lleva a la tripulación a rebelarse, incluido al segundo oficial, Fletcher Christian.
Es larga pero amena, convertida en una inconmesurable película de aventuras. Un filme que gana con el tiempo y según la vuelves a ver. Remake de la obra maestra de 1935 protagonizada por Clark Gable y Charles Laughton, considerada mejor por la mayoría de la crítica. Si embargo, si tengo que elegir entre ambas, prefiero sin lugar a dudas la versión de 1962 (la tercera versión de 1984 ni siquiera merece mención, protagonizada por Mel Gibson, es mediocre). De por sí, la historia tiene todos los ingredientes para resultarme atractiva: situada en los mares del sur, en un barco, una rebelión con un capitán despótico, una tensión creciente, un enfrentamiento entre oficiales... Pero lo que de verdad me atrapó fue como interpretan los dos grandísimos actores protagonistas esa tensión entre oficiales: un impresionante Brando en el papel del segundo oficial y Trevor Howard en el del capitán Bligh. La forma en que estos dos hombres desarrollan su enfrentamiento, las miradas, los gestos, las actitudes de uno frente a otro me impresionaron. El primero, noble y educado, y además justo y sensible con los marineros, el otro de baja condición y hecho así mismo, pero retorcido y despótico, ambos se enfrentan en un duelo de larga duración dentro de la expedición marina. Escenas memorables, sobre todo en el barco. Jamás una película me hizo reflexionar tanto sobre la diferencia entre autoritarismo y autoridad, entre respeto y miedo. Te lleva a meditar profundamente sobre lo difícil que es conducir a la gente, ejercer el mando sin caer en el despotismo y el autoritarismo. Más tarde, como profesor, lo he podido experimentar de primera mano y en muchas ocasiones: ante situaciones que se producen en clase, recuerdo más de una vez los errores del capitán Bligh a la hora de tomar decisiones o inflingir castigos. Más que una película es una memorable lección en este sentido. Por lo demás, la actuación de Brando resulta a mi juicio excepcional, en esta película lo descubrí para siempre como un gran actor, en uno de los personajes de cine que más me han impactado en toda mi vida. La película igualmente nos muestra con sabiduría la dureza de la vida en el mar, las inclemencias del tiempo, los problemas que rodeaban a las expediciones, las escaseces y enfermedades que asediaban a los marineros. Todo esto lo desarrollaría más tarde la conocida por todos "Master and Comander", película más actual que además resulta muy atractiva para los alumnos, pero que siendo recomendable para el trabajo en clase y además entretenida y bien hecha, no alcanza el nivel de "Rebelión a bordo". Esta última introduce además magistralmente el derecho a la rebelión frente a la injusticia y la violencia, aunque ésta la ejerza el poder vigente. Así que la escena que provoca la rebelión cuando el capitán Bligh se opone a que el segundo oficial le de agua a un marinero moribundo y éste golpea al capitán que trata de evitarlo, es algo deseado por todos a lo largo de la película, como un deshago o una necesidad.
Puede resultar larga para los alumnos, pero es difícil aburrirse con este film clásico de aventuras protagonizado por tan grandes actores.



COULD MOUNTAIN. Película estadounidense dirigida por Anthony Minghella en 2003. Con una duración de 155 minutos, cuenta la historia de unos enamorados separados por la guerra. El conflicto civil entre los Estados Confederados del Sur y los Estados de la Unión del Norte desgarra Estados Unidos. Inman (Jude Law) abandona a su amor, Ada (Nicole Kidman), para unirse al ejército confederado. Después de caer herido y desertar, vive una odisea en su intento de volver con su amada a su casa en Could Mountain (Carolina del Norte). Mientras le espera, Ada, sufre enormes dificultades para seguir adelante con la ayuda de Ruby (Renée Zellweger).
Es una pena no haber podido ver una película tan bella como ésta en la pantalla grande. Esta superproducción tenia todo para arrasar en los oscar: la dirección de un maestro como Minghella, grandes actores de Hollywood, un presupuesto enorme..., sin embargo, solo tuvo algún Oscar menor, y por supuesto el premio a la gran actuación de Renée Zellweger, premiada como mejor actriz secundaria. Pagó con creces el haberse rodado en Rumania y no en Carolina del Norte. En taquilla pasó sin pena ni gloria en España, y desde entonces ha sido una película injustamente olvidada. Para muchos críticos era una pastelada sin alma pero a mi me encantó: un amor intenso como pocos que resulta una escusa perfecta para mostrarnos el horror de la guerra más allá del frente de combate. Porque las escenas estrictamente bélicas son escasas. Hay tan solo 15 minutos intensos y brutales dedicados a la llamada batalla del Cráter en la que los yankees del norte atacaron una fortaleza confederada con minas y la explosión creó un enorme cráter donde se combatió cuerpo a cuerpo.  Las otras casi tres horas van dedicadas a la retaguardia, a la ruindad de las milicias de patriotas que buscan desertores, a la lucha por sobrevivir de unas mujeres solas en un mundo de hombres sin piedad, y a la deserción y huida del protagonista. Esto último es lo que me más me fascinó de la película: la lucha de un hombre valiente por regresar con los suyos, por volver a su casa. Y me fascinó porque eso es lo que yo siempre he pensado que haría. Admiro a los desertores, son valientes y arrojados, y odio a los patriotas, a los cobardes que obedecen como gallinas y a los que como en la película son delincuentes encubiertos al servicio a la patria. Y todo ello en el marco de unos paisajes insuperables, filmados en las bellísimas montañas de Rumania, parecidas a los Apalaches de entonces -hoy más desforestados-. Para un amante como yo de los bosques caducifolios esta película es un deleite visual. Algunos dicen que los protagonistas principales son fríos y no creíbles. A mi me encanta Jude Law, así que me la creí, y me convenció hasta Nicole Kidman que nunca me ha gustado. El resto, los secundarios lo bordan sin discusión.
Recomendable para los alumnos, aunque se les hace larga. Si se les va explicando les engancha más, sino puede resultarle lenta y aburrida por tramos.




SENDEROS DE GLORIA. Película estadounidense dirigida en 1957 por Stanley Kubrick, con una duración de 86 minutos. Se sitúa en el frente occidental durante la Primera Guerra Mundial. El ambicioso general francés Mireau pretende tomar la colina de las Hormigas, posición inexpugnable en manos alemanas. El encargado de comandar la ofensiva será el coronel Dax (Kirk Douglas), consciente a pesar de todo de la imposibilidad del ataque. Después de una carga desesperada el regimiento se retira. El general Mireau monta en cólera y promueve un consejo de guerra para algunos de los supervivientes.
Esta es una de las películas que más me han impresionado. Al contrario que otras no ha sido olvidada y se utiliza mucho en los institutos, de forma que los alumnos la suelen conocer bien. Pero para mí es algo más que cine bélico del bueno o una forma didáctica de enfrentarnos a la I guerra mundial y la guerra de trincheras. Es una película abiertamente antibélica, quizas como ninguna otra, y de hecho el gobierno francés de la época la prohibió. Desde el primer día que la ví me identifiqué con el coronel Dax, su honestidad y su valor, el amor y respeto por los soldados, todo ello en abierto contraste con la cobardía del alto mando, ambicioso, inhumano y lleno de hipocresia. Siempre me ha fascinado la guerra a la vez que la he odiado. Por eso esta es una película pefecta. Nos muestra una guerra, cuyas esencias ataca sin compasión, desnudando sus entresijos y los intereses que en ella convergen. Despedaza el supuesto honor imperante en la alta jerarquía militar, pone en cuestión el sentido mismo del conflicto. La primera parte, la de la guerra en las trincheras, es sencillamente sobrecogedora., como lo es también el patriotismo hipócrita del ambicioso general Mireau, mostrado de manera soberbia a través del largo paseo con el que recorre toda la línea de trincheras hasta llegar al puesto de mando del coronel Dax. Sin embargo, la escena más impactante la encontraremos en el final de la película, uno de los grandes finales de la historia del cine: los soldados franceses están exaltados, gritan ante una mujer alemana que canta una canción en el idioma del enemigo, pero pronto el jolgorio se transforma en tristeza, lloran y tararean la canción. El dolor de la guerra es general y en ese momento todos estaban en el mismo saco. Odio la guerra y el patriotismo que la impregna, sencillamente porque no soporto el hecho de que los hombres puedan morir de esa manera tan miserable. Los alumnos lo saben porque en mis clases de historia lo dejo claro. En este sentido, "Senderos de Gloria" se convierte en una oda contra los valores del patriotismo y el honor que yo tanto desprecio. Hay dos frases que resumen en sí mismo el antibelicismo de la película: en un momento dado el general Mireau afirma "si esos cobardes no se enfrentan a las balas alemanas, se enfrentarán a las balas francesas". Poco antes, el coronel Dax, preocupado por la escasa viabilidad del ataque propuesto, se refería a las palabras de Samuel Johnson cuando sentenciaba que "el patriotismo es el refugio de los canallas". La misma idea les expreso a mis alumnos cuando hablamos de la guerra y les comento mi opinión. Suelo decir "mi país no va más allá de la puerta de mi casa y no daré la vida por ninguna patria, no pienso morir en combate bajo la sombra de bandera alguna, porque antes  me asesinarán en un pelotón de fusilamiento".
Es una película esencial que recomiendo a todos mis alumnos. Como es en blanco y negro les tiende a asustar, pero es corta y aunque la segunda parte pueda aburrirles, bien explicada por el profesor les engancha. Para 1º de Bachillerato es perfecta.


EL DOCTOR ZHIVAGO. Dirigida por David Lean en 1965 con una duración de casi tres horas (176 minutos) y protagonizada por un inconmensurable Omar Sharif en el papel del Yuri Zhivago. Se situa en Rusia, durante la revolución bolchevique de 1917 y cuenta una enorme historia de amor en medio de la revolución y la guerra que le sucede, donde un hombre lucha por sobrevivir, el poeta y médico, doctor Zhivago.
Huele a clásico y rezuma cine por los cuatro costados. Es la historia de la Rusia de la primera mitad del XIX a través de un médico, Omar Shariff, de clase acomodada. Shariff no está entre mis actores preferido, ni siquiera en "El último valle" me llega a conmover, pero en este caso se muestra enorme y llega a cotas de interpretación sobresalientes, su personaje emociona. Aunque la película es demasiado larga y tiene sus altibajos, seduce de principio a fin, entre otras cosas porque refleja muy bien los cambios sobrevenidos con la revolución y la violencia de la guerra civil posterior. Es el fin de un mundo y el surgir de otro, y la dureza de las convulsiones que rodean dicho contexto histórico marcarán la relación de amor de los protagonistas.   La violencia dominante contrastará de principio a fin con la profunda sensibilidad, humanidad y bondad de un hombre, médico y poeta, con una enorme capacidad de resistencia frente a las turbulencias y las incertidumbres de su tiempo. Y los paisajes, siempre me impresionaron los paisajes, ingentes, enormes, extensos, que transmiten bien lo que es la Rusia eterna e inabarcable, marcada además por el omnipresente invierno y su frío extremo. La gran decepción me llegó cuando aquellas estepas, aquellos bosques, aquellos montes Urales maravillosos, resulta que se ubicaban en la provincia de Soria. Reconozco que eso me dejó, cuando lo descubrí, descolocado como pocas cosas, perdiendo la película parte de la mucha magia que atesoraba. A pesar de todo sigue siendo una de mis películas favoritas.
Lo que la hace poco recomendable para los alumnos es la duración, resulta excesivamente larga y pesada. A pesar de todo, es una buena forma de acercarse a la revolución, eso sí, desde el punto de vista de aquellos que pierden sus posiciones de privilegio, adoleciendo en cierta manera de otros puntos de vista más proclives a la revolución, y que se hayan escasamente representados. No hay que olvidar que se estrena en plena Guerra Fría.



LAS UVAS DE LA IRA. Película estadounidense dirigida por el afamado John Ford en 1940. Con una duración de 128 minutos, narra la historia de los Joad, una familia que desde Oklahoma y tras perder sus tierras, ve desaparecer su modo de vida e inician la emigración en camioneta hasta California, donde esperan encontrar un futuro mejor. Sin embargo, lo que hallan es una realidad bien distinta: desprecio y miseria.
Es de las pocas películas de la época que no es de evasión, sino que viene marcada por un fuerte sentido de critica social. No puede ser de otra manera si hablamos de la adaptación de la obra del mismo título escrita por  J. Steinbeck. Siendo una película excepcional, yo la recomiendo por la profunda marca que en mí dejó el libro. Después de leer en verano la excepcional novela de 600 páginas con una avidez desmesurada, quise ver la película y así lo hice. Sabía que era una obra maestra dirgida y protagonizada por grandes de la historia del cine, John Ford es uno de los grandes directores de todos los tiempos, y el protagonista, Tom Joad, es interpretado magistralmente por uno de los mejores actores de Hollywood, Henry Fonda. Sin embargo, siendo una obra maestra, me defraudó, porque antes había leído el libro. Sirva este comentario para recomendaros el proceso inverso, pero nunca éste. Ninguna película resiste la lectura previa del libro y menos ésta. Porque la película es excepcional, pero la novela es un auténtico monumento, más intensa, más subersiva y más pesimista. En todo caso la historia es la misma, los personajes también y salvo algunos matices, la adaptación es muy buena. Libro y película nos relatan como nadie la amargura y la dureza de la emigración, el desprecio al inmigrante, y lo hacen de forma tan atemporal que cambiando el marco y los personajes, la podemos trasladar a cualquier tiempo y lugar. Todo ello me causó honda impresión, pero aún más la rebeldía del personaje central de Tom Joad, orgulloso e inconformista. Todavía me pregunto como un hombre como John Ford, en un país como el suyo y en esa época, se atrevió a adaptar una obra literaria tan absolutamente subversiva.
No es muy larga, y aunque el blanco y negro no ayuda, se la recomiendo encarecidamente a los alumnos para la crisis del 29 y la depresión de los años 30. Pero después, si nos ha gustado, hay que leerse el libro, sin duda y para mí, una de las grandes obras de la literatura de todos los tiempos. Impresionante Steinbeck.



MATAR A UN RUISEÑOR. Película estadounidense dirigida por Robert Mulligan en 1962. Con una duración de 129 minutos, nos cuenta la historia de Atticus Finch (Gregory Peck) durante la época de la Gran Depresión. En una localidad sureña, conservadora y racista, Atticus es un abogado con valor suficiente para defender una causa justa, la de un hombre negro acusado sin motivos de violar a una mujer blanca. Esto le trae muchos problemas y la incomprensión de sus conciudadanos, pero la admiración de sus hijos, huérfanos de madre, y que adoran a su padre.
Cada vez que la vuelvo a ver, disfruto más que nunca. Como siempre, me seduce Atticus, y lo hace también Gregory Peck en el papel de Atticus. Aseguran que es el mejor papel de su carrera, él tambíen lo decía, y yo me lo creo sin dificultad. Atticus es un hombre de verdad, es educado y no violento, pero no tiene miedo, se enfrenta a una turba de exaltados sentado en un porche con una entereza que sobrecoge. Su honestidad y valor impresiona a sus hijos, huérfanos de madre, pero a los que no le falta cariño, criados en libertad y con enormes valores. Es el mejor padre y el mejor hombre. Todos los hombres de bien querrían ser Atticus, y yo desde luego. Cuando termina el juicio se lleva el mejor homenaje de aquellos que respetan su valor por defender a uno de los suyos: cuando sale del salón del juicio todos los negros presentes se ponen de pie ante ese hombre bueno y valiente como señal de agradecimiento y respeto. A mi me sobrecogió esa imagen, que sencillamente es difícil de olvidar. Después la película es deliciosa, mezclando momentos muy tensos y dramáticos, con actividades muy cotidianas de los niños y de Atticus en famlia, jugando o cenando. Es una película entrañable que muestra mucho sobre la naturaleza del ser humano, lo peor (intolerancia, violencia, racismo) y lo mejor (valor, solidaridad, honradez). Tras verla, siempre pienso en la enorme diferencia  existente entre la grandeza de los insignes hombres que protagonizan la historia oficial, reproducidos en las estatuas o pinturas, mencionados en los libros de historia por sus hechos destacados (militares y conquistadores, artistas y políticos), y la enormidad de muchos hombres sencillos y anónimos, valientes en extremo, que convierten sus vidas en verdaderas batallas no sangrientas, capaces de cambiar el mundo pero sin exponer la vida de los demás, sino tan solo la suya propia y el bienestar e integridad de los suyos. Esos hombres no reciben homenajes ni se alzan estatuas en su honor. Uno de ellos, hay muchos, era Atticus. Y esa es la lección de la película, resulta un necesario homenaje a los grandes héroes cotidianos que simplemente al vivir, con su lucha y ejemplo, ayudaron a cambiar y mejorar el mundo, lejos de todo protagonismo, que ellos además nunca buscaron.
La película está rodada en blanco y negro y puede resultar poco estimulante para los alumnos porque hay escenas que no les llaman en exceso la atención, aunque estén cargadas de sentido y significado. En Bachillerato es especialmente recomendable para el estudio de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y en general sobre el análisis de las actitudes de intolerancia y racismo. Si a algún alumno le gusta el buen cine no se la puede perder, porque estamos ante una colosal obra maestra.




VIVIR. Película china dirigida por el grandísimo Zhang Yimou en 1994. Con una duración de 125 minutos, se situa en el marco de los convulsos años que van de la década de 1940 hasta la de 1960, en el contexto de  la guerra civil entre los comunistas de Mao y los nacionalistas de Chiang Kai chek, y la posterior instauración de la revolución comunista y la "revolucion cultural". Narra la historia de un joven acomodado, Fu Gui, que dilapida su dinero en el juego. Superando su adicción se ganará la vida como titiritero y mantendrá a su familia. Será apresado por el ejército nacionalista y tras la victoria comunista volverá a casa. Vivirá entonces el desarrollo del nuevo régimen, sus excesos y fanatismos, y la dureza de aquellos años, luchando siempre por sacar adelante a su familia.
Yo descubrí a Zhang Yimou con la inolvidable "Sorgo rojo" y "La linterna roja" y aquí impone de nuevo un abanico de tonos cálidos, sobre todo el rojo, de hecho apenas existe el azul. Yo se lo agradezco, como también le agradezco que su película se muestre como un maravilloso fresco de la cultura china, expuesta en toda su sencillez. Y le agradezco también la belleza de los paisajes de China, que tanto inundan esta película, que como todas las suyas están cargadas de humanidad y sensibilidad. Me conmovió por todo ello, y por estar repleta de ternura y de cosas sencillas, de vidas normales de hombres no extraordinarios que simplemente tratan de sobrevivir. Es la vida en estado puro, con toda su carga de drama y de comedia, mezclándose de forma magistral la risa más intensa con el llanto más desolador. Y siempre el afán por seguir adelante, por superar todos los muros, ese es el ánimo central de la película: el afán de adherirse siempre a la esperanza, a pesar de los fanatismos, la barbarie, la guerra que está alrededor. Es difícil definir lo que es vivir y qué es la vida, pero tras ver la película, sencillamente no es necesario. "Vivir" es toda una lección de cine y de vida, y después de verla te sientes más vivo que nunca. Pero además me llamó la atención que es toda una lección de historia, una muestra excepcional del devenir de los acontecimientos en la China de la guerra y la revolución hecha a base de escenas cotidianas y sencillas. En este sentido recuerdo una escena que, sin ser de las más sugerentes, me llamó poderosamente la atención: en pleno "Salto hacia delante" las familias tienen que entregar sus utensilios de hierro para su fundición y así conseguir los objetivos económicos propuestos. El jefe Nui llega a la casa de los protagonistas para llevárselos. El niño entonces saca un baúl de madera con algo muy preciado, las marionetas. Los clavos de metal sirven y los enviados del Partido Comunista también deciden llevárselo. Fu Gui y su mujer lo evitan recurriendo al uso que podrían tener los títeres para divertir a los obreros. ¿Puede haber una forma más magistral y delicada de acercarse a los delirios del Maoísmo? Sencillamente no.
Es una película excepcional, pero soy consciente de que este cine de cosas pequeñas, de personajes tan de verdad, cansa a los alumnos, que piden ritmos y realidades más trepidantes, más "de película". A pesar de todo, quien quiera conocer mejor la China de la revolución y postrevolución no se la puede perder .



LA VIDA ES BELLA. Película italiana dirigida y protagonizada por Roberto Benigni en 1997. Con una duración de 117 minutos, mezcla magistralmente la comedia y el drama y narra la vida del joven Guido (Roberto Benigni), judío, que antes de que comience la Segunda Guerra Mundial, monta una librería en una ciudad italiana. Enamorado de una maestra, Dora, prometida de un fascista, se casa con ella y tiene un hijo. Al estallar la guerra son internados en un campo de concentración y Guido intentará proteger a su hijo haciéndole creer que todo era un juego.
No la ví en el cine en su momento. Pero el impacto que provocó en Europa fue enorme. Todo el mundo hablaba de la película y el que la había visto la recomendaba. Roberto Benigni montó entonces "el circo" en la ceremonia de los Oscar al recibir la estatuilla. Había que verla, me dije. Me compré el DVD y la ví, entonces no tenía hijos. Las espectativas eran enormes y la visión en el televisor no ayudó. Me encantó, pero reconozco que esperaba más. Fue la segunda vez que la ví cuando la película me marcaría para siempre. Tenía mi hija 6 años, en el cine de verano de Orellana. Después de un buen baño, con un cielo estrellado sobre la cabeza y el reflejo de la luna en el agua, me senté con mi niña a verla. Me tiré todo el tiempo contestando preguntas y disfrutando. Mi hija, amante del cine como yo, se la "tragó" entera: descubrió a través de ella la intolerancia y el odio, simbolizados en el fascismo, y la ternura y el amor, encarnados en la figura de Guido, un hombre esencialmente libre y bueno, un personaje enternecedor como pocos. Fue una noche memorable y todavía cuando hablamos de los fascistas de ayer y de hoy, de los fanáticos y racistas, le digo: "esos son como los que mataron a Guido"... Y ella lo entiende.  Y cuando le hablo de su familia, le explico que esos mismos que mataron a Guido, ganaron aquí una guerra, y mataron a su gente, a su bisabuelo y sus tíos, y condenaron a su abuelito en la posguerra a la miseria y la indignidad. Y me pregunta cuando ve algo o a alguien con actitudes hoy próximas al fascismo: "Papá, ¿ese es un fascista? ¿es de los que mataron a Guido?". Gracias a mi hija y a mi esfuerzo por explicarle algunas escenas, llegue a la esencia, a la enorme carga de humanidad y ternura de tenía aquel hombre tan tolerante y despojado de perjuicios, tan lleno de amor a los suyos, que hizo todo lo que pudo por salvar a su hijo y sobre todo por protegerlo del sufrimiento. La lucha de aquel hombre me pareció, con mi hija al lado, algo memorable y conmovedor como pocas cosas. Una vez que tienes hijos, esta película cobra otra dimensión. El afán protector y el amor paternal se muestra en toda su dimensión. Un ejemplo magnífico al respecto lo encontramos en la escena del barracón, donde Guido se la juega y dice saber alemán para traducir libremente las palabras del oficial germano a los presos y así mantener la ficción del juego con su hijo. En esta escena se percibe además la íncreíble mezcla entre lo trágico y lo cómico que tiñe toda la película. El final sobrecoge y no puedes dejar de derramar lágrimas cuando el niño sale de su encondrijo y ve el tanque estadounidense que entra en el campo de concentración, ya vacío, para él es el premio que su padre le había prometido como ganador del juego. Grita entonces ¡Hemos ganado! En ese momento mi hija no hacía más que preguntarme por su papá, ¿no ha muerto verdad? ¿Dónde está?...
Recomendable para los chicos, porque hasta el más desmotivado e insensible, y los hay, se emociona con esta película.



LA LISTA DE SCHINDLER. Película estadounidense dirigida por Steven Spielberg en 1993. Con sus 195 minutos de duración nos conduce a la Polonia ocupada por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Oskar Schindler (Liam Neeson) es un hombre de negocios sin escrúpulos que se hace con la amistad de los nazis para ganar dinero en sus fábricas, utilizando la mano de obra esclava de los presos judíos. Su contable judío (Ben Kingsley) es el alma del negocio, que utlizará para salvar el mayor número de personas del exterminio.
 Mi historia con esta película fue de amor-odio. Surgida en plena Intifada palestina, encontré en su estreno un movimiento más de propaganda israelí, y sigo pensando que el momento no fue escogido al azar. Los judíos de Israel siempre han sostenido una sútil guerra de propaganda de su causa, que se ha basado en el victimismo más intenso: su condición de víctimas del Holocausto les otorgaba la legitimidad de por vida. Entendí así la película y no fui a verla al cine, no me arrepiento hoy, aunque me ha dado siempre pena el no haberla visto en la pantalla grande por primera vez, porque hubiera sido impresionante. Años después, pasada la rabia y consciente ya de lo que me perdía, la ví en la tele y después me hice con el DvD. Absolutamente emocionante. Una película larga, hecha en riguroso blanco y negro, y que sin embargo fue un éxito total de taquilla. Te envuelve de principio a fin, te sumerge con un guión excepcional e imágenes de indescriptible belleza en un mundo de trenes hacia el infierno, de duchas de la muerte, de humillaciones sin fin en campos de trabajo y exterminio donde el valor de la vida no existe. Consigue mostrar el absoluto desprecio de los verdugos hacia sus víctimas, así como la total indefensión de éstas ante su violencia. Muestra así la verdadera cara del fascismo, su componente de racismo y violencia extrema, y también la increíble resistencia de unos judíos, que a pesar de todo lucharán siempre por la superviviencia entre tanta barbarie, manteniendo siempre un alo de esperanza. Y ahí está la grandeza de la película, que en medio del drama y la desolación mantiene viva la llama de la esperanza, simbolizada en la lista de Schidler: en algún momento de la película, el contable judío señalaba la lista y afirmaba que dentro de ella estaba la vida, fuera no quedaba nada. Transmite como ninguna otra el drama del pueblo judío en el Holocausto. Aunque Liam Neeson está soberbio en el papel de Schindler, a mi juicio el verdadero protagonista y el héroe indiscutible del drama, siempre fue su contable judío, representado por un Ben Kingsley memorable, en el mejor papel de su vida. Es imposible escoger alguna escena entre tantos momentos memorables que nos da la película. Inolvidable resulta la absoluta maldad del jefe del campo cuando desde el balcón de su residencia dispara a  los presos que caminan por el recinto y que se limitan ante los disparos a acelerar el paso. Nos marcó a todos la brutalidad despiadada de los oficiales alemanes, que tratan de matar al preso que no había hecho suficientes visagras en la fábrica, una caprichosa casualidad hará que varias pistolas de encasquillen y pueda salvar la vida. Sin embargo, la escena que más trascendió y que nos conmovió a todos fue la del desalojo del "ghetto" de Cracovia: en medio del caos y las matanzas, una niña perdida, el único personaje en color de la película, deambula por las calles hasta esconderse, bajo la mirada de un Schindler impresionado que observa los hechos desde una colina. 
Es muy recomendable para 4º de la E.S.O. y 1º de Bachillerato, pero es demasiado larga, y si no la acompañas de las explicaciones necesarias que den sentido a muchas de las escenas, les puede resultar aburrida en algunos momentos. La película deja un buen sabor de boca, una esperanza, aunque siempre me sorprendió que aquellos que sobrevivieron a semejante barbarie, ahora no hayan aprendido nada, sino a ejercer la misma violencia que sufrieron. La lección que aprendieron fue la contraria: la ley del más fuerte, la ley del odio, la arrogancia y el despotismo, desarrollando un terrible axioma: "La mejor manera de no volver a ser víctima es asumir el papel de verdugo". Cuando les pongo la película a los alumnos así se lo explico: las victimas de entonces son los verdugos de ahora. Algo muy triste.




ENEMIGO A LAS PUERTAS. Superproducción internacional con participación variada, dirigida por el francés Jean-Jacques Annaud en 2001. Dura 126 minutos y está protagonizada por estrellas internacionales como Jude Law o Raquel Weisz. En la batalla de Stalingrado los soviéticos tratan de frenar el avance nazi ante la expectación del mundo entero. En aquella batalla crucial, el francotirador Vassili Zaitsev (Jude Law), convertido en un héroe por los rusos, se enfrenta en un duelo personal con el mejor francotirador del ejército alemán (Ed Harris).
Me provoca estupor el que algunos críticos tilden esta película de poco histórica, afirmando que la vida y hechos del famoso francotirador ruso Vassili Zaitsev fue de otra manera. A mi que más me da si la vida de Zaitsev fue así o no. La guerra y la batalla de Stalingrado es el verdadero argumento historico del fllm, y a ese respecto, no hay nada que objetar: la ciudad en ruinas, las terribles condiciones de vida de los civiles supervivientes, los detalles de la actividad y técnicas de los francotiradores, la dureza de los combates, la estructura y mando del ejército ruso, sus formas de lucha, la  desorganización existente en sus filas, el miedo imperante en las relaciones entre los oficiales. Puede que sea previsible y convencional, con una relación de amor muy hollywoodiense y un enfrentamiento entre francotiradores que nos recuerda a un duelo clásico del Western, pero de paso nos muestra de forma inmejorable el horror de la guerra y el despotismo y crueldad del estalinismo. El escenario se recrea excelentemente y los primeros quince minutos son de lo mejor del cine bélico de todos los tiempos: el traslado de los soldados en vagones de tren para ganado, encerrados, las soflamas de los oficiales por altavoz una vez que los sacan a empujones para conducirlos a la batalla, el ataque de los aviones sobre las barcazas que los llevan atravesando el Volga hasta el frente, en la ciudad, el desembarco en medio del infierno y el inaudito reparto de un fusil para cada dos soldados, y de inmediato, el asalto a las posiciones alemanas: ante la retirada de sus soldados, los oficiales soviéticos ordenan disparar sobre ellos. Eso es el frente del Este, el mejor ejército del mundo frente a la "carnaza" soviética, la disciplina frente a la desorganización más absoluta, la Wehrmacht alemana frente al ejército de Stalin. Cuando terminan esos quince minutos "paro a respirar" y disfruto entonces de un emocionante Western entre tiradores, con un asombroso Ed Harris, para mí uno de los grades actores de siempre, que encaja a la perfección en el papel del francotirador alemán. La película no solo muestra con gran rigor la batalla de Stalingrado, sino que nos evidencia igualmente las mejoras que los rusos hicieron en su capacidad militar. Como se nos deja claro, Stalingrado supone una inflexión en la guerra. Ya era hora de que una superproducción de este calibre no se situara en "esa guerrita de segunda que era el frente occidental" o en el Pacífico.
Es totalmente aconsejable para los alumnos, porque además de mostrar la guerra excepcionalmente, entretiene y tiene gancho para los adolescentes. Es un clásico film de aventuras que pongo todos los años  en 1º de Bachillerato y con el que disfrutan todos los chicos, sin excepción.


STALINGRADO. Película alemana dirigida en 1993 por Joseph Vilsmaier. Dura 135 minutos y nos situa en 1942, durante la II Guerra Mundial, en la batalla por la ciudad de Stalingrado. La urbe sufre un brutal asedio por parte del ejército alemán que casi la tiene conquistada. Allí están un grupo de soldados alemanes que han terminado su permiso en Italia y viajan al infierno de la guerra en Rusia. Pero los sitiadores terminan sitiados y su ejército destruido en medio de los rigores del crudo invierno. Los pocos supervivientes se rinden a un enemigo que no tendrá piedad.
Olvidada por muchos, demasiado lenta para otros, es para mí un icono, por su realismo absoluto: despiada y cruel, nos muestra la guerra tal como es. Algunos critican unos personajes demasiado frios, pero para mí son un ingrediente más de su imponente realismo, lejos de las "americanadas" con personajes demasiados variopintos, llamativos y expresivos, que aunque nos dan juego, resultan poco reales. Se recrea magistralmente el ambiente asfixiante de la ciudad en guerra, y por extensión la crudeza del conflicto en el frente ruso, una guerra con mayúsculas. Para un enamorado de la II guerra mundial, el frente oriental resulta algo especial, y el verlo desde el punto alemán aún más. Los personajes son creíbles, el guión bueno y la fidelidad histórica fuera de toda duda. No se puede pedir más. Muchas cosas me impresionaron de esta película: el frío, omnipresente y devastador, el marcado carácter antibélico, pero sobre todo me impresionó la humanidad que se confiere a los alemanes, convertidos en simples soldados como los de los demás ejércitos, preocupados esencialmente por sobrevivir, así como la fuerte disciplina, que permanece hasta casi el final, en medio del mayor de los sin sentidos. Siempre me ha sobrecogido como en medio del caos todavía se puede llegar a mantener una estructura de mando. La respuesta era clara, los soldados no tenían donde ir tras desertar. A un antibleicista como yo, eso siempre le ha llamado poderosamente la atención. La primera vez que la ví, al salir del cine, estaba realmente conmocionado, porque salía del "infierno". La escena en el aeropuerto, donde miles de soldados, muchos heridos, tratan de escapar de la ciudad cercada por los rusos en avión y en medio del mayor de los caos, me causó una honda impresión, como también el hecho de que en medio del caos y la derrota total, y con todo perdido fanáticos sin escrúpulos quisieran fusilar como derrotistas o desertores a hombres que hasta entonces habían luchado tan duro. Las escenas estrictamente bélicas son muy buenas y algunas de ellas son de una dureza extrema, sobrecoge por ejemplo la acción en la que los infantes alemanes, en medio de un paisaje nevado, se enfrentan a los tanques rusos en una clara desigualdad de fuerzas, es difícil olvidar al soldado partido a la mitad por un proyectil.
La excesiva violencia y duración, sus ritmos lentos, que yo agradezco, pero que están lejos del mundo de Hollywood en el que se han educado los alumnos, no la hacen recomendable para éstos, pero aquellos de bachillerato no se asusten ante una buena película de cine bélico no se la pueden perder.




SALVAR AL SOLDADO RYAN. Película estadounidense dirigida en 1998 por Steven Spielberg. Con una duración de 170 minutos, nos cuenta la historia de un pelotón de soldados al mando del capitán John Miller (Tom Hanks), a los que tras el desembarco de Normandía, se le encarga la díficil tarea de encontrar en pleno frente al soldado Ryan (Matt Damon). El objetivo es sacarlo de la guerra después de haber perdido a sus otros tres hermanos en combate.
Es difícil encontrar una película que te muestre con tan intenso realismo la guerra, con toda su carga de horror y mutilaciones. En este sentido habría que destacar el sobrecogedor inicio, que nos conduce al infierno de los primeros soldados que tratan de crear una cabeza de puente en la playa de Omaha, en pleno desembarco de Normandía. Esa escena pasó a la historia del séptimo arte y marcó un antes y un después en la forma de hacer cine bélico. Realizada con la cámara al hombro recrea la guerra con un verismo y violencia extremos, que hacen al espectador introducirse en la acción como si fuera uno de sus protagonistas. Hay que verla en la pantalla grande, en la oscuridad de la sala de cine, y te deja entonces una honda impresión. La idea posterior de soltar un pelotón en tierra de nadie para buscar a un solo hombre no puede ser más sugerente. Estamos ante un grupo de soldados muy diverso, hombres distintos entre los que se crean fuertes lazos y surgen grandes tensiones. De entre ellos el que más me llamó la atención no fue el oficial al mando (Tom Hawks), sino el sargento Mike Horvath (Tom Sizemore), un hombre recio y disciplinado. El resto del pelotón estaba formado por una amalgama de personajes diversos y mucho más convencionales, muy del gusto de Hollywood: incluía desde el "humanitarista" más cansino hasta el "chulo" más violento. Una escena especial nos muestra como la tensión llega al límite en el grupo y algunos soldados están al borde de la insubordinación , entonces el sargento irrumpe en defensa de la autoridad de su teniente  y se enfrenta a parte de la tropa, en ese momento el teniente interviene dejando a todos boquiabiertos y aclarando la gran interrogante que tenian sus subordinados, aquel hombre tan determinado, el oficial al mando, en su vida normal era un simple profesor de literatura. En el aula siempre pongo este ejemplo para referirme a como la guerra cambia y reconvierte a los hombres, transformando a un ser humano ordinario en una máquina de matar. La parte final, en la que se disponen a defender el puente en el pueblo frente al blindado alemán es sencillamente alucinante y aparecen entonces memorables escenas de cine bélico. La película, sin embargo, se ve dañada por el final patriotero y comercial marcado por la banderita de las barras y estrellas, sencillamente insoportable. Otra de las cosas que llevo mal del film es lo fácil que resulta en esta película, como en tantas otras de la II guerra mundial, matar soldados alemanes: es evidente que en el frente occidental estaban los restos de la Wehrmacht, desgastada además por un largo conflicto, pero no dejaba de ser un gran ejército.
Es entretenida y dinámica, pero para la mayoría de los alumnos acumula demasiado realismo y violencia, y si no tienen una especial atracción por la guerra mundial o el cine bélico, no les llega. Les resulta además muy larga. Sería recomendable para  1º de Bachillerato aunque teniendo en cuenta los matices expuestos.



CARTAS DESDE IWO JIMA. Película estadounidense dirgida en 2006 por Clint Easwood. Con una duración de 141 minutos se sitúa en el frente del Pacífico de la II Guerra Mundial y nos narra la terrible batalla de Iwo Jima, un pequeño islote japonés en el que murieron 7.000 americanos y la casi totalidad de los defensores japoneses, unos 20.000. El general Kuribayashi fue el encargado de defender la isla, para lo que preparó un sistema de túneles con el que proteger las defensas de la aviación y marina americana. Tras el desembarco inicial se inició la conquista de la isla palmo a palmo.
Obra maestra filmada en japonés y en blanco y negro, con una fotografía excepcional. Te la comes con los ojos, te entra por los oídos, y en general es una explosión para todos los sentidos. Da gusto conocer la guerra desde el punto de vista japonés, y es que el maestro Eastwood es capaz como nadie de ponerse en la piel del otro y buscar los "grises", huyendo siempre de la dicotomía entre los buenos y los malos. Es imposible que Eastwood se someta a convencionalismo alguno y sus personajes son absolutamente reconocibles por su complejidad. Como William Munny en "Sin Perdón", el general kuribayashi es un personaje complejo lejano de la convencional visión del soldado nipón de la II guerra mundial. Al ponernos en la piel de los japoneses, les damos humanidad y pierden su condición de "malos malísimos". La película es bella y casi poética, a la vez que realista al extremo, un maravilloso canto contra la brutalidad de la guerra. Pero Eastwood consigue lo realmente difícil, que personas como yo lleguemos a identificarnos con un personaje como el general Tadimichi Kuribayashi. Un hombre integro y con honor que respeta a sus hombres y que es respetado, a la vez que como buen oficial japonés asume los principios de obediencia y disciplina de forma absoluta. A pesar del enorme desprecio que siento por la moral y el honor militar, sus principios y sus obligaciones, llego a sentir simpatia por el general japonés. El actor Ken Watanabe desarrolla un personaje que se mete en el espectador, y que sostiene por sí solo la película. Ésta muestra como pocas la dureza de la guerra, la lucha desesperada de los japoneses, el recurso sistemático a los suicidios y la lucha hasta el final como alternativa a la rendición. Se te encoge el alma al ver tanta vida perdida, tanto maldito honor japonés, tanta resistencia para nada.
No es muy apta para los alumnos, ni siquiera para los de Bachillerato, está rodada en blanco y negro y en japonés, por tanto hay que leer los subtitulos. Es un cine demasiado japonés y poco comercial, pero una obra maestra incuestionable.



LA CRUZ DE HIERRO. Película británica dirigida por Sam Peckinpah en 1977. Durante dos horas nos sumerge en el contexto de la II Guerra Mundial. En el frente ruso, durante la retirada alemana en 1943, a una patrulla de soldados alemanes dirigidos por el sargento Steiner, un hombre duro pero honesto representado por James Coburn, se le asigna un nuevo comandante, el capitán Stransky (Maximillian Schell), típico militar prusiano, obsesionado por conseguir la cruz de hierro pero despreocupado por el bienestar de sus soldados.
Cuando descubrí esta película era tan solo un adolescente apasionado de la II Guerra Mundial y el cine bélico -sobre todo si era antibélico- y estaba harto de "yankees" matando alemanes a diestro y siniestro, cansado de una guerra en el Occidente europeo que según todos mis datos resultaba casi una anécdota, harto de Normandía, de Patton "and company", harto de alemanes rubios caracterizados sin humanidad. Y me encuentro con una película ambientada en pleno frente ruso, la guerra con mayúsculas, y protagonizada por los alemanes, a los que se le confieren rasgos humano. Por todo ello adquirió en seguida un carácter especial. Pero además el mensaje me llegó directo al corazón, el desprecio a la guerra que se destila, el rechazo al concepto de héroe, que yo no soporto, todo ello ligado a uno de los personajes del cine que más me ha atrapado, el del sargento Steiner, un hombre duro y honesto, pero descreido, un hombre desengañado que sin embargo obedece y sigue luchando. Odia la guerra y la moral hipócrita del ejército, marcada por el supuesto honor y que simboliza el capitán prusiano. Éste anhela a toda costa la cruz de hierro, y antepone sus ambiciones al bienestar de los hombres bajo su mando, en abierto contraste con el sargento Steiner, para el que lo primero es la vida de sus soldados. Ese antagonismo entre los dos personajes, se evidencia en un cruce final de palabras: "Le enseñaré como lucha un oficial prusiano, y yo le enseñaré donde crecen las cruces de hierro". Steiner no lucha por la patria, ni por sobrevivir, lucha por sus hombres. Todo ello con un Copburn que se sale y que ha sido siempre y desde entonces uno de mis actores favoritos, con ese rostro de campesino curtido que encaja perfectamente en el personaje. Hay mucha violencia porque el cine de Pekincpah así lo arrastra, pero no resulta nunca escesiva porque estamos en el frente ruso y tratándose de él ninguna ficción sobrepasa la realidad. La pelicula esta llena de momentos que enseñan lo que es la guerra, algunos de gran crudeza, pero la escena en que encuentran a las milicianas soviéticas en la granja es sencillamente memorable: el sargento Steiner mantiene la disciplina y protege a las mujeres, cuando uno de sus soldados se lanza al abuso lo paga con creces el grupo al ser atacado otro soldado por su culpa. La respuesta de Steiner es abandonarlo a su suerte rodeado de milicianas. Odia la guerra pero sabe que sin disciplina estarían todos muertos. Toda una lección de supervivencia.
Quizás demasiado violenta para los alumnos, aunque los de Bachillerato podrían disfrutar de una buena película sobre el frente ruso de la II guerra mundial. Se puede recomendar.



LOS SANTOS INOCENTES. Película española dirigida por Mario Camus en 1984. Su duración es de 107 minutos y narra la sórdida historia de una familia de jornaleros extremeños que viven en un cortijo al servicio de los dueños, nobles y terratenientes. Una vida miserable y llena de servilismo y humillaciones. Cuando Paco (Alfredo Landa) se daña una pierna y no puede hacer de perro para el "señorito", éste entra en cólera y en un arrebato mata al pájaro de su cuñado (Francisco Rabal) disminuido síquico, "la milana bonita". El cuñado lo asesina entonces, haciendo por fin "justicia" en su ignorancia y retraso.
 "¿Uno se pregunta cómo puede haber tanta injusticia y tanta humillación?" asegura algún que otro crítico cuando comenta la película. Sin embargo, y al contrario que otros muchos, yo no me hice esa pregunta. Yo había mamado ese mundo. Mis padres lo vivieron y lo sufrieron. Todas esas historias de "señores y perros", de seres humanos y de infrahumanos, ya las conocía, me las refirió mi padre desde pequeño. Él nunca se sometió como Paco, el nunca dijo "a mandar, que para eso estamos", el nunca llamó a esa especie de señores feudales "señoritos", el nunca aceptó esas humillaciones como si fueran parte irreversible del mundo que le había tocado vivir. Por eso se llenó de rencor, y enseñó a sus hijos a despreciar ese mundo y aquellos que lo construyeron, los mismos que habían destruido toda esperanza de cambio treinta años antes, en la guerra civil. Ahora, muchos años después, les enseño a los alumnos la dureza de la posguerra para los derrotados, para los pobres, y que en las relaciones en el campo latifundista del Sur había entonces algo más que clasismo o explotación laboral, había una especie espantosa de desprecio a la humanidad, un servilismo de otros siglos, una sumisión demasiado profunda, y que todo ello se ahondó con la posguerra y la derrota de las esperanzas que ésta supuso. Parece increíble, pero todavía en la década de 1960 en mi tierra, quedaban bastantes vestigios de todo esto. No sentí estupor al ver la película, pero la rabia me inundó una vez más, la misma rabia que sentía cuando mi padre hablaba de esos señoritos y su mundo, lacayos incluidos, a los que él nombraba como "Ellos". Yo atesoro historias como esas no recreadas en novelas, y se las cuento a mis alumnos. Aquellos de ellos que vean esta película la comprenderán muy bien después de asistir a mis clases de Historia de España, porque es más de lo mismo. Hay escenas memorables como cuando el señorito obliga a escribir a Paco y otros empleados delante de los extranjeros para demostrarles que el analfabetismo campesino era solo un mito, o como cuando fuerza a un Paco lesionado y escayolado a intentar seguir con sus labores de "perro", el señorito estaba cabreado porque se le había "jodido" la cacería -la pierna no importaba-, y el pobre Paco se disculpaba sometido a una presión enorme y hoy incomprensible. Impacta tanta sumisión y tanta miseria, aderezada por la terrible situación de "la niña chica", con sus gemidos y minusvalía profunda.Y todo ello con los paisajes donde yo he crecido, las bellas dehesas extremeñas. El único hombre libre es el cuñado disminuido, el único que tendrá la fuerza y dignidad para hacer justicia. Cuando acaba con la vida del señorito, frívolo y desconsiderado al extremo, al menos yo sentí una profunda satisfacción. Sin embargo, el gran personaje no es el "subnormal" y su milana bonita, es Paco y su falta de dignidad, su sumisión de siglos acumulada, en él se condensa la mayor injusticia. Sus hijos vivirán -como se ve al final de la película- de otra manera, son otros tiempos, el crecimiento económico y el desarrollo de las ciudades marcará una nueva realidad al final del franquismo.
A los alumnos les pongo está obra de ejemplo, les aseguró que así eran las cosas, pero aclarando que en semejante drama faltan más personajes, personajes que no existen en la película pero si en la realidad: hubo también hombres indomables, que nunca se sometieron, ni siquiera después de las matanzas de la guerra y el hambre de los 40. Esos hombres simbolizaron siempre la esperanza, y de ellos aprendí el valor de la dignidad, porque fueron libres incluso en un mundo de esclavos. Uno de ellos era mi padre.



AMERICAN HISTORY X. Película estadounidense dirigida por Tony Kaye en 1998. Con una duración de 119 minutos, nos narra la vida Derek (Edward Norton), un joven skin head californiano de ideología nazi. Tras asesinar a unos pandilleros negros que le iban a robar su furgoneta, es encerrado en prisión, donde su percepción de la realidad cambiará para siempre, abandonando su fanatismo. Cuando sale a la calle tratará de alejarse de la violencia y evitar que su hermano siga sus pasos.
No es estrictamente una película histórica, pero indudablemente es una de las mejores películas sobre el tema racial y el desarrollo de los movimientos neonazis en los países desarrollados de finales del siglo XX. En este sentido nos permite descubrir como ninguna otra las bases de los grupos neofascistas actuales en Estados Unidos, extrapolables también a Europa en muchos aspectos. La película toca directamente el tema de las bandas y pandillas urbanas juveniles, el problema de la inmigración y las dificultades de su integración, y el problema de la minoría negra en el país, haciendo alusiones al ku kus klan y a casos tan famosos de racismo policial como el de Rodney King, un hombre negro apaleado por policias blancos hasta casi la muerte en los años 90.
La forma tan dramática e intensa en que toca el tema racial me causó honda impresión cuando la vi en el cine. Aquel día iba a ver una película más y me encontré con una pequeña joya. Para mí es una obra especial, primero porque siempre me atrajo el tema racial en Estados Unidos (nueve años antes disfrute como un niño con "Haz lo que debas" de Spike Lee), segundo porque siento predilección por las películas de tema carcelario estadounidense. Y aquí se conjugan los dos aspectos. A ello habría que añadir la existencia de un poderoso mensaje, con un carácter ejemplarizante indudable. La moraleja es clara y se nos muestra con extraordinaria dureza: Hay que evitar el camino equivocado, porque "el odio engendra odio" y aunque siempre hay tiempo para cambiar, el pasado no se puede borrar y termina pasando factura. Esa idea queda simbolizada en los tatuajes nazis que el protagonista no puede borrar de su piel y sobre todo en el trágico y brutal final, en el que Derek pierde lo que más quiere al ser su hermano pequeño asesinado. Este sentido ejemplarizante impregna toda la película, obstinada en demostrarnos que Derek es tan solo un ingenuo chaval cargado de odio que ha escogido un camino equivocado. Los pasajes en la cárcel son memorables, están lleno de momentos inolvidables e impacta ver como el protagonista termina trabando amistad con un negro que al final le salvará la vida. El mismo negro que lo había definido antes como un "Blanquito cabreado" y que le dice una frase para mí inolvidable y llena de sentido:  "Andate con cuidado, blanquito, porque aquí, en el trullo, el negro eres tú".  El efectismo cargado de energía de la película permite generar a partir de un simple partido de baloncesto  una escena de enorme emoción que sobrecoge al espectador de cualquier edad , o impactarnos con escenas muy violentas y trágicas como cuando Derek asesina al negro que le roba al aplastar su cabeza contra un bordillo.
El alma de esta película es Edward Norton, inconmensurable en su actuación, por la que mereció una nominación a los oscar. Aquí descubrí a un actor que para mí siempre quedó ligado a este papel, capaz de impresionarnos como un skin frío, violento y racista dispuesto a todo por su causa, y a la vez interpretar a un hombre vulnerable, arrepentido y profundamente transformado cuya única obsesión era salvar a su familia.
El marcado carácter ejemplarizante, el lenguaje cercano a los adolescentes, la juventud de la mayoría de los protagonistas y el manejo magistral de una mezcla de momentos presentes (en color) y recuerdos del pasado (rodados en blanco y negro) la hace especialmente atractiva para los alumnos, tanto de la E.S.O. como del Bachillerato. Adecuadamente explicada y precedida de información sobre el mundo de los Skin head, les seduce desde el principio hasta el final.

3 comentarios:

  1. Excelente aporte. En efecto, la lista es de películas imprescindibles.

    Las pongo seguidas en lista:

    El señor de la guerra 1965
    Los Vikingos
    El nombre de la rosa
    RAN
    El último valle
    Los señores del acero
    El último mohicano
    Rebelión a bordo
    Cold mountain
    Senderos de gloria
    El doctor zhivago
    Las uvas de la ira
    Matar a un ruiseñor
    Vivir 1994
    La vida es bella
    La lista de schidnler
    Enemigo a las puertas
    Stalingrado
    Salvar al soldado Ryan
    Cartas desde IWO JIMA
    La cruz de hierro
    Los santos inocentes
    American history X

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  2. Le doy mi enhorabuena por el blog. Es interesante, fácil de leer y comprender y muy accesible; le felicito por su labor docente. Me gustaría recomendarle un par de películas históricas que creo le gustarán: Una es LA MISIÓN, con un joven Robert de Niro, centrada en la expulsión de los jesuitas de las colonias españolas y su repercusión en zonas indígenas. Y otra, LAS FLORES DE LA GUERRA, con Christian Bale como protagonista y ambientada en 1937, durante la segunda guerra chino-japonesa.

    Le mando un cordial saludo.

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    1. Gracias a ti por valorar mi trabajo. La selección es como ya he dicho muy personal. La Misión es una estupenda película pero no la he querido incluir en la selección, aunque la he visto varias veces. Las flores de guerra, de Zhang Yimou no la he visto. Después de tu recomendación, la veré. Como puedes comprobar en la selección de películas que he realizado, me gusta el cine de kurosawa o Yimou. Un abrazo.

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